No era ni mucho menos la favorita, no entraba en ninguna de las quinielas previas al campeonato, pero Alemania es desde este domingo campeona de Europa de balonmano y con todo merecimiento. Para llegar a eso, aprovecharon los germanos unas de las noches más oscuras que puede tener un rival que, para desgracia de todos era la nuestra. España no apareció por Crakovia a la hora del partido. Sufrió uno de los peores atascos que se recuerdan y perdió una final a la que había llegado con la ilusión de romper el maleficio. Deberá esperar a otra ocasión.
Comenzaba el torneo como había empezado, ante el mismo rival y con los mismos miedos. Aquel día, ya hace dos semanas, porque era el debut y no sabíamos cómo nos iba a ir, cómo nos íbamos a sentir. Los de este domingo porque era una final, la primera en un Europeo desde 2006, la cuarta para España siempre agachando la cabeza, siempre cediendo en el partido decisivo.
La pesadilla comenzó en el Tauron Hall Arena nada más comenzar. Porque ya en la primera parte se veía la magnitud del partido. Se atisbaban en España los temores aparecidos siempre cuando menos deseados son. Sólo seis goles en los primeros treinta minutos, sólo uno en juego en los primeros catorce. La defensa de Alemania, asfixiante y al borde del reglamento, hacía mella en los hispanos. No encontrábamos a nadie y, si lo hacíamos, nos topábamos con un Andreas Wolff magistral. El portero alemán, ocho paradas en el primer capítulo de esta historia, diecisiete al final. Inconmensurable.
En defensa la cosa no iba mal (10 goles en 30 minutos) pero demasiados tiros concedidos. Los germanos, una selección de rachas, no la tuvo. Gracias a Dios porque si no, el partido hubiera terminado muy pronto. Aún así era mucha la presencia enemiga. Stroddle, Damke, Reichmann, Kafner, Peckelaar hacían de las suyas. De seguir ese ritmo no había nada que hacer.
En la reanudación, el gol de Thobias Reichman que ponía el 12-6, min 33, como momento peor del campeonato, ese instante en el que no hay camino de vuelta. Un tanto de Kefner ponía el 16-9. min 44. La tragedia estaba cerca. No se podía ir peor y España se dio cuenta de la dimensión que tomaba el acontecimiento. El cariz era muy oscuro.
Seguía España sin ideas, viendo a Wolff como un muro infranqueable, incluso bajó los brazos por momentos en defensa. El parcial se hacía inmenso, lo intentaban los nuestros con las armas de siempre, intensidad. Se encomendó Manolo Cadenas incluso a Gurbindo, extraordinario defensor, pero ni con esas. No era el día y la selección lo aceptó en el minuto 50. Un gol de Reichmann y otro de Damke daban a Alemania una ventaja sideral. Ya no había marcha atrás. Con el 24-17 final, los germanos sacaban brillo a un oro merecido, los hispanos se quedaban con la plata, como siempre que han jugado una final europea.
Deberá esperar la selección de Cadenas a un preolímpico incómodo aunque será más o menos asequible. Deberá esperar a otra oportunidad para ser campeona de Europa, aunque da la sensación que como esta ocasión no habrá muchas. Deberá estar a otro nivel en otros partidos similares porque la primera parte de esta final no es digna de una candidata. El orgullo queda siempre, la autocrítica también debe aparecer. No pasa nada.