La dureza no la hace el recorrido. La hacen los ciclistas. Y en la etapa de este lunes en la Vuelta a España no había ganas de fiesta. Más bien de hacer lo justito para conseguir el mínimo. Como el estudiante que llega a septiembre después de un verano de juerga y lo fía todo al cinco raspado en el examen. Éste ha sido uno de los últimos tests que le quedaban a los escaladores, por no decir el último claro, y no lo han sabido aprovechar.
Sin embargo, ese estudiante con el que nadie contaba y se ha aplicado de manera correcta está peleando por conseguir un logro que ni él mismo se esperaba. Alguna asignatura, como la crono, se le daba bien. Pero ahora, Tom Dumoulin ha mejorado en montaña. Y eso hace que el próximo domingo pueda ser considerado el mejor estudiante, por encima del ahora número 1, Purito Rodríguez, o de Fabio Aru, que sigue ahí, sin ceder.
Otra cosa es el caso de los Nairo Quintana o Alejandro Valverde, que se fueron a la playa con los deberes hechos (podio en el Tour) y que en la Vuelta buscaban mejorar la nota, pero que no lo van a conseguir, cansados de tanto esfuerzo.
Y entre medias, otros que cuentan para ese podio, como Majka, tercero a 1'35", o Mikel Nieve, quinto a 2'32", y que tienen el podio a tiro.
La fuga llegó a tener 20 minutos de ventaja
Sin embargo, la etapa de hoy no pasará a la historia por haber vivido un auténtico espectáculo de ciclismo. Faltó mucha valentía entre los grandes nombres candidatos a ganar esta Vuelta. Como si ninguno quisiera hacerlo. De tal forma que una fuga de 10 hombres consiguió hasta 20 minutos de ventaja. Casi nada. En el pelotón, ritmo de paseo, tranquilos, y ningún equipo asumiendo el peso de la carrera. Ni el Astana del líder, cono sólo siete hombres; ni el Katusha del líder moral, Purito, que no cuenta con un equipo potente; ni mucho menos el Giant del líder "futuro", Dumoulin, como se presume, porque tiene un bloque menos eficiente, aún.
Así que nadie quiere jugar a esto de ser ciclista, lo que tanto se le reclamó a Movistar en el pasado Tour y que acabaron haciendo, la escapada se frotaba los ojos. Ya al poco de comenzar la etapa vieron que tenían el beneplácito del gran grupo y se marcharon. Entre ellos, dos nombres ilustres como los del francés Pierre Rolland o el luxemburgués Frank Schleck, venido a menos. Juntos a ellos, los españoles Carlos Verona y Omar Fraile, líder de la montaña y que pasó primero por cuatro de los siete puertos del día. También el colombiano Rodolfo Torres, el que más lejos llegó junto a Schleck.
Siete puertos, pero sólo contaron para la general los últimos tres: Cordal, La Cobertoria y la subida final a La Ermita del Alba. Fue el Tinkoff-Saxo de Majka el primero en tensar la cuerda, con un arreón inicial en el puerto del Cordal. Y en su descenso, Luis León (equipazo el de Astana) pone ritmo para que nadie descanse. En La Cobertoria es el celeste kazajo el que manda. Lo intentó, aunque tímidamente, Mikel Nieve, el hombre fuerte del Sky tras la ausencia de Froome. A esa ataque no respondió Astana porque Aru lo pidió por el pinganillo. ¿No quería cebarse o simplemente es que no estaba para ello?
Aún así, Nieve regresó pronto a la disciplina del grupo de favoritos, de unos treinta hombres y que poco a poco perdía gente. Ésa era una carrera, la que iba 15 minutos por detrás de la que se iba a jugar la etapa, ya entre Rodolfo Torres y Frank Schleck, rememorando otras épocas más gloriosas.
Frank Schleck, el más fuerte en la Ermita del Alba
Los dos coronaron La Cobertoria juntos, con los demás ya alejados. Y se jugaron el triunfo en la subida a la inédita Ermita del Alba. Un puerto duro, de cuesta de cabras. Apenas 6'8 kilómetros, pero con un pendiente media del 11% y rampas que llegan al 21 pero que parecían incluso más exigentes. En una de esas rampas, tras aguantar un intento de Torres, Frank Schleck (el mayor de la saga, recordemos, con su hermano retirado) cambio de ritmo y se fue directo a la línea de meta, donde levantaría los brazos en solitario. Sin miedo a perder la etapa, tuvo tiempo de celebrarlo y sacar un colgante antes de atravesar la línea final.
Diez minutos más tarde aparecerían los favoritos, donde el primero en decir adiós fue Valverde, cascado de una temporada larga y exigente. Pero como nadie atacaba, las diferencias iban a ser menores de lo esperado. Nadie atacaba. Nadie. Mucho miedo entre los favoritos. Una etapa de 185 kilómetros reducida a los últimos 30, donde aumentó el ritmo. Y donde el ataque, el de Purito, no se hizo efectivo hasta los últimos 900 metros.
Miedo en los favoritos
Hasta entonces, Dumoulin, al que no han eliminado y mira a la crono del miércoles en Burgos, se agarraba a la última rueda, con Aru pegado a él. El italiano no iba muy sobrado, pero contó con la colaboración de Mikel Landa que, con un ritmo elevado, evitaba los ataques. Es que nadie se movía. ¿Falta de fuerzas? Puede ser. Pero también temor a desfallecer.
Y ya cuando Dumoulin se quedó del grupo, Joaquím se levantó de la bici y se marchó. Era su distancia. Nadie pudo salir a su rueda aunque Aru lo intentó en los últimos 300 metros, llegando desde atrás.
Pensaron en pequeño. En vez de eliminar a Dumoulin pensando en jugarse la general entre ellos, la mente estaba en salir con el rojo en Burgos, en la crono, y así conocer las diferencias de los que hayan salido antes. Así, Purito, líder por un segundo (el mismo tiempo que perdía al arrancar la etapa), saldrá el último, sabrá cuanto tiempo va perdiendo, teniendo en cuenta que la contrarreloj es esa asignatura que no tiene manera de aprobar.
Quizá, algo de valentía en esta etapa que cerraba el tríptico por el norte habría reventado al holandés gran favorito para colocarse el miércoles de líder. Viejos fantasmas asoman en la mente de Purito, recordando aquel Giro de 2012 que perdió por segundos en la crono final. Pero, entonces, al contrario que en la Vuelta, ésa era la última etapa. Aquí todavía quedarán oportunidades. Momento de sacar la garra.