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Annie Londonderry, la primera mujer que dio la vuelta al mundo en bicicleta

La historia está llena de grandes personajes que superan barreras cuando parecen inabarcables. Annie y su bicicleta son sin duda uno de ellos.

Annie Londonderry, posando con su bicicleta para una fotografía en Boston, poco antes de su salida | Londonderry.com

Ninguna mujer se lo había planteado nunca. Hasta que apareció ella. Annie Cohen. Annie Londonderry para la ocasión. Una madre de tres hijos de Boston que no pudo reprimir su espíritu aventurero y su facilidad para hacer dinero. Y lo hizo. Vaya si lo hizo. En 15 meses dio la vuelta al mundo en bicicleta. Nadie la veía capaz. Excepto ella. Fue, quizá, el primer movimiento deportivo en defensa del feminismo. Y qué movimiento.

Trotamundos

Annie Cohen nacía en Riga, Letonia —entonces parte del Imperio Ruso— en 1870. Bien pequeña, con apenas cinco años, se trasladó con su familia, de origen judío, a Boston, Estados Unidos. Todo iba bien en la familia Cohen hasta que en 1887 fallecieron el padre, Levi, y la madre, Beatrice.

Annie, que entonces tenía 17 años, se quedó junto con su hermano mayor al cuidado de sus tres hermanos pequeños. Y sólo un año después se casó con Simon Kopchovsky, un vendedor ambulante con quien tendría cuatro hijos.

Pese a todas las cargas familiares, Annie se resistía a limitarse a aquello. "No siempre quise vivir mi vida en casa y tener cada año un bebé", declararía más tarde. De hecho, algo inusual en la época, la joven madre trabajaba a su vez fuera de casa, en una empresa de comercialización de anuncios en periódicos y revistas.

Y fue en uno de esos contactos cuando comenzó todo.

Ansias de aventura

Una tarde de comienzos de 1894 dos amigos la retaron. Le dijeron que ninguna mujer sería nunca capaz de dar la vuelta al mundo en bicicleta. Jamás. Ella dijo que sí. Al ver que lo decía en serio, metieron dinero y condiciones de por medio: 5.000 dólares de cada uno si lo hacía, pero debería lograrlo en el plazo máximo de 15 meses.

Sabía que era mucho más que una apuesta. Sabía que aquello tenía un enorme significado, no para ella, sino para la mujer, en general. Y sabía que, tras aquella reacción jactanciosa, debía hacerlo.

Ninguna mujer lo había hecho antes. En aquel momento, Annie no sabía siquiera montar en bicicleta. ¿Y? Ella iba a hacerlo.

El 25 de junio de 1984 fue el día escogido para comenzar el que la prensa de la época bautizaría como "el viaje más extraordinario emprendido jamás por una mujer". Chicago sería su primer destino. Con una bicicleta Columbia diseñada especialmente para mujeres, y vestida con una falda larga, Annie Londonderry tomó la salida espoleada por unas 500 personas entre familiares y activistas por los derechos de las mujeres.

Sí, Annie Londonderry. Porque la joven, que además de feminista y aventurera era buena publicista, aceptó la oferta de la empresa de agua de manantial Londonderry Lithia Spring Water para que adoptase su nombre durante toda la travesía. Le pagó 1.000 dólares por ello.

Un desastre inicial

Pero el arranque de la travesía fue malo. Un completo desastre. La bicicleta pesaba veinte kilos; estaba hecha para breves recorridos por la ciudad, pero no para acometer grandes desplazamientos. Además, Annie llevaba vestido largo y con falsos, indumentaria habitual de la época para una mujer, pero que le complicaba mucho el pedaleo. Las condiciones climatológicas tampoco ayudaron.

Pero no se vino abajo. Nada más llegar a Chicago cambió su bicicleta por una diseñada para hombres –marca Sterling— que pesaba la mitad, y cambió también su ropa, optando ahora por unos pantalones bombachos mucho más cómodos. Encontró nuevos patrocinadores, convirtiendo su bicicleta en una suerte de valla publicitaria móvil, y regresó a Nueva York, desde donde tomaría rumbo a Europa.

