El vuelo Sabena 548, la tragedia en el hielo
Un accidente de avión terminó con una de las mejores generaciones de patinaje artístico de Estados Unidos.
El 15 de febrero de 1961 el vuelo 548 de Sabena se estrellaba en las cercanías del aeropuerto de Bruselas, donde tenía previsto el aterrizaje. Fallecieron las 72 personas a bordo, entre las que se encontraban los integrantes del equipo nacional de patinaje artístico de Estados Unidos, jugadores y entrenadores. Debían llegar a Praga para disputar el campeonato mundial de patinaje...
Un equipo prometedor
Lo cierto es que Estados Unidos ha tenido siempre una gran tradición por el patinaje artístico. Y poco antes del accidente era considerada la mayor potencia mundial de este deporte, con la irrupción de las grandes estrellas de la década de los 50 Hayes Yankins, Carole Heiss o Tenley Albright.
Pero aquel tiempo de dominación tocaba a su fin, y se hacía necesaria una regeneración del equipo. Aquella necesidad parecía encarnarse en la jovencísima figura de Lawrence Owen, sexta en los Juegos Olímpicos de 1960 con tan solo 15 años.
1961 debía ser el año de su consolidación. Tras la victoria en el campeonato nacional, se hablaba de Owen como la futura reina del mundo del patinaje artístico. El Mundial de Praga se presentaba como el escaparate perfecto para demostrar al mundo su inmenso talento.
Pero Lawrence Owen no era la única estrella del equipo que iba a participar en el Mundial. Se podría destacar, por ejemplo, a Dudley Richards, campeón de Estados Unidos; Ila Ray Hadley, quien con 17 años ya había participado en unos Juegos Olímpicos; o Laurie y William Hickox, una pareja de hermanos que con 15 y 17 años ya habían sido medallistas en los campeonatos estadounidenses.
O, sin ir más lejos, a la propia hermana de Lawrence, Maribel Owen Jr, también campeona nacional. Y es que los padres de las hermanas Owen habían sido magníficos patinadores. Su madre, Maribel Vincent, de hecho, está considerada una de las mejores patinadoras y después entrenadoras de la historia del patinaje americano. No en vano, fue nueve veces campeona de Estados Unidos individual y seis más en pareja; ganó una plata en un mundial, y un bronce olímpico. Como entrenadora había iniciado en aquellos años una brillante carrera: del equipo olímpico de 1960, seis de los doce integrantes eran entrenados por ella.
Por todo ello, no es de extrañar que se comentara en la prensa que aquel equipo podía ser el mejor que jamás había reunido Estados Unidos, porque no se trataba sólo de una figura o dos, sino de todo el conjunto. Se esperaba que en Praga llegaran las primeras de las muchas medallas de oro que iba a conquistar aquel joven equipo de ensueño…
La tragedia en el hielo
Con esa ilusión se desplazaba todo el equipo hacia Bruselas, en vuelo directo, en el día de San Valentín de 1961. Poco antes de embarcar, los 18 miembros se hicieron una fotografía sonriendo y saludando desde las escaleras del avión, en una imagen que, fatídicamente, ha quedado para la posteridad.
El vuelo transcurrió con normalidad hasta el momento de sobrevolar el aeropuerto de destino. Cuando el piloto iba a iniciar el descenso para el aterrizaje se le indicó que debía postergar la maniobra unos minutos, hasta que una pequeña aeronave abandonara la pista. Entonces, según testigos oculares, el avión comenzó a moverse de manera errática y terminó estrellándose en un campo en las inmediaciones de la ciudad dormitorio de Berg.
La causa exacta del accidente jamás se llegó a aclarar. Según la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos, la hipótesis más probable fue el mal funcionamiento del mecanismo de regulación del estabilizador. Pero nunca se pudo confirmar.
Lo que es irrefutable es que fallecieron los 72 pasajeros a bordo, incluidos los once miembros de la tripulación y los dos pilotos, así como 34 personas que pertenecían directa o indirectamente al equipo estadounidense de patinaje artístico: 18 patinadores, 6 entrenadores y 4 jueces, además de 6 familiares de los patinadores. Según las informaciones posteriores, estaban todos sus cuerpos abrazándose cuando fueron encontrados. Sabían desde el avión que iban a morir.
La noticia causó una gran conmoción en Estados Unidos, y en el mundo del patinaje. Se decidió anular el campeonato mundial que estaba a punto de arrancar, como muestra de dolor por la muerte de los patinadores estadounidenses.
Un enorme vacío
Aquella tragedia dejó un gran vacío en el patinaje estadounidense. No sólo por los magníficos patinadores que fallecieron, sino también por los entrenadores que iban en el avión, que eran los mejores del país.
Prueba de ello es que Estados Unidos, que tuvo que recurrir a entrenadores europeos durante la siguiente década, tardó seis años en volver a ganar una medalla de oro en un Mundial que, recordemos, se celebra cada año. Lo hizo gracias a la patinadora Peggy Fleming. La misma que en 1968 se impondría en los Juegos Olímpicos de Invierno de Grenoble. Fue, como confesaría la propia Fleming, "una gran confianza para todos de que, a pesar de todo, era posible volver a estar en lo más alto".
Y efectivamente, con la siguiente generación llegaron muchas victorias del equipo de Estados Unidos de patinaje sobre hielo. Tanto en Juegos Olímpicos como en Mundiales.
Pero no son pocos los que ven la relación directa entre aquel maravilloso equipo, y los patinadores y éxitos posteriores. "Los cimientos de aquel desastre supusieron el nacimiento de una nueva generación de estrellas", se llegó a pronunciar durante una gala de homenaje.
Nunca sabremos si, como se afirma en muchas ocasiones, aquel joven y talentoso equipo hubiera dominado el patinaje artístico durante años. Si de verdad Laurence Owen hubiera sido la mejor patinadora de todos los tiempos. El paso de los años tiende a magnificar este tipo de sucesos. Pero de lo que no hay duda es de que aquel día de San Valentín de 1961 un formidable equipo de patinadores artísticos desapareció para siempre de la manera más trágica posible.
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