En la comarca Arsi, dentro de la vasta región de Oromia, se levanta Bekoji, una ciudad de apenas 17.000 habitantes que está a camino entre las montañas Bale y Adis Abeba. A pocos kilómetros de Asasa, donde creció el gran Haile Gebrselassie, Bekoji presume de conservar aún el aroma de la Etiopía antigua, con un clima y un aire especiales, y de tener un mercado bullicioso.
La carretera se ve casi inundada por burros, caballos, cabras y vacas, pero coches más bien pocos. El paisaje es árido, pero sus tierras son increíblemente fértiles: allí crecen semillas oleaginosas, café, té, especias, caña de azúcar, algodón y cereales.
No son éstos, sin embargo, los principales atractivos de esta pequeña ciudad, situada a unos 225 kilómetros al sur de la capital del país, rica en historias y que en los años 30 fue brevemente ocupada por el ejército de Benito Mussolini –no en vano, Etiopía es el único país africano que nunca ha sido colonizado por una potencia extranjera y que supo resistir a las invasiones occidentales hasta que llegó la aviación italiana–.
Lo cierto es que Bekoji pasaría desapercibida si no fuera por ostentar el título honorífico de ser la cuna de campeones, tanto olímpicos como mundiales. Entre sus eucaliptos, a 2.810 metros de altitud y con una temperatura media anual de 19 grados centígrados, en esta villa se han forjado auténticas leyendas del atletismo universal como Fatuma Roba, los hermanos Kenenisa y Tariku Bekele, las hermanas Dibaba (Tirunesh, Genzebe y Ejegayehu), Derartu Tulu –prima de las Dibaba– y Mestawet Tufa.
Un bello retrato de Etiopía
En octubre de 2012, con el estreno de Town of Runners, la ciudad de Bekoji dejó de ser una desconocida en el panorama internacional. En este brillante documental británico, dirigido por Jerry Rothwell y grabado en oromo –una de las lenguas oficiales de Etiopía–, se cuenta la historia de Biruk Fikadu y sus amigas Alemi Tsegaye y Hawii Megerse, tres adolescentes que cada mañana entrenan con otros 200 niños y jóvenes, de entre 12 y 20 años, que sueñan con convertirse en atletas profesionales, competir a nivel internacional y, por qué no, ganar el oro olímpico.
Es Town of Runners un hermoso retrato de Etiopía visto a través de las esperanzas y aspiraciones de una generación que vive entre la tradición y el mundo moderno, decidida a abandonar la pobreza y a tratar de construir un futuro mejor no sólo para sí mismos, sino también para su país. Y es que la vida en Bekoji y Oromia es realmente dura: en esta región, una de las más pobres del mundo, sus habitantes viven básicamente de la agricultura y carecen de cosas tan elementales como suministro eléctrico y agua potable.
No es de extrañar, pues, que el atletismo se convierta en una vía de escape para un buen puñado jóvenes, un modo de vida para una generación que aspira a salir de la pobreza haciendo lo que mejor sabe: correr. Y para ello no duda en ponerse en manos de Sentayehu Eshetu.
El mayor descubridor de talentos del mundo
Este simpático entrenador, siempre con la gorra puesta, que no para de sonreír en Town of Runners, es toda una celebridad en Etiopía. Sentayehu creció en Harar, a unos 500 kilómetros al noreste de Bekoji, pero a principios de los 90 se trasladó a esta ciudad para ejercer como maestro de enseñanza primaria. Y fue en Bekoji donde descubrió el potencial atlético de sus alumnos. Entre ellos se encontraba Derartu Tulu, que en Barcelona'92, con sólo 20 años, se convirtió en la primera mujer africana que conquistó un oro olímpico al imponerse en la prueba de los 10.000 metros, repitiendo éxito ocho años después en Sydney al ganar por delante su compatriota Gete Wami.
En la parte alta de la cabaña azul que le sirve de oficina a Sentayehu, conocido por todos como Coach –entrenador–, lucen tres banderas: la de Etiopía, la de la región de Oromia –a la que pertenece Bekoji– y la olímpica. Justo debajo se puede ver una placa con cuatro reglas básicas: "los atletas deben entrenar duro", "respeto mutuo", "trabajo en equipo" y "honrar a la patria".
Posiblemente Sentayehu Eshetu no sea el mejor entrenador del mundo, pero sí el mayor descubridor de talentos. Además de Derartu Tulu, por sus manos han pasado auténticos prodigios como Kenenisa Bekele –desde hace casi una década posee el récord mundial de los 5.000 y los 10.000 metros tras desbancar a su ídolo, Haile Gebrselassie–, Tirunesh Dibaba –la gran reina del fondo mundial hasta que se vio destronada por la también etíope Meseret Defar– o Fatuma Roba –oro en maratón en Atlanta'96–. Sin olvidar a la última generación de campeones como la hermana pequeña de Tirunesh –Genzebe, de 24 años, se proclamó campeona del mundo de 3.000 metros el año pasado en Sopot– o Tariku Bekele, que se colgó la medalla de bronce en los 10.000 metros de los Juegos de Londres 2012 –acabó por delante de su hermano Kenenisa, que se quedó fuera del podio– y en Valencia 2008 se proclamó campeón del mundo de 1.500 en pista cubierta con sólo 21 años.
¿Cuál es el secreto del éxito de Eshetu y sus pupilos? "No hay magia", dice enérgicamente Coach, un hombre de pequeño tamaño pero gran corazón, al diario The Guardian. "Yo no hago ningún tipo de magia. Es el clima. Pero también trabajan muy duro y tienen una buena nutrición" en la que se incluye la cebada, relata el entrenador, siempre con una sonrisa de oreja a oreja.
"Yo siempre pongo toda la atención en mi equipo y les dedico mucho tiempo, y voy a hacer todo lo necesario para hacer de ellos unos campeones. Les digo lo que deben hacer y, si son persistentes, correrán muy bien", señala Sentayehu, que nunca entrenó para correr. Lo suyo era el fútbol. De joven jugó como defensa central, pero una grave lesión de rodilla le acabaría apartando definitivamente de los terrenos de juego.
"Si usted puede entrenar aquí", dice Sentayehu Eshetu a The Guardian, puede hacerlo en cualquier lugar del mundo". Así es: Bekoji tiene unas condiciones especiales, durísimas para cualquier deportista, que son casi sinónimo de éxito. De esta forma, no es de extrañar que aquellos niños llamados Kenenisa, Tariku, Tirunesh, Derartu o Genzebe hayan ganado, años después, la medalla de oro en los Juegos Olímpicos y en los Mundiales.
Bekoji es cuna de campeones, el lugar donde se forjan las leyendas del atletismo, los héroes de Etiopía.