¿Se imaginan a un tenista echando una cabezada en pleno partido? Sólo Nick Kyrgios podía hacerlo. Fue en el Abierto de Estados Unidos. Su imagen, reposando en uno de los descansos, con su rival, Andy Murray detrás, no tiene desperdicio.
El comportamiento de Kyrgios ha manchado su figura en las últimas semanas -llegó a decirle a Wawrinka que su novia, la también tenista Donna Vekic, se había acostado con Kokkinakis, jugador del circuito ATP- , pero el azar parece que se alinea con el australiano. Su duelo en primera ronda frente a Andy Murray le concede la oportunidad de destacar, por fin, en lo deportivo.
Los espectadores disfrutan de un partido con polos opuestos. Nick es puro nervio. Golpes planos, juego directo y arriesgando en cada bola. Murray, mucho más equilibrado mentalmente y en su juego, alarga los puntos, mueve de lado a lado al australiano.
Nick comienza a desquiciarse. Empieza a gesticular y a quejarse amargamente porque unos espectadores acceden a su asiento cuando no les corresponde o porque los focos del estadio le molestan al sacar. Maldice lo sucedido. Inicia su monólogo, que alterna con destellos de talento:
Al final se impone la clase y la elegancia sobre el explosivo torbellino australiano, que en pleno punto, incluso, llegó a perder la raqueta.
Murray terminó superando a Kyrgios por 7-5, 6-3, 4-6 y 6-1. El show estaba finiquitado.