Como los Juegos Olímpicos ya habían alcanzado su madurez, superando incluso obstáculos como una Guerra Mundial, y se habían situado como el evento deportivo de referencia del planeta, el barón de Coubertin se quiso sacar la espina clavada con el fracaso de la edición de París de 1900, y volvió a llevarlos a París, su ciudad natal, la cuna de la recuperación de los juegos modernos.
"Nadie regateará al renovador de los Juegos Olímpicos el derecho de pedir un favor excepcional para su ciudad natal, París, donde gracias a sus desvelos se preparó y luego fue solemnemente proclamada, el 23 de junio de 1984, la reanudación de las Olimpiadas", esgrimió. Todo, para batir a las otras trece ciudades que pretendían ser sede de los Juegos Olímpicos, entre ellas Barcelona. Todo, para quitarse la espina que tenía clavada... y vaya si lo consiguió.
El Gobierno francés no escatimó en gastos a la hora de construir instalaciones deportivas. El Estadio Olímpico de Colombes, con 60.000 asientos, la piscina olímpica de Tourelles, de 50 metros de largo y capacidad para 10.000 espectadores, o la aparición por primera vez de una Villa Olímpica, son los mejores ejemplos.
Participaron 44 naciones, 15 más que en la anterior edición, pese a la exclusión de Alemania, todavía penalizada por la Guerra de diez años antes, y un total de 3.092 atletas, de los cuales 136 eran mujeres. Estados Unidos fue la gran estrella del evento, una vez más, conquistando 45 medallas de oro, para un total de 99 preseas.
Finlandia confirmó la sorpresa que ya había apuntado cuatro años antes, colocándose segunda en el medallero con 14 oros, gracias sobre todo a sus finlandeses voladores. Una vez más Paavo Nurmi fue su referencia, consiguiendo la victoria en los 1.500 y 5.000, pese a que las dos finales se disputaron con apenas una hora de diferencia, así como en el cross. También sumaron Wille Ritola, quien se impuso en los 10.000 metros y en 3.000 obstáculos, mientras que Albin Stenroos ganó el maratón. Además, en equipos, Finlandia se llevó el oro en las pruebas de 3.000 metros y de cross.
Unos juegos de cine
Individualmente, cabe destacar al nadador austro-estadounidense Johnny Weissmüller, quien conquistó tres medallas de oro –en el 100, el 400, y el 4x100– así como una de bronce con el equipo de waterpolo. Aunque se haría mucho más famoso poco después al convertirse en una estrella del cine interpretando el personaje de Tarzán.
Víctima de parálisis infantil, los médicos le aconsejaron la natación como mejor remedio para recuperarse. Curado a los 13 años, siguió haciendo de la piscina su vida, y ya a los 19 años sorprendería a todos al convertirse en el primer hombre que nadaba los 100 metros en menos de un minuto.
Tras brillar en París, en Amsterdam 1928 conseguiría dos medallas más, para a continuación dar el salto a Hollywood. Protagonizaría más de una treintena de películas, quedando para el recuerdo como el gran Tarzán, y su grito llamando a las fieras en su ayuda.
También resaltaron los nombres de Harold Abrahams y Erik Liddell. Especialmente el segundo, quien se hizo con el oro en la prueba de 400 metros lisos, pero renunció a correr los 100 por motivos religiosos, pues la final se disputaba en domingo. Liddell terminó como misionero en China. Las figuras de ambos atletas se hicieron enormemente reconocidas al realizarse una película sobre ellos, de notable prestigio, y de nombre "Carros de fuego".
Un ganador curioso fue Le Gendre, quien durante la disputa del pentatlón batió el récord mundial de longitud, pero al no ser la prueba propiamente dicha, no le fue reconocido. Unos días después veía cómo De Hart (por cierto, el primer negro en ganar un oro) se llevaba la competición con un salto 30 centímetros más corto.
Y también se podría destacar al nadador australiano Frank Beaurepaire, medalla de bronce en la prueba de 1.500 metros. El mismo resultado que había conseguido nada más y nada menos que en Londres 1908. Es decir, ¡16 años antes!
La irrupción de Lilí Álvarez
España, que estrenaba miembro del Comité Olímpico Internacional en la figura del barón de Güell, y cuyo abanderado en la ceremonia de apertura fue el atleta Félix Mendizábal, participante en la anterior olimpiada de Amberes en 1920, llevó a 82 atletas en 12 deportes.
Y, entre ellos, la primera mujer olímpica, Lilí Álvarez, quien llegó hasta los cuartos de final en la competición de tenis, y de quien esta misma semana contábamos su historia completa en el programa El Primer Palo de esRadio.
En esta ocasión, y a diferencia de Amberes 1920, no hubo medallas. El equipo de fútbol quedó eliminado en primera ronda –competición que se terminaría llevando Urugay-, y los resultados más destacados fueron el cuarto puesto en polo, y la novena posición de Dionisio Carreras en el maratón.
El adiós de Coubertin
Un año después de los Juegos Olímpicos de París, Pierre de Fredi, el barón de Coubertin, dejaba la presidencia del Comité Olímpico Internacional. Y lo hacía, por fin, con una sonrisa. Su París natal había sido capaz de organizar unos Juegos Olímpicos a la altura de lo que él siempre había soñado y por lo que había dedicado toda su vida.
Su sucesor en el cargo fue el conde belga Baille-Latour, quien "sólo" tuvo la misión de mantener los Juegos Olímpicos en el estatus al que habían llegado. En 1927 Coubertin se despedía oficialmente de los Juegos en Olimpia, aunque su espíritu ha seguido y sigue presente en todas las ediciones desde entonces.