El 27 de enero nos recuerda cada año –aunque debería hacerlo cada día– el Holocausto, la mayor de las atrocidades cometidas en la historia de la humanidad. Más de 15 millones de personas perdieron la vida en el exterminio nazi, de los que seis millones eran judíos.
No obstante, aquella pesadilla real nos ha dejado también gran cantidad de historias de superación, de supervivencia, de humanidad. Y muchas de ellas tienen que ver con el fútbol. Aquí ya hemos contado varias. Y hoy toca narrar la de Raffaele Jaffe, pionero del fútbol italiano, que terminó aniquilado en Auschwitz.
Enamorado del fútbol
Raffaele Jaffe nacía el 11 de octubre de 1877 en Asti, Piamonte. Su vida transcurrió en el cercano Casale Monferrato tras obtener en el Instituto Técnico Leardi una plaza como profesor de ciencias naturales y química.
De origen hebreo, jamás mostró inquietudes por el fútbol. Hasta que un frío día de invierno contempló atónito cómo varios de sus alumnos hablaban entusiasmados de ese deporte. Estaban planeando acudir a un partido del Caresana Calcio, un equipo vecino. Y Jaffe ve tanta ilusión en esos chicos que decide acompañarles.
Una vez en Caresana, el profesor queda prendado. Por la práctica del deporte, pero también por los valores que puede transmitir su práctica. Una manera lúdica de poder aplicar aquellos mismos valores que él trata de inculcar como profesor, piensa.
No tardará en dar el paso. En 1909, durante una reunión escolar, Raffaelle Jaffe y sus ilusionados alumnos fundarán el Casale Foot Ball Club. Un equipo que nace del fervor de Jaffe y los suyos, pero también en contraposición a los vecinos del Pro Vercelli, dominadores del fútbol italiano en aquellos comienzos del Siglo XX. A demostrarlo el hecho de que si el Pro Vercelli vestía rigurosamente de blanco, ellos lo harían de negro. "Y con una estrella blanca en el centro", añade Jaffe el día de la fundación del equipo, "porque necesitaremos de mucha fortuna", como recuerda el periodista Adam Smulevich en su libro Presidenti.
Y los éxitos llegan casi de inmediato. Para sorpresa de todos. Con un equipo formado en poco tiempo e íntegramente por estudiantes del Istituto del que Jaffe ya era director, se logra primero el triunfo en la tercera división. Y al año siguiente se impone en la segunda categoría. Así que sólo dos años después de su nacimiento, el equipo ya está en la Primera División, ya podrá enfrentarse a sus rivales de la Pro Vercelli.
El sueño imposible
La ciudad se enciende y se apasiona con un deporte que no entiende aún de profesionalismos, sino de amor propio y orgullo. Y aunque los primeros años en la máxima categoría, como es lógico, son complicados, no es menos cierto que el equipo muestra una continua y enorme progresión.
Ese crecimiento se demuestra en el verano de 1913, cuando el Reading inglés realiza una gira por Italia. Es cierto que no se trata del mejor equipo británico, pero la diferencia existente entonces entre el fútbol de las islas y el italiano es más que notable. Por eso, el Reading se deshace con comodidad primero del Genoa (4-2) y después del Milan (5-0). Sin embargo, cuando deben enfrentarse al Casale, se ven sorprendidos. Son los locales quienes se imponen en el marcador por 2 a 1, convirtiéndose de ese modo en el primer equipo de fútbol italiano que vence a uno inglés en toda la historia.
Y en 1915 llegará lo que sólo unos meses atrás parecía imposible. Era la edición número 17 del campeonato nacional italiano. Y el Casale no partía entre los favoritos. Pero en la primera fase ya se encarga de proclamarse campeón del grupo piamontés-ligur, empatado a puntos con el Genoa. El Pro Vercelli, el gran favorito y archienemigo del Casale, se queda fuera.
En la fase final, se impone a Inter, Juventus y Genoa, para enfrentarse en la final a la Lazio. 7-1 es el resultado del partido de ida, disputado en Casale Monferrato. Con el 0-2 en Roma, el Casale se proclama campeón de Italia. Sólo han pasado seis años de aquella reunión escolar con una idea loca en la cabeza…
La ciudad es una fiesta. Los jugadores se reúnen con los aficionados –entonces, eran todos similares por costumbres y estatus– y beben y cantan y celebran juntos. Jaffe, que no participa de los festejos, lo celebra orgulloso en casa junto a su familia.
Como quiera que en esos años el fútbol italiano está viviendo un importante cambio con la llegada del profesionalismo, el éxito del Casale no se volverá a repetir jamás. Cuando entra el dinero en juego, un equipo modesto formado por estudiantes tiene poco que hacer… pero aquella hazaña de 1915 no se la quitarán jamás. Ni al Casale –que hoy se encuentra en la cuarta categoría– ni a Rafaelle Jaffe.
El triste final
Sin embargo, unos años más tarde las cosas cambiarán de manera más drástica aún para Rafaelle Jaffe. En 1938 se instauran las Leyes Raciales en Italia. Los judíos se ven excluidos de todo. No pueden trabajar. Los niños no pueden ir a la escuela. Tampoco puede hacerlo Jaffe, pese a que se había casado con una católica, y se había bautizado en 1937.
Se ve obligado a abandonar la escuela en la que había pasado casi toda la vida, y poco después es enviado al campo de prisioneros de Fossoli, en Carpi. Ahí estará durante cinco meses, siendo relativamente bien tratado –si es que se puede decir así– tras ser reconocido. Son constantes las cartas de amor y de desesperación, debatiéndose entre la vida y la muerte, que le escribe a su amada mujer.
En agosto de 1944 llega la orden de ser trasladado a Alemania. Lo suben a un tren, y desembarca en Auschwitz. El mismo día será asesinado, tras ser declarado inútil por su edad. Por su fortuna, dada la situación a la que se enfrentaría, tan solo pasará unas horas en el horror del campo de concentración. El suyo es uno de los millones de cuerpos que terminarán en el horno del crematorio con el que los nazis culminan su plan de "solución final de la cuestión hebraica".