El 3 de junio de 1927 un agricultor que vivía cerca de Peonis, en Udine, vio desde la ventana de su casa el cuerpo agonizante de un atleta. Se acercó a él para descubrir que perdía sangre de la cabeza, de la nariz, y de un ojo. Aun sin saber quién era decidió cargarlo a sus espaldas y trasladarlo al pueblo más cercano, Gemona del Friuli. Ahí se descubrió que era Ottavio Bottechia, el primer ciclista italiano que había ganado el Tour de Francia. Unos días después moría en el hospital por una "fractura lateral y en la base del cráneo".
Ottavio Bottechia había nacido en San Martino di Colle Umberto, provincia de Treviso, el primero de agosto de 1894. Criado en la pobreza, casi de niño comenzó a trabajar como albañil, hasta que fue llamado a filas para combatir en la Primera Guerra Mundial. Fue ahí donde aprendió a montar en bicicleta, pues formó parte del sexto batallón de Bersaglieri, cuerpo de infantería que se desplazaba en bicicleta para hacer llegar los mensajes.
De la guerra regresó con una Medalla de bronce al valor militar, una visión diligente de la vida, y mucha hambre. Por eso, y por la destreza que había adquirido, comenzó a tomarse el ciclismo como una actividad con la que podía ingresar algo de dinero.
En 1920 comenzaron a llegar sus primeras victorias, de ámbito local, hasta que en la Milán-San Remo de 1922 saltó a la palestra al llegar el primero en el Passo del Turchino, que entonces era sin asfaltar y de gran dificultad. Aquello le dio cierta fama, aunque ésta se diluyó al conocerse sus ideas políticas: Bottecchia era considerado de izquierdas, en una década en que el país trasalpino estaba bajo el mandato de Mussolini.
Aquello provocó que tan solo le fuera permitido participar en una ocasión en el Giro de Italia, en el de 1923. Terminaría quinto en la clasificación general, alcanzando gran fama en su país, pero nunca más volvería a participar. El régimen italiano no podía permitirlo. El Tour de Francia vio entonces una gran oportunidad para reclutar a uno de los mejores ciclistas del momento. Henri Desgrange, organizador de la grand boucle, le ofreció la oportunidad de acudir aquel mismo año, como gregario de los hermanos Pélissier en el equipo Automoto, y él aceptó. "Así podré comer algo", declaró. No acudió por fama, sino por hambre.
Brillo italiano en Francia
En aquella primera participación en el Tour Bottecchia enamoró a todos los aficionados con su subida pirenaica al Aubisque, colocándose líder de la ronda gala. Sin embargo, sufrió unos problemas intestinales –como le ocurrió, por ejemplo, a Dumoulin en el Giro- en la etapa del Izoard, que le hicieron perder el maillot amarillo, en favor del líder de su equipo Henri Pélissier. Algunos apuntaron a que fue por culpa de una botella inteligente, preparada por su propio equipo, que prefería una victoria francesa. En cualquier caso, aquello le valió para ingresar una importante cantidad de liras, seguramente más de lo que imaginaba antes de aceptar acudir a Francia.
Y al año siguiente copó todos los periódicos galos desde el comienzo del Tour de 1924. Buen rodador, con buen final, excelente escalador, se erigió en el héroe de principio a fin. Ya en la primera etapa, entre París y Le Havre, logró la victoria, manteniendo el maillot amarillo hasta el final, tras ganar también en Luchon, Perpignan y París.
Especialmente brillante fue su exhibición en la etapa reina de los Pirinieos, subiendo el Aubisque, el Tourmalet, el Aspin y el Peyresourde en solitario, aventajando de cada vez más a sus perseguidores, llegando a meta en Luchon con una ventaja de 27 minutos y 58 segundos, sentenciando la carrera. "Avanza a zancadas, preciso como el balanceo de un péndulo: parece el único que no necesita de esfuerzos superiores a sus posibilidades. Consigue 27 minutos sobre el segundo clasificado, aunque hoy no ha cantado" publicaría aquel día Le petit Parisien.
