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Martine Wright, de víctima en el atentado de Londres a atleta olímpica

Este mes se han cumplido 13 años del atentado de Londres, que dejó 52 muertos, centenares de heridos, y una historia de superación como la de Wright.

Este mes se han cumplido 13 años del atentado de Londres, que dejó 52 muertos, centenares de heridos, y una historia de superación como la de Wright.
Martine Wright, durante un encuentro de los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 | Página Web Oficial Comité Paralímpico Internacional

El jueves 7 de julio de 2005 cuatro explosiones se sucedían en el metro y un autobús de Londres. Perpetradas por la organización terrorista Al Qaeda, asestaron un duro golpe en el corazón de la capital inglesa, provocando la muerte de 52 personas.

700 personas más resultaron heridas. Entre ellas Martine Wright, una chica de 32 años, licenciada en Psicología y Comunicación. Wright se dirigía a su trabajo como directora de markenting. Con un poco de resaca por la celebración de Londres como sede de los Juegos Olímpicos de 2012, se dio cuenta de que llegaría algo tarde cuando al contemplar el reloj éste marcaba las 8.49h.

Esa fue justo la hora en la que uno de los pasajeros que se sentaban a su alrededor detonó la bomba suicida que mataría a siete personas de aquel vagón. Era la primera de cuatro, que se terminarían llevando la vida de 52 personas, en lo que sería conocido como los atentados del 7/7.

Martine Wright no terminaba de comprender qué había sucedido. Sólo veía humo, y escuchaba gritos. Muchos gritos. Abrumada, contempló cómo una de las zapatillas que llevaba puesta estaba frente a ella, sobre un trozo de vagón que se había roto. No tenía ningún sentido. Nada tenía ningún sentido.

Wright fue la última superviviente en ser rescatada del vagón. Pero ella ni se dio cuenta. Había perdido casi tres cuartas partes de su sangre cuando la liberaron. Estaba inconsciente, y fue trasladada de inmediato al Royal London Hospital. Allí estuvo en coma durante diez días. Pero cuando despertó le dieron la peor noticia. Le habían amputado sus dos piernas a la altura de la rodilla. Ahora tomaba sentido la imagen de su zapatilla a tanta distancia.

Cambio de perspectiva

Tras superar diversas operaciones, comenzó la complicada tarea de aprender a caminar de nuevo. De hacerlo con prótesis. Un exhaustivo y doloroso proceso de muchos meses. Fue entonces cuando su fisioterapeuta le comentó que en el mismo hospital se practicaban diferentes deportes para ayudar en la rehabilitación.

Wright decidió hacerle caso. Cualquier cosa para mejorar. Cualquier cosa para despejar la mente. Primero probó con el tenis sobre silla de ruedas, pero se sentía demasiado sola practicándolo. Así que optó por un deporte de equipo. Fue el voleibol sentado el que más le llamó la atención, entre otras cosas porque era el único que se hacía sin sillas, ni ayudas, ni nada. Simplemente como era cada uno. Desde el primer momento le encantó.

"Éramos un grupo de chicas con las que podías hablar y comprender sobre lo que nos había pasado a cada una. El hecho de ser una persona y, de repente, al día siguiente ser otra persona totalmente distinta. Era muy confortable encontrarse y entrenar de manera intensa con un grupo de mujeres así, cada una con su trauma y sus propios retos que superar. Nos daba mucha confianza", afirmaba Wright.

Unos pocos meses después le preguntaron si quería formar parte del primer equipo. Su respuesta afirmativa fue inmediata. El año 2006 se estaba terminando, y en el fondo aparecía un nuevo reto: los Juegos Olímpicos en Londres. En su casa. "Cuando conocí que Londres iba a ser la sede de los Juegos, jamás pensé que yo podría participar. En cuanto me lo mencionaron en el equipo de voleibol, mi perspectiva cambió".

Aunque confiesa que tardó años en terminar de aceptar su nueva vida, aquel reto inesperado ayudó sobremanera. "Me centré en conseguir un sueño que, de otra manera, hubiera sido imposible. Representar a mi país en unos Juegos Olímpicos, poder vivir aquello desde dentro, y sólo unos meses después de estar a punto de perder la vida… Desde luego, fue un pensamiento que dio sentido a lo que me había sucedido, y que me dio una inmensa fortaleza que aún hoy mantengo".

Y, efectivamente, llegó la oportunidad. Gran Bretaña iba a participar en los Juegos Paralímpicos en voleibol sentado, y Martine Wright iba a formar parte del equipo. El destino quiso que en lugar de como espectadora, pudiera participar como atleta. "No puedo ignorar que el día siguiente al anuncio de que Londres sería la sede, yo perdí mis dos piernas. Lo último que recuerdo de aquel día es que estaba leyendo algo en el metro sobre aquellos Juegos…".

Para Wright, poder participar de aquel sueño fue toda una experiencia. Gran Bretaña perdió los tres partidos, los nueve sets, pero eso era lo de menos. "Éramos un equipo hecho de una manera más terapéutica que competitiva. Ninguna de nosotras había sido jamás deportista. Pero como equipo éramos invencibles. Aun perdiendo 3 a 0, nos marchábamos del estadio con la sensación de haber ganado".

Aquel mismo 2012 Martine Wright fue distinguida por la BBC como una de sus personalidades deportivas del año. Y en 2016 fue nombrada miembro de la Orden del Imperio Británico por sus servicios al deporte.

Una década después de los atentados del 7 de julio, Wright confesaba: "De alguna manera eso es lo mejor que me podría haber pasado. Quizá decir 'lo mejor' no es lo más correcto, y debería decir que fue un cambio de vida con muchos efectos positivos. Pero lo que quiero decir es que ​todo aquello, el accidente, la policía salvándome la vida… había perdido el 80% de mi sangre. ¿Cómo puede alguien perder tanta sangre, en el metro, sin ser rescatada por más de una hora, y sobrevivir? A eso me refiero". Y no se trata sólo de sobrevivir, sino del hecho de, sólo unos años después, participar de manera activa en el movimiento olímpico.

Y es que, aunque parezca una locura, Martine Wright saca mucho más positivo que negativo de aquel terrible suceso. "Es verdad, hay días en que tengo dolores en unas piernas inexistentes, e incluso alucinaciones con humo y sonidos de helicópteros, pero mira a mi alrededor. Tengo una familia, mi marido, mi hijo, mi casa, me puedo tumbar a ver la luz del sol mientras escucho los pájaros. Y he participado en unos Juegos Olímpicos. Sinceramente, creo que de lo malo siempre puede venir lo mejor".

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