Lawrence Lemieux (Edmonton, 12 de noviembre de 1955) fue un regatista canadiense con buenos resultados en la década de los 80’, que llegó a ser olímpico con su país en 1984 y 1988. Pero si por algo es recordado aún a día de hoy es por su tremendo gesto de humanidad durante la competición en los Juegos de Seúl, que le valió para ser reconocido con la medalla Pierre de Coubertin.
La mañana en que debía entrar en competición se había levantado tranquila en Busan, sede de la vela durante la cita olímpica coreana. Tras las cuatro primeras regatas Lawrence Lemieux, que participaba en la clase Finn, marchaba segundo en la general, sólo por detrás del español José Luis Doreste –a la postre campeón-. Las opciones de medalla eran serias. Incluso se podía plantear el oro.
Sin embargo, con la competición ya arrancada, hubo un sorprendente cambio de viento, que pasó a soplar con fiereza. Tanto que se llevó por delante a la embarcación de Singapur que participaba en la clase 470. Uno de sus tripulantes fue arrojado al agua. El otro colgaba del casco de la embarcación.
Lemieux observó atónito lo que estaba sucediendo a pocos metros de su ubicación, y no lo pensó. Acudió al rescate de los dos singapurenses, que estaban en verdadero peligro, y además sin el material de seguridad adecuado por no poder costeárselo.
Rescató primero a Chan, alejado de su embarcación, y después ayudó a Siew, quien sangraba abundantemente tras cortarse en la mano al tratar de agarrarse a su embarcación.
Después de conseguir salvar la situación de ambos tripulantes, Lemieux se quedó con ellos esperando hasta que llegara un barco de la Armada de Corea en su rescate. Entonces el canadiense volvió a su embarcación y trató de completar la manga, obviamente perdiendo demasiado tiempo. Terminaría último, aunque posteriormente la organización, debido a las circunstancias especiales acaecidas, decidió mantener en la general la clasificación que había hasta el momento del rescate. Esto es, con el canadiense segundo.
Finalmente, tras completar las dos mangas que restaban, Lemieux terminó fuera del podio. A pesar de ello, durante la ceremonia de entrega de medallas Juan Antonio Samaranch, entonces Presidente del Comité Olímpico Internacional, le otorgó la medalla Pierre de Coubertin "por su espíritu deportivo, sacrificio personal y coraje, encarnando las virtudes más correctas del ideal olímpico". De este modo Lemieux se convertía en el quinto receptor de tan noble reconocimiento en toda la historia, y el segundo que lo hacía durante la celebración de los Juegos Olímpicos, tras el italiano Eugenio Monti.
Su gesto de olvidar su posición de privilegio en la clasificación, incluso su posible medalla, para tratar de ayudar a unos competidores de otro país, que no tenían ninguna opción de un buen papel, y que incluso disputaban otra modalidad, bien vale ese reconocimiento. "Sólo hice lo que establece el mundo de la navegación: rescatar a quien esté en problemas", declararía días después.
Y lo cierto es que, como se suele decir, aquella Medalla Pierre de Coubertin tuvo más valor para Lawrence Lemieux que en el caso de haber entrado en el podio olímpico. "Trabajas toda tu vida por conseguir resultados, y apenas recibes elogios. Sin embargo, 30 años después de aquel rescate, todavía se sigue hablando de ello".