Eugenio Monti (Bolzano, Italia, 23 de enero de 1928) es el deportista más laureado en la historia del bobsbleigh. Pero su camino no iba encaminado a ello. Sí a la nieve, claro, habiendo nacido en una de las zonas de esquí por excelencia en Europa. Fue en el eslalon gigante donde comenzó a cosechar sus primeros éxitos: campeón de Italia en 1949 y en 1950, año en que también brilló en la pruebas de eslalon especial y de descenso.
No había duda de que con tan solo 22 años "el rubio volador", como le había bautizado la prensa italiana, se trataba de una de las mayores promesas del esquí italiano y mundial. Pero entonces la tragedia se le presentó en forma de lesión. O de lesiones, mejor dicho. En enero del 51, mientras entrenaba, se rompió los ligamentos de la rodilla. La cirugía deportiva de la época no era como la de ahora, con lo que aquello significaba prácticamente el final de su carrera. Una nueva lesión cuando intentaba regresar lo confirmaba definitivamente.
Para Monti fue imposible volver a esquiar. Pero encontró la mejor manera de seguir compitiendo en su hábitat, la nieve. El bobsleigh se presentó entonces como su tabla de salvación, pues entre todos los gestos técnicos que requiere no había ninguno que afectara sobremanera sus maltrechas rodillas.
Y entonces se convirtió en el mejor de la historia. Tardó sólo un año en conquistar su primer título italiano, utilizando un nuevo modelo de trineo creado por él mismo en Cortina d’Ampezzo. Y en 1957, formando pareja con Renzo Alverà, logra su primer oro mundial. En total, durante su carrera, conseguirá diez medallas en mundiales (nueve de ellas de oro), otras seis en Juegos Olímpicos (dos de oro, dos de plata y dos de bronce), muchos títulos italianos, y victorias por todo el mundo.
Pero no fue ninguna medalla de oro, ni de plata, ni de bronce la más importante que conquistó Eugenio Monti. Porque si bien su palmarés es profuso, hubo un gesto, una acción, que ha trascendido a la historia, y que le sirvió para ser premiado con la Medalla Pierre de Coubertin, aquella que reconoce al verdadero espíritu deportivo.
El nacimiento del reconocimiento olímpico
Sucedió durante los Juegos Olímpicos de Innsbruck de 1964. Monti competía junto con Sergio Siorpaes, formando una de las parejas favoritas a llevarse el oro. La otra era la formada por los británicos Tony Nash y Robin Dixon. Al finalizar la primera manga el equipo italiano iba primero, y el británico segundo.
Poco antes de arrancar la segunda manga Tony Nash se dio cuenta de que se acababa de romper un tornillo del eje trasero de su trineo. Aquello les dejaba sin ninguna opción. De hecho, difícilmente podrían terminar el descenso.
En los italianos comienza a dibujarse una sonrisa. Su mayor rival está fuera de la pelea por las medallas. Pero Eugenio Monti no piensa lo mismo. Se levanta de su banquillo, va hacia algún lugar donde se encuentra el material de su equipo, y saca un tornillo. "Esto es para Tony. Yo no compito esperando a que mi rival se retire".
Gracias al gesto de Monti Nash y Dixon no sólo pudieron terminar la manga sino que consiguieron llevarse el oro, desbancando a la pareja italiana. Tras concluir la jornada, Monti se limitó a comentar "Nash no ha ganado porque yo le haya dado el tornillo; lo ha hecho porque ha sido el más rápido".
Aquel gesto generó el estupor y la admiración de todos. Hasta el punto que el COI, que ya llevaba tiempo con la idea en la cabeza, terminó de impulsar la creación de una medalla, un reconocimiento, que premiara las acciones de altísima lealtad en el mundo del deporte. ¿Qué mejor momento para hacerlo que tras aquel noble gesto, y además durante unos Juegos Olímpicos?
Nacía así la Medalla Pierre de Coubertin, la ‘medalla al verdadero espíritu deportivo, el más alto reconocimiento que un atleta pueda recibir’, como definirían en su presentación. Y Eugenio Monti fue su primer ganador. Junto a él, se reconoció también el maravilloso gesto de Luz Long con Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín del 36.
Desde entonces y hasta hoy, en más de 50 años, han sido sólo 17 más los deportistas que han recibido tan importante premio.
Eugenio Monti recibió muchos más reconocimientos: fue nombrado Comandante de la República Italiana; la pista olímpica de Cortina d’Ampezzo lleva su nombre, así como la zona del recinto olímpico de Turín destinada al bobsleigh; y, la última, en 2015 entró en el Hall of Fame del deporte italiano. Pero ninguno como el honor de ser el primero en recibir "una medalla que vale más que cualquier oro", como el propio Monti afirmaría.