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Jim Hines, el desdeñado hombre más rápido del mundo

Hace más de medio siglo se convirtió en el primer ser humano que bajaba de los 10 segundos en los 100 metros lisos. Poco después caía en el olvido.

Hace más de medio siglo se convirtió en el primer ser humano que bajaba de los 10 segundos en los 100 metros lisos. Poco después caía en el olvido.
Jim Hines cruza la meta tras romper la barrera de los 10 segundos. | Página web oficial Jim Hines

Cuenta el periodista Miguel Vidal, en su magistral libro ‘Memorias de un reportero’, que cuando llegó a Giddings, un pueblo con menos de tres mil habitantes, nadie conocía a Jim Hines. A pesar de que allí viviera el hombre más rápido del mundo. El hombre que sólo una década atrás se había convertido en el primer humano que había corrido 100 metros en menos de diez segundos. Pero nadie sabía quién era, ni dónde estaba…

Nacido en Dumas, Arkansas, el 10 de septiembre de 1946, a los 10 años ya comenzó a correr. Creció en Oakland, California, y estudió en la Universidad de Texas Southern, en Houston. A los 20 años hacía los 100 metros en 10,3 segundos, según afirma él mismo. Y en 1968 se impuso en el campeonato nacional de atletismo con un tiempo de 9,9 segundos. Aunque entonces fue con un cronometraje manual. No era considerado válido a efectos de registros.

Aquella victoria, no obstante, le dio el billete para los Juegos Olímpicos de México de 1968. Y ahí iba a llegar la hazaña. Ahora sí, con un reloj electrónico. Oficial.

De hecho, fue en aquellos Juegos cuando se estrenó el cronometraje electrónico. Y Jim Hines quería demostrar al mundo que su marca era real, no un error manual. Entre las series y las semifinales el estadounidense, al igual que su compatriota Charles Green y el cubano Hermes Ramírez, ya rozaron los 10 segundos.

Pero fue en la final olímpica, cuando deben brillar los grandes, donde Hines voló.

Una final que ya iba a entrar en la historia antes de comenzar. Por primera vez, los ocho participantes eran de raza negra. En unos Juegos tan marcados, entre otras cuestiones, por los asuntos raciales, no deja de ser una paradoja.

Aunque no arrancó liderando, Jim Hines fue quien acabó más fuerte, en una técnica que él mismo se encargaría de confirmar que tenía así preparada. Se impuso con un tiempo inicial de 9,89, posteriormente corregido a 9,95. No había duda: era la primera vez que un atleta bajaba de los 10 segundos. El podio fue completado por el jamaicano Lennox Miller (10,04) y el estadounidense Charlie Green (10,07)

Un récord, el de Hines, que tardaría 15 años en ser superado. Calvin Smith lo lograría en 1993, en Colorado, con un tiempo de 9,93. De ahí, hasta Usain Bolt, actual plusmarquista de la distancia con 9,58. Pasando por Carl Lewis, Leroy Burrell, Donovan Bailey, o Asafa Powell. Pero él, Jim Hines, fue el primer humano en bajar de los 10 segundos, hace ya más de medio siglo.

Además, para consagración de su figura, unos días después repetía medalla de oro olímpica, en este caso en la prueba de 4x100, en la que se impuso junto a Charles Greene, Mel Pender y Ronnie Ray Smith. 38,24 fue su tiempo, también récord del mundo.

El peso del Black Power

Sin embargo, aquella gesta, que dura hasta nuestros días, no encontró en la sociedad estadounidense de entonces la respuesta que merecía.

Todo porque Jim Hines se sumó al Black Power presente en los Juegos de México del 68. No llevó guantes negros. No puso sus puños en alto. Su protesta fue quizá más sutil, pero de tremenda incidencia. En la ceremonia de entrega de medallas, era el estadounidense Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional y de reconocida ideología ultraderechista, antisemita y racista, quien debía colgarle el oro. Hines se negó a que fuera él. Finalmente fue otro miembro del Comité quien lo hizo. El atleta se granjeó con ese gesto el apoyo de la comunidad afroamericana, sí, pero también el rechazo de los estamentos deportivos estadounidenses.

Al regresar a casa Jim Hines sorprendería a todos retirándose del atletismo y firmando un contrato profesional con los Miami Dolphins de la National Football League. Pero pasó sin pena ni gloria. Jugó poco en Miami, fue traspasado a los Kansas City Chiefs, y ahí jugó aún menos.

A partir de entonces, su trayectoria fue directamente hacia abajo. Ningún reconocimiento. Ninguna ayuda. El pesado manto del black power le perseguiría para siempre, como a Tommie Smith y a John Carlos. Probó en diferentes oficios, vendió sus medallas de oro, y se mudó a Giddings, un pequeño pueblo en la carretera de Austin a San Antonio, donde nadie le conoce.

"En Estados Unidos hay tantos campeones olímpicos que se devoran como si fueran una hamburguesa", sentencia Jim Hines en la entrevista con Miguel Vidal. Sería incluido en el Salón de la Fama del atletismo de Texas en 2016.

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