Cada Copa del Mundo sirve para confirmar, poner en práctica y probar las modificaciones normativas promovidas durante los cuatro años anteriores desde World Rugby. Un torneo como el de Japón, tan novedoso en muchos aspectos en comparación con los otros ocho celebrados desde 1987, no podía ser menos y está incorporando una variación con impacto directo sobre el juego y, según las estadísticas, sobre los resultados.
Desde hace años, la creciente importancia del físico en el rugby, paralela al proceso de profesionalización, es una preocupación principal de jugadores, entrenadores, médicos y árbitros, por el creciente número de lesiones resultantes de impactos, especialmente en la cabeza. Para atajar el problema, el máximo organismo de la disciplina introdujo hace un par de años una prueba de conmoción cerebral (HIA) dirigida por un médico imparcial, para la que el jugador implicado es sustituido durante hasta 10 minutos, si la supera. En caso negativo, no puede regresar al terreno de juego.
Además del HIA, durante las últimas semanas, World Rugby está impulsando una mayor atención y un endurecimiento de las sanciones derivadas de placajes altos (por encima del cuello) o ilegales (impactos directos con el hombro, sin intención de abrazar al rival, por ejemplo). Este cambio está trayendo como consecuencia un número inusualmente alto de tarjetas rojas, que ya alcanza las siete sólo en la fase de grupos, mientras que hasta Japón 2019 el récord para un torneo completo fue cuatro en 1995 y 1999.
La última de las expulsiones se dio durante el Irlanda-Samoa del grupo A, cuando un balón botando acabó en el placaje de Bundee Aki sobre Ulupano Seuteni. Desde ese instante, una acción ilegal, de antijuego, dio paso a una de esas historias que alimentan los tópicos del rugby, no pocas veces manoseados por aquellos tentados por hablar de épica en lugar de deporte. De batallas en lugar de partidos. De mitos en lugar de jugadores.
Para el centro irlandés nacido en Nueva Zelanda de padres samoanos era un partido especial. Se enfrentaba a su país de ascendencia representando a su nación adoptiva, en la que lleva años viviendo. Tras la amonestación, para el 12 de Connacht no fue un encuentro distinto sólo por razones sentimentales, también por convertirse en el último protagonista de la nueva, y para algunos desconcertante, interpretación de la norma que efectúan los árbitros.
Igual de emotivo debía ser el entonces previsible choque de cuartos de final frente a su país natal. Así lo sabían el jugador, sus compañeros y sus rivales sobre el terreno de juego. Tan es así que, tras el partido, el seleccionador de Samoa, Steve Jackson, dijo que tanto sus jugadores como él mismo harían todo lo posible por ayudar al irlandés a evitar una sanción más allá del partido que enfrentó a ambos combinados. En concreto, Jackson se ofreció a colaborar con la Irish Rugby Football Union y los abogados desplazados expresamente desde Dublín, en la defensa de la apelación ante el panel disciplinario de World Rugby, reunido esta semana en Japón.
Antes de la vista, el entrenador de la selección polinesia sostuvo que "hay factores atenuantes, la altura del impacto, todas estas cosas entran en juego, pero es a cara o cruz en este momento. Conozco a Bundee desde hace mucho tiempo, es un gran hombre, tiene un gran carácter y no quiere hacer eso a nadie. ¿Hubo mala intención? No, fue sólo físico en el placaje, y siendo samoano siempre lo sería. Están pidiendo a los jugadores que tomen una decisión en una fracción de segundo sobre qué tipo de placaje tienen que hacer, lo cual es muy difícil".
Con nadie, salvo la norma, en contra de las esperanzas de Bundee Aki, se celebró la audiencia disciplinaria por un acto contrario a la Ley 9.13. Tras el acto, World Rugby emitió un comunicado desde Tokio: "Teniendo en cuenta los factores atenuantes que se consideran en relación con la sanción, incluido el historial disciplinario limpio del jugador, el comité redujo el punto de entrada de seis semanas a tres semanas, lo que equivale a tres partidos en el contexto de la Rugby World Cup 2019".
La acción conjunta de la IRFU, los abogados desplazados y el papel de los samoanos, aunque únicamente redujo el castigo a la mitad, ha dejado una de esas historias que trascienden el deporte o, seguramente, justifican su razón de ser. Aki se perderá el cruce con Nueva Zelanda del próximo sábado y las poco probables semifinal y final del Mundial. En el presumible caso de que Irlanda no supere por primera vez la barrera de cuartos de final, y aunque quisiera volver a la disciplina de Connacht, no podrá participar en los siguientes partidos de la provincia del oeste de la isla en el PRO14.