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Nibali gana en Hautacam y deja sentenciada su victoria en el Tour de Francia

El italiano del Astana es más líder del Tour de Francia, por delante de Pinot y un Peraud que aventaja ahora en dos segundos a Valverde.

El italiano del Astana es más líder del Tour de Francia, por delante de Pinot y un Peraud que aventaja ahora en dos segundos a Valverde.
Vincenzo Nibali, virtual ganador del Tour de Francia 2014. | EFE

Por sólo dos segundos. Miles de kilómetros en las piernas, Alpes y Pirineos, y por ese escaso margen de tiempo, el mejor español en la general, Alejandro Valverde, está fuera del podio. Aunque de manera provisional. Porque si en este Tour de Francia los ciclistas tendrán que completar 3.664, sólo 54, los de la crono del sábado, en esa lucha individual donde cada uno mira las referencias de los demás, ahí, se decidirá el podio final de este Tour.

Como si el espíritu de Virenque, del buen Virenque, hubiera vuelto a casa. La afición gala por fin tiene a alguien con el que disfrutar. Y en este caso, por partida doble, a esperas de que el tercero se asiente. Dos franceses ocupan el podio ahora, Pinot, el joven, con sólo 24 años; y Pèraud, el viejo, con sus 37 años, pero que sólo lleva cinco como profesional, tras haber corrido antes en mountain bike. Sobre ellos recae ahora el peso de una afición no acostumbrada a los éxitos de los suyos.

Cuarta victoria de etapa para Nibali

El que sí se acostumbra, y demasiado, a las victorias, es Vincenzo Nibali. Sobrado. Casi en términos de abusón. Como el que roba un bocadillo en el patio del colegio al compañero de menor edad. Hay dos tipos de campeones en el Tour. Estaba Miguel Indurain, el que compartía los triunfos y dejaba a otros subir al podio; y estaba Armstrong, al que su documental –La mentira de Armstrong, un nombre que le viene como anillo al dedo- muestra lo que se veía en carrera, una sed, un apetito voraz. Sólo quieren la victoria.

Y el Tiburón se une a esa segunda estirpe, a la de un ganador que arrasa con todo. Cuando él ataca, no es como Atila que no crecía la hierba por donde pasaba, pero en este caso, la carrera ya está sentenciada. Sólo en el 97, cuando Ullrich ganó el Tour por delante de Virenque, el último francés en subir al podio final de París, la diferencia es mayor a la actual, entonces de 9 minutos y 9 segundos.

Pero ya no es sólo ganar el Tour. Es sentenciar día tras día, sumando victorias, en este caso la cuarta. Como cuarto es ahora Valverde. El siciliano atacó a 10 de meta en una jornada de las que se suelen catalogar de épicas, por cuanto se suben dos grandes puertos, Tourmalet con su misticismo, y Hautacam, donde estaba la meta. El primero se ascendió sin mayores problemas. El principal ataque llegó en el descenso, rápido y vertiginoso, en el que se lanzó Valverde como si le fuera la vida en ello. Por delante, de la gran escapada del día formada por 20 ciclistas, dos compañeros suyos esperaban, Izaguirre y Herrada. Los mismos que le salvaron el día anterior, los que ahora tenían que abrir las diferencias.

Pero esa escaramuza no llegó a ningún lado, cuando fue cazado por el grupo de los favoritos en el valle entre ambos puertos. Sí fue más peligroso el ataque de otro español, Mikel Nieve, que se marchó junto al francés Kadri, al que dejó sólo subiendo Hautacam. Ahí llegaría el momento decisivo, la última montaña de este Tour. Lo intentó Horner, el abuelo que ganó la Vuelta. Y a su rueda salió el propio Nibali, a 10 de meta. Sin necesidad, pero como buen siciliano, buscaba vendetta por la general de la ronda española perdida hace poco menos de un año. Y pasó a Nieve como si una moto superara a un peatón.

Valverde sufre y pierde el podio

Pero el italiano es superior. A todos, e incluso a su posible deseo de compartir éxitos. Le echó la bronca Vinokourov al Tiburón por su falta de triunfos en esta temporada. Y cuando entró en meta el del conjunto Astana, con el kazajo por detrás, celebrando en el coche, el italiano se llevó la mano a su maillot. A sus compañeros, a su director, a él mismo. A su ansia de ganar.

Por detrás, todos los aspirantes al podio se miraban a la cara. Al reflejo del alma. Ninguno daba pistas. Serían las piernas las que explicaran la situación. Y todo ello, sin otro murciano, José Joaquín Rojas, expulsado del Tour por haberse remolcado con un coche en el Tourmalet. Siguiendo las normas, pero realizando algo que otros muchos antes, de mayor nombre, habían hecho. Esas piernas, las de Rojas, no mentían. Las de otro murciano, Valverde, tampoco. Se fueron Pinot y Pèraud, tercero y cuarto tras el de Movistar, junto a Van Garderen, el mejor croner de todos ellos, pero lejísimos. Aunque 54 kilómetros quizá no sea poco espacio para tanto tiempo. Para el murciano son sólo dos segundos. Todas las etapas de montaña a remolque, ahora tendrá que pelear por el podio en esa contrarreloj. No será fácil, pero la empresa bien merecerá la pena. No subir al cajón de podio, tras las bajas de Froome y Contador sería un fracaso. Era su objetivo. El tercero a dos segundos; el segundo, a quince. Los Campos Elíseos, un cajón, un sueño. Nibali lo ha alcanzado. Ganador de las tres grandes. Valverde buscará el podio en sólo 54 kilómetros.

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