En la madrugada de este miércoles arranca la prueba de Decatlón de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Y de entre todos los participantes, un nombre sobresale por encima del resto: el de Thomas Van der Plaetsen. Quizá no sea el favorito al oro -esa plaza parece reservada para el canadiense Damian Warner-, pero su mera presencia ya es un éxito. Suyo; y de la vida.
Una vida que le asestó un duro mazazo a finales de 2014. Tras años de formación y crecimiento en su Bélgica natal, en ese 2014 debutó en el circuito senior. Y lo hizo con una medalla de bronce en la prueba de heptatlón del Mundial indoor de Sopot, Polonia.
Unas semanas después recibía una carta oficial en la que se le retiraba la medalla con motivo de un positivo en el control antidopaje. La prensa le crucificó. La afición le trató de tramposo.
Pero Van der Plaetsen no daba crédito. Era imposible haber dado positivo. Decidió acudir al médico para comprobar por qué el control había mostrado unos niveles tan altos de la hormona HCG. Y el resultado fue demoledor: todo se debía a un cáncer testicular. Una enfermedad que el belga tuvo que hacer pública para despejar las dudas sobre la medalla conquistada.
La familia se derrumbó. El padre del atleta había fallecido tres años antes por un cáncer, en este caso de páncreas. Su hermano y entrenador, como confesaría más tarde, creyó que la prometedora carrera de Thomas finalizaba ahí mismo.
Pero Van der Plaetsen, que entonces tenía 23 años, decidió no rendirse. Fue operado de urgencia para extirparle el tumor, y comenzó el proceso de quimioterapia. Durante el mismo, como podía y cuando podía, siguió entrenando. Luchando.
En noviembre de ese mismo año se le comunicó que el tratamiento había finalizado con resultado positivo. Aquello le supo a Thomas mejor que cualquier medalla que hubiera conquistado. Y continuó entrenando, a pesar de las dificultades aún latentes.
Todo el esfuerzo cristalizó en la Universiada de Gwangju, Corea del Sur, disputada en el verano de 2015. Thomas Van der Plaetsen se llevaría el oro. Resultado que repetiría en 2016, en los campeonatos europeos disputados en Ámsterdam.
Unas semanas más tarde el belga cumplía un sueño que parecía imposible sólo dos años atrás: participar en unos Juegos Olímpicos. Lo hizo en Rio 2016, donde fue diploma olímpico al terminar el global en la octava posición, con 8332 puntos. Diploma olímpico, y mejor marca personal de su carrera.
Desde entonces no ha vuelto a repetir victoria. Pero la clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio, superando durante la misma –en el prestigioso Hypo-Meeting de Götzis- su mejor puntuación, le hace llegar a esta nueva cita olímpica con la máxima de las ilusiones. La medalla es posible.
Unas ilusiones que estuvo a punto de perder en el otoño de 2014. Por el deporte, y por la vida.
Y unas ilusiones que Thomas Van der Plaetsen trata ahora de transmitir más allá de las pistas de atletismo. Junto a su familia dio lugar a la fundación "Back on Track", con la que pretende recaudar dinero para programas de tratamiento de cáncer, y fortalecer a aquellos que pasan por el mismo trance por el que él pasó, y del que logró salir. "Si puedo alcanzar y convencer a una sola persona de que se mantenga positiva en una situación tan complicada, para mí ya será una victoria".