En los años 50 era muy complicado imaginarse una mujer a bordo de un coche. Y mucho menos en una carrera. Hasta que apareció ella. Maria Teresa de Filippis, nacida en Nápoles el 11 de noviembre de 1926.
Su infancia la pasó rodeada de caballos, su primera gran pasión, en una lujosa mansión familiar. Su padre, el Conde Franz, era miembro de la alta aristocracia partenopea, el propietario de la empresa eléctrica que distribuía la energía para el riego de la región de Campania.
Así que el dinero nunca fue un problema para los de Filippis. Amantes del automovilismo, Maria Teresa conoció desde pequeña los circuitos acompañando primero a su padre y después a sus hermanos mayores.
Todo comienza por un desafío
Fue precisamente por una apuesta de éstos por lo que Maria Teresa de Filippis se enganchó al mundo de las carreras de coches. Sus hermanos la desafiaron, afirmando que ella jamás sería capaz de conducir un coche en una carrera por sí sola. Al menos, no de hacerlo lo suficientemente rápido como para participar en una competición.
Desafío aceptado. Pocas semanas después se estrenaba en los 10km de la Salerno-Cava dei Tirreni. Y lo hacía proclamándose vencedora de su categoría –y segunda del global- con un Fiat 500.
A partir de ese momento comenzó a inscribirse en más competiciones, y poco a poco se fue haciendo un nombre en un mundo tremendamente machista como el del automovilismo.
Fue escalando categorías vertiginosamente. Al año siguiente ya participaba en la categoría de sports de 750 cc, cosechando grandes resultados con un Urania primero y un Giaur después.
Aun así, era incapaz de desquitarse del estigma de ser una mujer al volante. Uno de los tragos más duros lo pasó en el X Giro di Sicilia, en 1950. Tras pilotar durante once horas bajo la lluvia, terminó en la cuarta posición. Pero instantes después de concluir la carrera fue descalificada. Supuestamente, su vehículo había sido empujado en la salida. Pero no fue hasta el final cuando se lo comunicaron.
Aquello generó una gran indignación. No por la decisión tomada de excluirla, sino por hacerla correr más de mil kilómetros, en unas condiciones atmosféricas complicadas, para después descalificarla. "Creo que los comisarios no querían quitar a la carrera un motivo de interés", declararía Maria Teresa, molesta. Porque, efectivamente, la presencia de una mujer en la carrera generaba interés. O curiosidad, mejor dicho.
Pero la progresión de di Filippis no se detuvo. En 1954 participó en el campeonato italiano de sports con un Osca 1100. Quedó tercera, y sólo un accidente en el Giro de Cerdeña -que le dejó sordera casi total en el oído izquierdo- le privó de hacerse con el título.
Se afirma incluso que durante aquellos años había llamadas a los organizadores de las pruebas para conocer si Maria Teresa iba a participar. Parece ser que había pilotos que no estaban dispuestos a competir si aquello podía suponer caer derrotados por una mujer.
"Mi vida se había convertido en un desafío que no siempre resultaba divertido para los hombres. Pero yo quería poder apagar esa sonrisa de suficiencia de muchos de ellos", afirmaba Maria Teresa, a quien molestaban enormemente los reconocimientos recibidos como "la mujer más simpática" o "la mujer más regular". Consideraba que era una especie de cortesía no demandada, cuando ella lo que quería era ser juzgada únicamente por sus resultados en las carreras. En igualdad al resto de participantes.
El salto a la Fórmula 1
En 1955 dio otro salto de categoría, y con un Maserati A6 GCS, un 2000cc, se hizo con la victoria en la durísima Catania-Etna, tras un bonito duelo con el gran favorito a hacerse con la prueba, Nicola Musumeci.
No había duda. Por capacidades y por resultados, Maria Teresa de Filippis, que ya se rodeaba de grandes pilotos como Juan Manuel Fangio o Tazio Nuvolari, estaba preparada para debutar en la Fórmula 1.
Lo haría en 1958. Aunque para ello tuviera que costearse la compra de su propio vehículo, un Maserati 250 F, el mismo que había llevado su buen amigo Fangio el año anterior, en el que se había proclamado campeón del mundo.
Su primera carrera fue en abril, en el Gran Premio de Siracusa, prueba no puntuable –como era habitual en la época- del campeonato del mundo. Maria Teresa de Filippis terminó quinta.