Ottavio Bottecchia se convertía en el primer italiano que ganaba el Tour. Pero ya no era Bottecchia. Ahora era Botescià. Francia le había adoptado, dándole el cariño que su Italia natal no le había sabido dar.
Un triunfo que se repitió al año siguiente, a pesar de las cartas anónimas amenazadoras que le habían llegado desde Italia. Nuevamente líder de la carrera desde la primera etapa, París – Le Havre, consiguiendo tres victorias más, en Burdeos, Bayona y París, y consolidánse como el mejor ciclista del momento.
En el Tour de 1926, donde obviamente llegaba como gran favorito, no pudo repetir éxitos. Durante la etapa entre Bayona y Luchon, en los pirineos, tuvo que abandonar víctima de una enfermedad. Exhausto, destrozado por dentro y por fuera, cuentan las crónicas que "lloró como un niño" cuando se bajó de la bicicleta "en un escenario apolítpico a causa del frío y la lluvia".
Una muerte inesperada
Pese a que Italia le había dado la espalda, Bottecchia nunca le dio la espalda a su país. Por eso, con las ganancias que había conseguido en Francia, compró una casa en San Martino, su pueblo, para él y para sus padres, y montó una tienda de bicicletas.
Precisamente fue en esas tierras que tanto conocía donde fue encontrado muerto el 3 de junio de 1927. Lorenzo Santolo, agricultor de Peonis, vio algo extraño tirado en el suelo. Salió con su escopeta, pensando que podía tratarse de algún animal. Pero lo que encontró ahí fue un hombre tirado, agonizante, y rodeado de sangre. Tenía el cráneo roto, así como varios huesos más. Lo cargó a sus espaldas y le llevó al bar más cercano. Ahí descubrieron que se trataba de Ottavio Bottechia, y fue trasladado al hospital más cercano, en Gemona de Friuli. Tras 12 días de lucha, su vida se apagaba. Tenía 33 años.
El misterio sin resolver
"Fractura de la base craneal" se dijo en el hospital. Como si eso bastara para explicar una muerte que no tenía nada de claro, más allá de que se trataba de Ottavio Bottechia. Las primeras hipótesis hablaron de un accidente. Pero el hallazgo de la bicicleta en perfecto estado sólo a unos metros de donde Santolo encontró el cuerpo de Bottechia lo descartaron de inmediato.
Posteriormente se habló de un asesinato, teoría que se sostuvo durante bastante tiempo, pero poco a poco la teoría se fue diluyendo, dando paso a tres nuevas hipótesis, antes de que finalmente se considerara como más conveniente hablar de un golpe de calor. Y la gente prefirió conformarse con esa versión.
Se rumoreaba, no obstante, que Bottechia fue asesinado por su oposición al fascismo. No en vano, en esas condiciones se había asesinado poco antes a su hermano Giovanni, cuando regresaba a casa en bicicleta. También se apuntó a que ambos hermanos fueron asesinados por un asunto de apuestas clandestinas.
Para acrecentar las dudas y enigmas, el párroco de Peonis, Dante Negris, afirmó, cuando ya se hallaba cercano a su último respiro, que Bottechia había sido asesinado por mostrarse contrario a Mussolini. Pero ni la palabra divina fue suficiente, porque poco después dos personas se declararon culpables. Primero un emigrante italiano detenido en Nueva York, quien confesó que había asesinado a Ottavio y a su hermano por encargo de un dirigente fascista.
Más tarde, un campesino aseguró haber matado a Bottechia a bastonazos porque le había hallado robando la uva de su campo. Aunque poco se sostuvo, pues junio no es temporada de uva. Aunque sí que se descubrió que el campesino y Bottechia se conocian, y se apuntó a la posibilidad de un crimen pasional.
Demasiadas hipótesis, demasiadas contradicciones, que terminaron por anular unas a otras, y dando como resultado que aún hoy, justo 90 años después de su muerte, el misterio sigue abierto. Lo único que se sabe cierto es que Bottechia falleció a los 33 años, dejando para el recuerdo a uno de los mejores ciclistas de la primera mitad del siglo XX, el primer italiano capaz de imponerse en el Tour de Francia.