Los horrores cometidos por la Alemania del Este en su afán por convertirse en una superpotencia mundial del deporte fueron muchos. Aquí ya hemos contado más de una historia, como el caso de la atleta que se convirtió en hombre. Una de las deportistas que sufrió las mayores atrocidades fue la velocista y saltadora de longitud Ines Geipel. Porque no sólo fueron físicas…
Nacida en Dresde el 7 de julio de 1960, Ines Schmidt –su apellido de soltera– destacó desde bien joven por sus capacidades físicas. Como sucedía en aquella época con muchas de sus compatriotas, fue pronto reclutada para potenciar sus cualidades. En su caso, en el SC Motor Jena.
En 1980 ya formaba parte de la selección de atletismo de la República Democrática Alemana (RDA), y en 1984 alcanzó su mayor éxito, al conseguir el récord del mundo en el relevo de 4x100 por clubes junto a sus compañeras Ingrid Auerswald, Marlies Göhr y Bärbel Wöckel. Una marca, 42 segundos y 20 centésimas, que aún hoy continúa vigente…
Una de tantas víctimas
Aquella enorme marca la catapultó a la fama, pero también al suplicio… Desde la RDA la presionaron más para conseguir grandes resultados también para su país. Y ya sabemos cómo se las gastaban entonces en la extinta Alemania del Este… un país que ideó un complejo sistema de dopaje para con sus deportistas.
Un año después, en 1985, Geipel comenzó a sentir unas molestias abdominales. A partir de ahí, dolores renales, bulimia, y una serie de operaciones de las que la atleta no sabía en qué consistían, excepto de que no solucionaban nada… "No sabía qué era lo que sucedía. No lo supe hasta muchos años más tarde".
En realidad, no lo supo del todo hasta 2003, cuando fue intervenida y la verdad salió a la luz: tenía órganos dañados, músculos seccionados, tejidos destruidos… una auténtica mutilación sufrida durante su enfermedad y, sobre todo, después de las operaciones.
"Al menos he tenido la oportunidad de poder contarlo. Y eso me ha liberado. Pero hay otros 1.500 atletas afectados, y ni la mitad se han atrevido a hacerlo público", cuenta Ines Geipel.
Como en su caso, no fue hasta después de la caída del muro de Berlín que se comenzaron a conocer datos. Se sabía que en los años 70 y 80 la República Democrática de Alemania había conseguido más de 400 medallas de oro en campeonatos internacionales, y una ingente cantidad de marcas mundiales que tardaron años en verse superadas.
Y se sospechaba el modo. Pero fue a partir de entonces cuando se descubrió el plan de dopaje sistemático que había aplicado el país con sus deportistas para mejorar su proyección internacional.
Grandes cantidades de esteroides eran suministrados a grandes cantidades de deportistas, a quienes se engañaba afirmando que eran tan solo vitaminas. Aquello provocó terribles efectos secundarios en la mayoría de ellos. Incluso a muchas de ellas se las inseminaba artificialmente para aumentar la producción de hormonas, y después eran obligadas a abortar.
Se estima que desde 1974 el Estado había obligado a más de 15.000 deportistas a doparse de forma sistemática. Casi una tercera parte de ellos ha desarrollado cáncer.
No sólo el dopaje
Paralelamente, Ines Geipel fue víctima de otra vejación. En 1984, durante una concentración del equipo de atletismo alemán en México para preparar los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, se enamoró de Ernesto Canto, un marchador mexicano. Juntos prepararon la huida de la atleta de la RDA para poder estar juntos. La idea era pedir asilo político en Estados Unidos durante la celebración de los Juegos. Pero la Stasi lo descubrió y lo impidió. La catalogó de "políticamente inestable", afirmando que constituía una amenaza porque se relacionaba con atletas extranjeros.
A partir de entonces, el órgano de inteligencia alemán sometió a Geipel a duras técnicas psicológicas de intimidación. Entre los dolores antes mencionados y aquella situación, decidió abandonar su carrera deportiva sólo un año después. "La Stasi lo supo y se aprovechó de mi enfermedad para librarse de mí", cuenta Ines.
Una voz para los que quieren hablar
No fue hasta 1989 cuando Ines Geipel conseguiría huir de la RDA a través de Hungría, hasta llegar a Darmstadt, donde estudió filosofía y sociología. Años más tarde volvería a Berlín, ya unificada, y desde 2001 es profesora de lengua alemana en la Escuela Superior de Artes Dramáticas Ernst Busch.
Pero la nueva batalla de Geipel no había hecho más que empezar. En el año 2000 fue reconocida como víctima del dopaje tras participar en el juicio en el que fueron condenados el exministro de Deportes y presidente del Comité Olímpico de la RDA Manfred Ewald, así como el doctor Manfred Hoeppner, jefe de los servicios médicos del Comité Olímpico Alemán del Este, por su complicidad en los daños ocasionados a veinte deportistas. A partir de ese momento, y junto a muchos otros compatriotas, fue indemnizada.
Desde entonces Geipel, que solicitó a la Federación Alemana de Atletismo la retirada de su nombre en la lista de los récords por haberlos conseguida de manera fraudulenta, se convirtió en la voz de muchos atletas afectados por el dopaje sistémico de la RDA. Mediante diferentes artículos y libros –también ha escrito novela y poesía– relataba algunas historias vividas por compañeras suyas. Eso, las que se han atrevido a contarlo. Porque, como afirma Geipel, "todavía hay muchas víctimas de aquel terrorífico dopaje que no se atreven a contar todo lo que les ha sucedido".