En aquella temporada se inscribió en cinco Grandes Premios válidos para el mundial. En uno de ellos, en Montecarlo, no llegó al tiempo mínimo para poder disputar la carrera. Era algo que le sucedía a muchos pilotos. Sin ir más lejos, en ese mismo Gran Premio le sucedió a un tal Bernie Ecclestone…
En otros dos tuvo que abandonar antes de concluir: en Portugal y, el más doloroso, en Monza, cuando a seis vueltas del final, marchando quinta y siendo el único piloto italiano que seguía en pista, se le rompió el motor.
Sí terminó en Bélgica, en el circuito de Spa-Francorchamps, en la décima posición, a dos vueltas del líder que fue el británico Hawthorn. De ese modo, el 15 de junio de 1958 Maria Teresa de Filippis se convertía en la primera mujer que terminaba un Gran Premio de Fórmula 1.
Reims marca su carrera
El siguiente Gran Premio en el que debía participar era el de Reims, en Francia. Pero no le dejaron. En el país galo no estaban dispuestos a que una mujer participara en su Gran Premio, y aprovecharon la trágica muerte de Annie Bousquet en el 12 Horas de Reims dos años antes para llevar a cabo –organización y prensa- un movimiento para impedir la presencia de Maria Teresa. Se llegó a afirmar que Francia era "el país donde las mujeres bellas nacían, no donde morían".
Aunque la realidad era otra. Según relataría la propia de Filippis en una entrevista en The Observer años más tarde, el director del Gran Premio le había comentado personalmente que "el único casco que una mujer debería usar es el que te ponen en la peluquería".
Pero aquello no fue lo peor que le sucedió en el Gran Premio de Francia. Durante la disputa de la carrera su gran amigo –con el que había mantenido una relación sentimental años atrás- Luigi Musso fallecía al estrellarse con su Ferrari.
Entre ambos capítulos, a Maria Teresa le acecha la duda de si continuar o no en la Fórmula 1 la próxima temporada. Otro buen amigo, Jean Behra, terminará de animarla, ayudando en la confección de un coche, el Porsche RSK, adaptado a las medidas de de Filippis.
Montecarlo era la primera carrera del mundial, y Maria Teresa logró la clasificación para formar parte de la parrilla de salida. Pero antes del domingo fue descalificada porque, según los organizadores, su crono fue conseguido cuando el tiempo ya había terminado. Una decisión con la que no estaba de acuerdo la piloto italiana, y que afirma se debió a intereses políticos.
El Gran Premio de Avus, Alemania, era la siguiente parada. De Filippis debía estar el domingo en la carrera, pero Jean Behra, que competía con Ferrari, discutió con Enzo Ferrari. No iba a correr con el cavallino rampante, así que el francés le pidió a la italiana si le prestaba su Porsche para competir. No le pudo decir que no. Después de todo, él había hecho posible la existencia de ese vehículo.
Y en aquella carrera y con ese vehículo Jean Behra se estrelló, y falleció.
Aquello ya fue insoportable para Maria Teresa de Filippis. Eran demasiados los amigos que había perdido en los circuitos. Aquello, y los consejos de Fangio de que debía conducir con mayor precaución y que entonces, en su juventud, fueron ignorados pero que ahora, con la mente más madura y golpeada tomaban mucho más sentido, hicieron que, con 33 años, la piloto italiana decidiera su retirada.
Durante dos décadas no pisó ningún circuito, hasta que en 1979 se unió al Club Internacional de Antiguos Pilotos de Fórmula 1. En 1997 fue nombrada vicepresidenta, y posteriormente presidenta de honor. Cargo que ostentó hasta su muerte, el 8 de enero de 2016, a la edad de 89 años.
Para entonces, Maria Teresa había podido ver cómo sólo cuatro mujeres más llegaban a disputar de manera oficial un Mundial de Fórmula 1: Lella Lombardi (la única que ha conseguido puntuar), Divina Gallica, Desiré Wilson, y Giovanna Amati. Son pocas. Muy pocas. Pero quizá sin la irrupción y la brillantez de Maria Teresa de Filipis ninguna de ellas habría gozado de la oportunidad.
Este artículo forma parte del libro 'HEROÍNAS a través del deporte', del mismo autor. Una colección de 25 historias de mujeres deportistas que iniciaron nuevos caminos, rompieron barreras, y trascendieron en las generaciones venideras, en la línea del artículo que acaban de leer.