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Mundial de Rugby: la corrección política desembarca en Japón

Un deporte a medio camino entre la tradición y la tecnología, en el que la imagen no es preocupación principal.

Cada Copa del Mundo, alrededor del rugby se vive una sensación de repercusión fuera de lo común. El tercer evento deportivo más seguido del planeta genera una expectación, una presencia mediática que se traduce en un estrés difícil de digerir. Un deporte a medio camino entre la tradición y la tecnología, en el que la imagen no es preocupación principal, se encuentra de cuatro en cuatro años con la amenaza de la futbolización: el foco de la prensa, no siempre interesada en lo que ocurre en el campo, y la tentación de tratar desde la corrección política lo natural.

Eso que se llama "el mundo del rugby" rara vez ha sucumbido, sencillamente por una total falta de preocupación, siquiera de atención. Casi nunca, hasta este Mundial. Tal vez por estar aconteciendo fuera de la zona de confort geográfica de la disciplina, quizás por las visiones políticas de Agustín Pichot, brillante medio melé y capitán de Los Pumas, ahora protagonista vicepresidente de World Rugby, siempre dispuesto a compartir sus puntos de vista sobre todo lo ajeno al deporte.

El detonante del desembarco de la corrección política en el rugby ha sido una foto. Más allá de la imagen, la más que aceptación, interiorización de la presión mediática, propia de otros ámbitos de la vida. La instantánea muestra al árbitro sudafricano Jaco Peyper imitando junto a siete aficionados galeses el codazo que Vahaamahina propinó Wainwright, agresión que le valió al segunda línea de origen polinesio la expulsión en el partido de cuartos de final que a su equipo le acabó costando la eliminación del Mundial.

"Cuando nos despertamos y vemos eso, es chocante, incluso inadmisible. Hay que ser prudente y ver si es una foto real o un montaje", declaró Bernard Laporte, presidente de la Federación Francesa de Rugby. Periodistas de medio mundo, también de España, se rasgaban las vestiduras como no lo hicieron tras la agresión de la que parte toda la polémica. Algunos, la controversia. Otros, por una obstinada querencia al puritanismo.

En el rugby, no llega a la docena el grupo de colegiados que arbitra todos y cada uno de los partidos principales, de selecciones o clubes, en cualquier lugar del mundo. Son parte del juego. Deportistas respetados, queridos por los aficionados que, por una sencilla cuestión de coincidencia en el tiempo y el espacio, mantienen una relación cercana con jugadores e hinchas. Un trato natural. En el caso de Payper, es cierto que no eran altas sus posibilidades de ser el árbitro principal en alguno de los cuatro partidos restantes de la Copa del Mundo. Poco importa. El sudafricano pagará cara la broma: quedó descartado para dirigir las semifinales, incluso como juez de línea, y todo apunta a que se expone a un fuerte castigo.

La sanción, aparatosa y entre aspavientos, en una resolución llamativa en un deporte poco dado a estas reacciones, fue confirmada por el órgano rector de la disciplina: "World Rugby está al corriente de una foto que circula en redes sociales que muestra a Jaco Peyper con un grupo de aficionados galeses luego de los cuartos de final entre Gales y Francia ayer (domingo) en Oita". Sentenciaba: "el Comité de Selección de árbitros descartó a Jaco Peyper para este fin de semana".

El tiempo dirá si la dictadura de lo políticamente correcto ha inundado el rugby para siempre. De momento, el galés Nigel Owens arbitrará la primera semifinal entre Nueva Zelanda e Inglaterra este sábado en Yokohama, mientras que el francés Jérome Garces dirigirá el Sudáfrica-Gales, el domingo a la misma hora y en el mismo lugar.

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