Sus compañeras y rivales en la pista dicen que es la alegría de la nieve. Lindsey Vonn (Saint Paul, Minnesota, 18 de octubre de 1984) siempre está sonriendo pese a que siempre tuvo motivos suficientes para dejar de reír. Su vida cambió una mañana de febrero de 2013 en la pequeña localidad austriaca de Schladming. Durante bastantes minutos, sólo se escuchaban los gritos de dolor de Vonn. La estadounidense se retorcía en la nieve. Se había roto el ligamento colateral medio y el cruzado anterior de la rodilla derecha. Los médicos pusieron en duda la carrera profesional de Lindsey, pero sólo fue el inicio de una historia de superación que tendrá como premio entrar en la historia del esquí.
Antes del accidente, Lindsey era la número uno del mundo. Dominaba las pistas tanto como los flashes. Y es que la esquiadora compagina la nieve con ser modelo. Su belleza y simpatía le hicieron ser todo un ídolo nacional en Estados Unidos. Cuando cayó lesionada, muchos informativos interrumpieron su programación (ver el vídeo debajo de estas líneas) para explicar qué estaba pasando en Austria con esa chica que es ejemplo a seguir de muchos niños en Estados Unidos.
En informativos y programas deportivos, algunos médicos invitados pusieron en duda la recuperación de Lindsey Vonn y, sobre todo, que volviera a las pistas manteniendo el mismo nivel. Pero todos se equivocaron. No conocían a la esquiadora, una luchadora incansable. A los pocos días, Lindsey ofreció una entrevista desde el sofá de su casa y avisó que regresaría para volver a ganar. Su objetivo tenía fecha, febrero de 2014, para tratar de disputar los Juegos Olímpicos de Sochi, donde intentaría defender el oro logrado hace cuatro años en Vancouver (Canadá).
Al día siguiente de su operación, Vonn ya estaba entrenando. No podía moverse de la cama y ya realizaba los primeros ejercicios. Comenzaba una carrera larga, dura y que ella misma ha ido relatando a través de Instagram, donde sus más de 240.000 seguidores han podido comprobar cómo nunca perdió la sonrisa. Su esfuerzo y dedicación diaria le permitieron dejar las muletas al mes de pasar por el quirófano. A los tres ya jugaba al tenis y a los seis volvió a subirse a unos esquís. Pero la vida le tenía preparado un desafío aun mayor.
Era noviembre de 2013 y Vonn entrenaba en Copper Mountain, Colorado. En unos días, volvería a competir en la prueba de Beaver Creek. No participaría en esa carrera y, lo que era peor, tampoco en los Juegos Olímpicos de Sochi, que comenzarían sólo dos meses después. En ese entrenamiento, Lindsey sufrió una nueva caída que le obligó a pasar otra vez por el quirófano. Volvió a romperse el ligamento cruzado anterior de la misma rodilla. Todo el trabajo que había realizado se esfumó de repente, a las puertas de su destino. Pero una vez más, Lindsey demostró su fortaleza mental.
Al día siguiente le enseñó al mundo entero que no se rendiría. Decidió adoptar a Leo, un perro sin hogar y con la "rodilla mala" tras ser atropellado por un coche.
Desde entonces Lindsey y Leo son inseparables. A veces ella concede entrevistas junto a su mascota y en algún reportaje fotográfico aparecen juntos. La esquiadora volvió a su rutina durante los últimos meses y no dejó su otra vida al margen. Apareció por sorpresa en la alfombra roja de la Super Bowl... ¡con muletas! Ella siempre cuenta que su familia, sus amigos y su novio, el golfista Tiger Woods, han sido vitales. Ambos forman una de las parejas más populares de Estados Unidos. Su relación comenzó tan sólo un mes después de la primera lesión y dos meses después de divorciarse de Thomas Vonn, que fue su marido y entrenador desde 2007 a 2013.
Un regreso asombroso e histórico
Después de dos años de auténtica tortura, Lindsey Vonn volvió a la competición en la primera semana de diciembre de 2013. Regresaba en su estación talismán, Lake Louise (Canadá), donde había logrado 14 de sus 59 victorias en la Copa del Mundo. El viernes, en su primer día, terminó octava en descenso y el sábado ganó la prueba. "Fue algo increíble y muy emotivo, un regreso perfecto", declaró la esquiadora. Fue llegar, besar el santo y no bajarse del pódium. Un regreso asombroso y que trajo consigo un récord que no se superaba desde hacía casi 40 años.
Lindsey había vuelto para ser la mejor, como antes de su lesión. No se conformaba con ser una más. A finales de diciembre, volvió a ganar el descenso en Val d'lsere (Francia) y este pasado fin de semana logró un doblete en Cortina d'Ampezzo (Italia) al imponerse en las pruebas de descenso y súper gigante.
Con estos cuatro triunfos consecutivos, Lindsey ha alcanzado las 63 victorias en la Copa del Mundo, superando el récord de la austriaca Annemarie Moser-Proll desde hacía 35 años. La esquiadora olía la posible gesta y, por eso, se llevó a la estación italiana a toda su familia. Quería compartir con ellos la alegría que se le había resistido durante tanto tiempo. Su récord sólo lo mejora el sueco Ingemar Stenmark (86 victorias).
Veremos si Lindsey consigue superarle. Y es que la esquiadora tiene previsto competir hasta los Juegos Olímpicos de 2018 en Pyeongchang (Corea del Sur). No sabemos si el karma existe, pero si que el esfuerzo tiene siempre su recompensa. Lindsey está recogiendo lo que ha sembrado y, el mes que viene, está mujer de 30 años, cuatro veces campeona del mundo, campeona de descenso en seis ocasiones, oro en los JJOO y una de las seis mujeres capaces de ganar carreras en cinco disciplinas distintas, intentará vencer en los Campeonatos del Mundo que se disputarán en su casa, en Estados Unidos, concretamente en la estación de Vail (Colorado).
El caso de Lindsey es un ejemplo de superación que puede inspirar a muchas personas y que podrá verse en televisión. Y es que, nada más producirse la primera lesión, se comenzó a grabar un documental que se emitirá el próximo 25 de enero. Lindsay Vonn: The Climb es un reportaje que sigue a la esquiadora desde la sala de operaciones hasta los próximos Campeonatos del Mundo. "Es lo más cercano que ha estado nadie. Espero que anime a otros", explica la esquiadora.