Llegar a los Pirineos en el Tour de Francia siempre es sinónimo de dureza y espectáculo. Y este año, la ronda gala ha priorizado el macizo fronterizo por encima de los Alpes. De momento, con el primer aperitivo, se está demostrando que les está saliendo bien, ya que las diferencias entre los favoritos han sido mayores que en cualquier otra etapa alpina. Todo ello, en un día en el que el australiano Michael Rogers se ha impuesto en la meta situada en Bagnères de Luchon y en el que el murciano Alejandro Valverde parece haber salido reforzado, al alejar a dos rivales en la lucha por el podio.
Pero quedan otros dos todavía, el joven Thibaut Pinot, y el veterano Jean-Cristophe Péraud. Porque la lucha contra Nibali parece toda una quimera. Aunque el líder hoy ha demostrado un pequeño síntoma de debilidad, cuando en la subida al último puerto del día, el Port de Balès -aquel del famoso salto de cadena de Andy Schleck en un ataque en el 2010 a Contador-, Pinot ha acelerado el ritmo del grupo dejando a sus rivales desfondados, primero Valverde, luego Peraud, y a pocos metros de coronar, al propio Nibali.
Antes, habían sido Van Garderen, que marchaba quinto en la general y era el más peligroso de cara a la crono del próximo sábado, y Romain Bardet, que era tercero, los que se quedaban cortados, ante el duro ritmo del conjunto Movistar. El duro ritmo, los más de 200 kilómetros en las piernas a la hora de afrontar la subida final, y que es la jornada posterior al día de descanso. Un cúmulo de circunstancias que siempre hay más de uno que lo paga. Y así ha sido.
Llega la fuga del día
La etapa había comenzado con continuos ataques entre los que buscaban sumar una victoria. Las dos primeras horas de carrera se hicieron a un altísimo ritmo, más de 43 de media. Fue alrededor del kilómetro 80 cuando se formó la escapada del día, de 21 corredores, y sólo uno español, el campeón nacional Ion Izaguirre.
Se preveía día duro, pero a la vez, día de ir pensando en guardar fuerzas con todo lo que queda por delante, con otras dos durísimas etapas de montaña en los Pirineos. Los 21 hicieron hueco, no molestaba al pelotón. Sólo Kwiatkowski, el valiente polaco que ganaba tiempo al pelotón y se ha vuelto a meter en el top ten, inquietaba mínimamente al equipo del líder. Un equipo, el Astana, que cada día que pasa está más desgastado y pierde antes a sus piezas. Pero el tiburón se vale por sí mismo y es capaz de aguantar las embestidas de sus rivales.
Esa escapada llegó al pie de Balès con más de once minutos de ventaja con respecto al gran paquete, que se lo tomaba con calma. Iban ascendiendo por la rugosa y empinada carretera pirenaica, de las que no deslizan. Pero con una postal muy distinta a la de los últimos años. Ya lo sabíamos, pero ha sido la primera vez que se ha visto que Euskaltel realmente no está ya, que ha desaparecido. Su afición, la vasca, con camisetas naranjas, ya no aparecía en las cunetas. Muchos españoles se acercaban a animar a los héroes de la siesta, pero muy pocos ataviados como solían hacerlo años atrás.
Y entre el griterío de los españoles, muchos con acentos aranés por la cercanía con el valle catalán -apenas 40 minutos separaban la línea de meta de Vielha, la capital de la Val d'Aran- los franceses Voeckler y Gautier, Rogers, el colombiano Serpa y el bielorruso Kiryienka, eran los más fuertes de ese grupo. Separados por apenas 18 segundos, pero reintegrados todos en el rápido descenso. Voeckler, ganador de dos etapas en los balnearios -y hoy era la cuarta vez que se llegaba a esta meta- gesticulaba, tan expresivo como siempre. Pero era Rogers el que atacaba en el descenso. Campeón del mundo contra el reloj hace años, cuando puso su máquina a funcionar, a lo Tony Martin. Nadie le pudo coger rueda, y se impuso, sin oposición.
Así que entró Rogers haciendo una reverencia al entrar en meta. Para él mismo, que nunca había ganado en una grande y esta temporada ya lleva dos en el Giro y ésta en el Tour. Ha sabido reinventarse el conjunto de Contador, que sin él en carrera suma dos parciales. Y esto provoca, a su vez, que sigan siendo sólo ocho los equipos que han ganado en lo que va de carrera.
"Es un gran paso para estar en el podio
Más lucha hubo entre los grandes favoritos al amarillo. O más bien, entre los que aspiran al podio. Desde pie de puerto tensó la cuerda Movistar. Pero eso eran cartuchos de pólvora mojada. Tuvo que ser Pinot, la gran esperanza francesa que debe ocupar el hueco entre los galos dejado por Virenque, y rellenado por el pasado del dopaje y caso Festina, el que demarrara como si estuviera entrenando y le hubieran dicho desde el coche de hacer una serie de un kilómetro a tope.
Tan duro fue ese arreón de Pinot, que Valverde tuvo que hacer su habitual paradiña para tomar aire. Perdía 50 metros de distancia, pero pronto, como ha hecho otras veces, se repuso. Después fue Péraud el que dijo basta, y bajó el ritmo. Y cuando quedaba poco para pasar el alto de montaña, el espigado Pinot provocó la primera mini crisis de Nibali. De haber durado la subida un kilómetro más quizá se habría visto el primer día duro del italiano.
Pero llegó la bajada, donde se suponía que Pinot iba a sufrir. "La mejor defensa es un buen ataque", tuvo que pensar. Y para perder tiempo en la bajada, donde el miedo le atenazaba el año pasado, mejor comenzar el primero y así las diferencias serían mínimas. Que para perder tiempo ya estaba la otra esperanza gala, Bardet, que llegó a meta a 1'50" de Nibali y Valverde. Más lejos lo hizo Van Garderen, el mejor contrarrelojista de los seis primeros de la tabla, al que más temían. Ese que estaba esperando el momento para dar el zarpazo. Pero que ha tenido que claudicar ante lo que supone el día de después de la jornada de descanso.
La etapa maratón ha hecho daño. Y todavía quedan otros dos días pirenaicos. Nibali sigue líder, y Valverde, que se mantiene segundo, ha dado "un gran paso para estar en el podio". Objetivo inicial, y que casi acaricia. Pero en este Tour, cada día pasa algo nuevo. Es una carrera por eliminación. Se sigue buscando al siguiente en coger ticket.