Era una locura. ¿Cómo iba una mujer a correr una maratón? Si había dudas incluso de que fuera justo incluir una prueba tan dura en los primeros Juegos Olímpicos. No se sabía con certeza si algún hombre sería capaz de terminarla en condiciones. ¿Cómo iba a serlo una mujer? Imposible… Pero ella lo hizo. Vaya si lo hizo. Fue la primera mujer que corrió un maratón.
Y no estamos hablando del maratón de Boston de 1967, aquel en el que Kathrine Switzer se convirtió en la primera mujer que disputada la prueba con dorsal y crono oficial, aunque tuviera que hacerlo a escondidas. Tampoco hablamos de Bobbi Gibb, quien corrió ya un año antes el mismo maratón de Boston, aunque sin dorsal, sin crono, y sin ninguna oficialidad. Ni tampoco de Arlene Pieper, que ya en 1959 recorrió oficialmente la distancia de un maratón, aunque lo hizo en una carrera de montaña (en la reconocida Pikes Peak Marathon, celebrada en las montañas del estado de Colorado).
No. Estamos hablando de mucho más atrás. Exactamente, de 125 años. Porque Stamata Revithi, que así se llama la heroína, corrió la maratón de los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896. El 30 de marzo de 1896, para ser más exactos. Aunque no pudo hacerlo en la prueba oficial…
En busca de una salida
Nacida en Syros, una pequeña isla griega, en 1866, Stamata (o Stamatia) Revithi creció y fue madre rodeada de pobreza en El Pireo. En su cabeza siempre estuvo la idea de marcharse para buscar una vida mejor, algo que decidió acometer definitivamente tras el fallecimiento de su hijo mayor, de 7 años.
Cogió a su otro hijo, de apenas 17 meses, y decidió marchar hacia Atenas. Andando, claro; no había dinero para otra opción. En la capital sería más fácil encontrar un trabajo, pensó.
Durante el camino el destino quiso que se cruzara con un viajero, que le informó de cuánto estaba a punto de acontecer en la gloriosa ciudad con la próxima celebración de los Juegos Olímpicos. Y le habló, claro, de las bonanzas económicas y de posición que supondría una victoria en la brillante prueba de Maratón. Seguramente sin imaginarse nunca que aquella joven con un bebé en sus brazos que le estaba escuchando estaba a la vez planteándose ser ella quien lo lograra.
Stamata lo único que veía era una magnífica oportunidad para ganar dinero rápido, y para conseguir un trabajo. Y al final, ella había estado siempre corriendo desde pequeña (incluso algunas publicaciones afirman que ya había participado anteriormente en alguna prueba de larga distancia), así que ¿por qué no?
Pues porque no.
En cuanto llegó a Atenas, trató de inscribirse en la prueba. Pero la organización no le dejó. Puso como excusa que ya había expirado el plazo. Pero la realidad era otra: no iban a dejar que una mujer participara.
No era tampoco una cuestión de decisión: las reglas de los Juegos excluían a las mujeres. Eran consideradas inferiores, y por tanto ni se planteaba la posibilidad de que participaran en una prueba deportiva. Como tampoco lo hicieron en los antiguos Juegos Olímpicos, claro. Así que así estaba estipulado, y así iba a ser. (Las primeras mujeres participarían en los Juegos de París de 1900, aunque con muchas reticencias. No sería hasta los Juegos de Los Angeles 84 cuando se disputaría la primera maratón olímpica femenina, con la victoria para Joan Benoit)
Pero Stamata Revithi no se iba a rendir tan fácil. Se desplazó hasta la pequeña localidad de Maratón, donde se hallaban los atletas y desde donde se efectuaría la salida de la prueba de 40km el viernes 29 de marzo (aunque en aquellos momentos era 10 de abril, pues en Grecia aún se seguía el calendario juliano).
De hecho, tal y como relata Athanasios Tarasouleas, miembro de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos (ISOH), su presencia atrajo una gran atención ya no sólo al resto de atletas, sino también a los periodistas y a los aficionados de la zona. Y fue, afirma, una atención positiva. De cariño. De consideración. La misma que le mostró el alcalde de Maratón.
Vista la repercusión, volvería a intentarlo. Pero con el mismo resultado. La organización se reafirmó en su postura de no permitir su participación.
Una carrera para la historia
Al final, Stamata Revithi correría el maratón. Lo haría al día siguiente, 30 de marzo. Sola. Sin ninguna oficialidad.
Pero con crono y con registro. En la salida solicitó al alcalde de Maratón y a un juez de la ciudad que firmaran una declaración que atestiguaba la hora y el lugar de salida: Maraton, 8h, 11 de abril de 1896.
Tuvo una carrera tranquila. En paz. Y a pesar del rechazo de la organización, Stamata Revithi consiguió completar el maratón en cinco horas y media. Un tiempo que, afirmaría, podría haber mejorado de no haberse visto obligada a parar por el camino en varias ocasiones.
Aunque cuando llegó al estadio Panathinaikó no se le permitió la entrada, sí consiguió que se le verificara su llegada al estadio y el tiempo logrado. Un informe que, supuestamente, entregó al Comité Olímpico Griego con la esperanza de que reconocieran su logro. Algo que nunca ocurrió.
Sin embargo, su historia sí sigue viva. Su hazaña, presente. Y su lucha, 125 años después, perdura como ejemplo. Una historia, una hazaña, que demuestra que la lucha de las mujeres por tener los mismos derechos que los hombres en el mundo del deporte se remonta ya hasta 1896, desde que el deporte es deporte con los primeros Juegos Olímpicos. Y continúa en nuestros días.
Desmintiendo a Melpómene
Durante un tiempo se dio por hecho que una segunda mujer, de nombre Melpómene, también había corrido aquel mismo maratón. El motivo es que en muchas ocasiones, al hablar de Stamata, se refieren a ella únicamente como "la mujer". Sin citar su nombre. Y en algún momento alguien debió ‘bautizarla’ como Melpómene, en honor a la musa teatral de la mitología griega, hija de Zeus y Mnemósine.
Así, a partir de aquel momento en algunos lugares aparecía Stamata; y en otros Melpómene. Lo que llevó a la confusión. El hecho de que no hubiera más información de la vida de Revithi tras la carrera tampoco ayudó. Pero posteriores investigaciones han demostrado que en realidad se trata de la misma mujer.