Al Viejo Continente entró vía Francia, desembarcando en Le Havre el 3 de diciembre de 1894. No fueron pocos los que se acercaron al puerto a ver su desembarco. Un número de seguidores que iría aumentando con el paso de las semanas, de las ciudades, de las historias. París, claro, sería la siguiente parada. Para dirigirse posteriormente a Marsella –trayecto que cubriría en 15 días, ganándose el respeto de todos—, y comenzar entonces un periplo por la costa del mediterráneo que le llevaría hasta Egipto.

Un periplo que aprovechó para crearse su propio personaje. Porque Annie, que sabía de qué iba esto, enviaba continuamente telegramas a la prensa estadounidense informando de sus peripecias. Y más allá de los lugares que visitaba, dejaba volar la imaginación para hablar de ellos. Y de sus etapas. Y así, su historia fue cada vez más seguida. En casa y por todo el mundo.

A Egipto le siguieron Jerusalén, Yemen, Sri Lanka, Singapur, Vietnam o China, hasta llegar finalmente a Japón. Muchos de aquellos trayectos eran hechos en barco, lo que, por un lado, le granjeó ciertas críticas –los detractores afirmaban que más que una vuelta al mundo en bicicleta la había hecho en barco—, pero lo cierto es que su fama y reconocimiento iba creciendo a cada paso, a cada etapa, a cada puerto. En cada parada daba charlas y contaba sus aventuras, generalmente embellecidas respecto a como realmente habían sido.

También a su regreso a Estados Unidos, que hizo a través de San Francisco, contaba historias que nunca se sabrán si fueron ciertas o no. Desde que había sido raptada por una tribu en China, hasta que había impedido un atraco durante un viaje en tren por Europa. A Boston, el lugar de partida, llegó el 24 de septiembre.

Había completado la vuelta al mundo, aquello que parecía imposible, aquello que nadie creía llegaría alcanzar, en el tiempo previsto. 15 meses. Hay versiones que apuntan que cobró la apuesta; otras, que no le hizo falta tras la gran fama alcanzada durante su viaje. Incluso se apunta a que no era más que otra invención de Annie para tener la excusa perfecta para emprender su viaje. Lo que sí es cierto es que las ganancias que generó durante el viaje con su especie de bicicleta publicitaria fueron enormes.

Una carrera escondida

Tras su regreso, Annie se mudaría con su familia a Nueva York, donde comenzó a trabajar como periodista en el hoy extinto New York World. Publicaba con el pseudónimo The new woman, que no tardaría en explicar: "Soy una periodista y una nueva mujer. Y eso significa que me creo capaz de hacer cualquier cosa que pueda hacer un hombre".

Sin embargo, su fama no duró mucho. A pesar del éxito alcanzado, su historia fue poco a poco olvidándose, por lo que Annie vivió el resto de su vida anónimamente. Trabajó, entre otras, como vendedora de ropa, y falleció a los 77 años en Nueva York.

Tras su muerte, pocos conocían realmente su increíble historia. Y los que la conocían apenas hablaban de ella.

Hasta que a finales del siglo pasado un descendiente de Annie, Peter Zheutlin, comenzó a recopilar los detalles, y los plasmó en un libro, Around the World on Two Wheels: Annie Londonderry's Extraordinary Ride, que vio la luz en 2007. A partir de ahí le sucedieron más libros, un documental que relata su vida, e incluso una obra de teatro que se ha representado en otros países además de Estados Unidos, como Canadá o Gran Bretaña.

El viaje de Annie por el mundo continúa.

Este artículo forma parte del libro 'HEROÍNAS a través del deporte', del mismo autor. Una colección de 25 historias de mujeres deportistas que iniciaron nuevos caminos, rompieron barreras, y trascendieron en las generaciones venideras, en la línea del artículo que acaban de leer.

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