Doha, la capital de Qatar, clausuró este domingo la XVII edición de los Mundiales de atletismo al aire libre tras diez días de competición. Un evento que puede calificarse de vergonzoso, pese a las bondades que la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y su presidente, el británico Sebastian Coe, tratan de vender al mundo.
"Los atletas de todo el mundo han ofrecido el mayor espectáculo de la historia de los Mundiales, de acuerdo con el ránking de marcas que miden la calidad de una competición. Son marcas increíbles, pero el mérito hay que atribuirlo también a las instalaciones y a las condiciones aportadas por el país anfitrión", afirma Coe. "Doha ha creado condiciones insuperables en el terreno de juego y en la zona de calentamiento", subrayaba el que fuera campeón olímpico de los 1.500 metros en los Juegos Olímpicos de Moscú'80 y Los Ángeles'84.
En su balance de los campeonatos, Coe ha destacado que se han batido seis récords de los Mundiales, 43 equipos han ganado medallas y atletas de 68 países han obtenido al menos un finalista —entre los ocho primeros clasificados—. También se han batido 21 récords de área, el doble que en Londres 2017, y 86 récords nacionales, con lo que estos Mundiales de Doha son los mejores de la historia en cuanto a marcas realizadas, según las estadísticas de la IAAF.
Sin embargo, hay otra realidad, que trasciende lo meramente deportivo, que es bien distinta. Antes de la celebración de estos Mundiales, Coe habló de vocación de universalidad del atletismo para justificar la elección de Doha como sede del evento, pero a nadie se le escapa que la principal razón es la ingente cantidad de dinero que las autoridades qataríes han desembolsado para llevarse el acontecimiento a su país.
Uno de los principales motivos de esta desvergüenza es la escasísima asistencia en el moderno e imponente Khalifa Stadium de Doha, escenario de los Mundiales. El pasado sábado 28 de septiembre, en el segundo día de competición, se disputó la final masculina de los 100 metros lisos, una de las pruebas reinas del atletismo, en la que el norteamericano Christian Coleman ganó la medalla de oro con la sexta mejor marca de la historia (9.76), mientras que otros cuatro finalistas bajaron de los diez segundos. A pesar de ello, el estadio sólo registró un diez por ciento de su aforo (5.000 de 48.000 espectadores). Sencillamente lamentable...
hristian Coleman se corona rey de la velocidad en Doha
un tiempo de 9.76 por delante de Gatlin y De Grase#Doha2019 a href="https://twitter.com/hashtag/100m?src=hash&ref_src=twsrc%5Etfw">#100m
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— RTVE Deportes (@deportes_rtve) September 28, 2019
La maratón más inhumana de la historia
Pero lo que más polémica ha causado en estos Mundiales ha sido el calor y la elevadísima humedad. Pese al novedoso cooling system —aire acondicionado— implantado en el Khalifa Stadium, donde más de 3.000 cañones de frío alimentados de agua transformada en gas se han encargado de refrescar el ambiente dentro del estadio, además de controlar la humedad para que la temperatura rondase siempre los 25 grados centígrados, el gran problema ha estado en las pruebas de marcha y la maratón, pues los atletas tuvieron que correr fuera del recinto en la Avenida Corniche, junto a la bahía de Doha.
La combinación letal de altas temperaturas (superiores a los 30 grados) con una humedad todavía peor, rondando el 80 por ciento, ofreció el peor de los escenarios a los atletas, aun cuando las asistencias estuvieron siempre al quite. Así, el amplio dispositivo médico de Doha 2019, que ha estado dirigido por el doctor español Juan Manuel Alonso, tuvo que trabajar a destajo para atender a los desvanecidos y trasladarlos en silla de ruedas a la clínica de meta, donde al cabo de una hora recuperaban el aliento.
No es de extrañar, pues, que en estos Mundiales se hayan registrado un sinfín de abandonos, con imágenes que hasta han rozado lo inhumano. Por ejemplo, la que se produjo en el primer día de competición el viernes 27 de septiembre, en las eliminatorias de los 5.000 metros masculinos: el atleta de Guinea-Bissau Braima Dabo se ganó la admiración del público cuando ayudó al exhausto Johnathan Busby, de Aruba, a cruzar la línea de meta en una asombrosa exhibición de espíritu deportivo.
A great moment of sportsmanship between two athletes at the #WorldAthleticsChamps. pic.twitter.com/n0OPncOstF
— NBC Sports (@NBCSports) September 27, 2019
Sólo un día después se disputó la maratón femenina, en una carrera sencillamente demencial. Fue más un ejercicio de supervivencia que un evento deportivo en el que se corrieron los 42,195 kilómetros con unas condiciones durísimas: más de 30 grados de temperatura y una humedad cercana al 90 por ciento. El resultado, 28 atletas retiradas y el tiempo más lento en la historia de los Mundiales. La ganadora fue la keniana Ruth Chepngetich, con dos horas, 32 minutos y 43 segundos. Muy lejos de la mejor marca de la historia en la maratón femenina (2h.15:25), en poder de la británica Paula Radcliffe desde abril de 2003.
No tardaron en llegar los primeros abandonos. Mucho se había rumoreado con la cancelación de la prueba, pero al final la maratón femenina se disputó y concluyó con un ritual que, las que llegaron, repetían. Entraban en meta, celebraban con la poca fuerza que aún tenían y posteriormente se desplomaban al suelo. Tal fue el esperpento que en el centro médico del lugar ya no cabía ninguna atleta más. Entre ellas, por ejemplo, la turca Fadime Çelik, cuya imagen ha dado la vuelta al mundo: completamente exhausta, tuvo que ser atendida en camilla por el personal médico.
Como surrealista fue también la estampa que dejó la italiana Giovanna Epis, entrando en la meta en silla de ruedas y empujada por uno de los comisarios médicos de la prueba.
En juego estaba la salud y hasta la vida de estas atletas, que en Doha han disputado la maratón más vergonzosa de toda la historia. La maratón y los Mundiales más vergonzosos, a tres años vista de la Copa del Mundo de fútbol que se disputará en Qatar 2022.