En Budapest, en uno de los preciosos y significativos murales que adornan la ciudad, Agnes Keleti se ubica entre los más grandes deportistas de Hungría. Comparte pedestal con Ferenc Puskas, Pal Kovacs, Aladar Gerevich, Ilona Elek, Karoly Tacacs o Laszlo Papp. Y no es para menos…
El Holocausto en primera persona
Agnes Keleti nació en Budapest el 9 de enero de 1921, en el seno de una familia judía. A los 4 años ya comenzó a hacer gimnasia, deporte en el que se destacaría hasta el punto de proclamarse campeona de Hungría con tan solo 16 años.
Ante ella se presentaba un futuro arrollador. Futuro que se vio severamente truncado con el estallido de la II Guerra Mundial. Casi desde el comienzo, todos los que, como ella, eran judíos, tuvieron que recluirse en el gueto de la ciudad. "Teníamos que vestir la estrella amarilla para nuestra identificación. Pero me negué", explica Keleti en una entrevista para Olympics.
Lo cierto es que, gracias a la colaboración de una mujer, Piroska Juhasz, que le ofreció documentación falsa y un trabajo como sirvienta cristiana en una mansión, consiguió salir de la ciudad y sobrevivir en un pueblo en la montaña. "Seguí viva gracias a Piroska, con la que intercambié la ropa y papeles, e imitando su forma de hablar".
Mientras, en la ciudad, su familia no corría la misma suerte. Su padre y su hermano terminaron falleciendo en Auschwitz. Sí sobrevivieron su madre y su hermana, ayudadas, como tantos otros judíos, por el diplomático sueco Raoul Wallenberg.
En total, se estima que cerca de 600.000 judíos húngaros fueron asesinados por el régimen nazi.
Regreso al deporte
Tras el final de la II Guerra Mundial, Agnes Keleti regresó a Budapest. Y lo hizo como se había marchado: proclamándose campeona nacional de gimnasia. Hasta en 8 ocasiones más ganaría el título, para un total de 10.
Al año siguiente ganaría el título de gimnasia de Europa Central. Estaba, por tanto, llamada a ser una de las candidatas en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948. Sin embargo, una inoportuna lesión en el tobillo la dejó fuera de la competición.
De ese modo parecía que el sueño olímpico se alejaba definitivamente de Keleti, que había transcurrido toda la década de los 40, a priori sus mejores años, sin poder competir en los Juegos.
Pero nada más lejos de la realidad. Su tenacidad y voluntad olímpica le hicieron llegar a Helsinki 1952 en plena forma. A pesar de contar ya con 31 años. Una edad algo avanzada para una gimnasta (aunque es cierto que en aquella época aún no se estilaban las gimnastas muy jóvenes y menudas, figura que llegaría años más tarde).
Y Agnes Keleti no se iba a conformar con el mero hecho de participar, por fin, en unos Juegos Olímpicos. Lo iba a bordar. Conseguiría nada menos que 4 medallas: una de oro –en la competición de suelo–, una de plata –en equipo, sólo por detrás de las soviéticas– y dos de bronce –en asimétricas y en equipo con aparatos-.
El camino del éxito continuó en los Mundiales de Roma dos años más tarde: tres medallas más, una de cada metal, para su colección.
Estrella olímpica eterna
Con todo, la presencia de la gimnasta húngara en Melbourne 56 no era una quimera. Aunque Agnes tuviera ya 35 años. Aunque se hubieran cumplido ya 19 años de su primer campeonato nacional. De hecho, alguna de sus rivales en los Juegos ni había nacido cuando Keleti se había llevado su primer título de enjundia.
Y ahí, en Melbourne, Agnes Keleti se hizo eterna. Seis medallas, cuatro de ellas de oro. Se dice pronto. Y eso que tuvo que enfrentarse nada menos que a Larisa Latýnina, la gimnasta más laureada de la historia.
La húngara consiguió la victoria en barras asimétricas, barra de equilibrio, suelo y equipo con aparatos. Fue segunda en el concurso completo individual –sólo por detrás de Latýnina–, y fue segunda también en concurso completo por equipos, por detrás de las soviéticas.
Agnes Keleti fue de ese modo la deportista, hombre y mujer, con más medallas conseguidas durante aquellos Juegos Olímpicos. Tan solo dos mujeres, la gimnasta Maria Gorokhovskaya y la nadadora Emma McKeon han conseguido más medallas que Keleti en una única edición, ambas con siete medallas.
Melbourne supuso la retirada deportiva de Keleti. No sólo por la edad. En aquel 1956 se produjo la revolución Húngara, en un país en una situación muy complicada bajo el dominio soviético. El conflicto se trasladó incluso a los Juegos, en el infame partido de waterpolo que disputaron ambas naciones –Hungría y la URSS-, y que terminó con la piscina teñida de sangre.
De hecho, al concluir los Juegos, Agnes ni siquiera regresó a casa. Se quedó primero en Australia, donde recibió asilo político, para marchar posteriormente a Israel. Ahí fue entrenadora del equipo nacional de gimnasia a la vez que profesora de educación física en la Universidad de Tel Aviv y en el Instituto para los Deportes Wingate. Se casó, y formó una familia.
No sería hasta 2015, a la edad de 94 años, y 59 años después de huir –por segunda vez– de Budapest, cuando Keleti regresaría a su país de nacimiento.
En los pasados juegos Olímpicos de Tokio se le rindió un precioso y emotivo homenaje durante la ceremonia de apertura. Se ligaba su vida con la vida del deporte. Una vida de superación. De lucha. De consecución de objetivos. Y de dicha, a pesar de todo. "Tu historia es muy inspiradora", le afirmó el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach.
Hoy, Agnes Keleti sigue viva y llena de vitalidad a sus 101 años. Quien se lo iba a decir, hace ya más de 70, cuando los nazis invadieron su ciudad. Cuando, con una prometedora carrera deportiva por delante, tuvo que huir y esconderse. Cuando vio morir asesinada a buena parte de su familia.
"Valió la pena hacer algo que mereciese la pena en la vida. Siento escalofríos cuando veo todos los artículos escritos sobre mí", declaró en una ocasión reciente. Son pocos…