El tenista Andre Agassi, con su sincera biografía Open, fue quien puso voz, con su popularidad, a los muchos deportistas que han reconocido ser infelices pese a sus éxitos y a tener esa supuesta vida idílica que se da por hecho desde fuera. "Era el número 1 más infeliz del mundo, prefería ser el 141", escribe el estadounidense. ¿Por qué no quería ser el mejor? Porque el camino hasta la cima es duro y exige mucha disciplina desde bien pequeño. ¿Es capaz un niño de ser el número uno sin cambiar su esencia, su personalidad, eso que le hace ser quién es? Agassi es el ejemplo de que no todos están capacitados. Pero Rafa Nadal es un ejemplo de que sí es posible. El español siempre ha contado que, en este sentido, fue fundamental la educación de sus padres y de su entrenador, Toni Nadal.
Cuando me dispuse a ver En busca de Bobby Fischer pensé que vería una película sobre ajedrez y así lo es, pero esa no es la esencia por la que te cautiva y te hace reflexionar constantemente. No me quedé pensando en si es recomendable sacar pronto a la reina (lo entenderán cuando vean la película) sino en cómo me gustaría educar a mis hijos si alguno nace con un don excepcional. ¿Debería dejar todo para dedicarse a lo que mejor sabe hacer? ¿Tendría que nadar, correr, esquiar, tirar a canasta o jugar al ajedrez todo el día desde los cinco o seis años y renunciar al resto de cosas que divierten al resto de niños? De eso trata esta brillante película.
La historia se centra en el pequeño Josh Waitzkin, un niño con un don para el ajedrez y cuyo futuro prometedor es comparado con el del gran Bobby Fischer, el primer estadounidense campeón del mundo, y un tipo raro porque desaparece tras lograr esta hazaña. ¿Está muerto? No sé sabe nada de él, pero para el resto de aficionados, profesionales y maestros, es el referente a seguir.
¿Cuál es el mejor método pedagógico para llegar a ser Bobby Fischer? La lógica te dice que es imitar sus pasos, ¿no? Eso significa copiar sus movimientos y obsesionarte con el "arte", que no deporte, del ajedrez. Ahí es cuando surgen los mejores momentos de la película, cuando enseña toda la sensibilidad y profundidad que tiene en los personajes que rodean y aconsejan a Josh. El profesor académico, duro que le pide "odiar y sentir desprecio" por sus rivales, el profesor de la calle, con un método opuesto, un padre exigente y una madre que no quiere ver como su hijo pierde su inocencia: "No es débil, es noble", explica. Es un drama maravilloso, una historia inspiradora y con un final conmovedor.
Como dato curioso el niño que interpreta a Josh Waitzkin es Max Pomeranc, que no ha tenido ninguna continuidad como actor. Sin embargo, la cinta tiene muchos secundarios conocidos. Está Laurence Fishburne, popular por Matrix, Joan Allen, por la saga de Bourne, Ben Kingsley, ganador de un Oscar por Ghandi y conocido por La Lista de Schindler o X-Men y William H. Macy, que a mí me encanta en la serie de Shamelees y cuya fama se ganó bien merecidamente por Fargo.