Como si de un mal fario o de un gafe se tratara, Peter Sagan parece abonado a no levantar los brazos. Los hay con una cruz encima. Y luego están los que les sale todo de cara, como al francés Tony Gallopin. El pasado domingo se puso líder de la carrera, aunque lo perdió al día siguiente. Eso sí, al menos tuvo la opción de vestir de amarillo el día de la fiesta nacional francesa. Y encima hoy gana la etapa.
No hay que ser más fuerte. Basta con ser más listo, o incluso más valiente. Y así lo fue el francés del Lotto, que a menos de dos kilómetros, cuando se había formado un interesante cuarteto con el propio Sagan, Kwiatkowski y Michael Rogers, saltó provocando las dudas en estos tres. "Tira tú que a mí me da la risa"; pero el que ríe último, en este caso el francés, es el que más disfruta.
Talansky llega sólo a más de media hora
Con todo y con ello, la etapa nos ha dejado una jornada de ciclismo -una vez más en este Tour, el más bonito y disputado de la última década, sin duda- bellísima. Todo se tendría que decidir en los últimos 50 kilómetros con cuatro cotas de tercera y cuarta categoría que romperían la carrera. Pero mucho antes de llegar a esa zona se vieron las mejores imágenes de este Tour de Francia. La definición de qué es ciclismo, y por qué se dice que estos héroes están hechos de otra pasta.
Se retiró Froome por caída; después Contador por otra. Pero los dos tuvieron en la última carrera previa un rival que les batió. Fue el estadounidense Andrew Talansky, del equipo Garmin, quien en la última jornada de la Duaphiné puso pata arribas aquella carrera, para ganar la general por delante del pinteño, y derrocando al británico. Pero ha luchado contra todos los elementos, sobre todo los mentales, para intentar llegar a meta.
Si los Vosgos fueron duros, lo que ha ocurrido en el Jura con respecto a Talansky ha sido un infierno. El menudo escalador se quedó cortado a falta de algo menos de 85 kilómetros. Arrastraba una caída de jornadas anteriores, pero en esta etapa no ha podido dar más de sí. Y eso que llegaba tras una jornada de descanso. Se quedó sólo, en el llano, y sin compañeros de equipo. Pero es más, confiados éstos en la victoria de etapa, deciden tirar por delante, en el pelotón, propiciando que la desventaja en tiempo de Talansky con respecto al pelotón vaya en aumento. Él sólo, acompañado de su coche de equipo.
La carretera se hace inmensa. Sin el refugio del pelotón, los últimos 80 kilómetros son un suplicio. Incluso decide bajarse de la carretera, ahogado por el esfuerzo. Se sienta en el arcén y se acerca su director de equipo. No vale la pena tanto esfuerzo, le dicen. Pero él niega con la cabeza. Se resiste a abandonar. Y después de unos interminables minutos, se vuelve a subir a su bicicleta. El amor de estos deportistas por lo que hacen supera cualquier duda física o mental. Muy mal hay que estar para decir adiós a la ronda gala. Y él no quería.
Siempre a cola, sumando minutos, hasta llegar a 32 del ganador el francés Gallopin. Con Talansky eliminado de la ecuación, toca mover la carrera por delante. Orica y Cannondale piensan en Gerrans y Sagan, pero sólo 6 de los 22 equipos han ganado etapa. Así que hay muchos que están como locos por la música por sumar un parcial. Lo intenta Tinkoff, que sin Contador tiene que reinventarse. Pero ninguna de esas escapadas llega a buen puerto. Son cuatro cotas y el ritmo se hace duro. Talansky sobrevive como pude. Pero hay alguno más que sufre el ritmo infernal de la cabeza. Rui Costa, un outsider con opciones a podio, paga el desgaste de los once días de carrera, y no puede más. Llega a meta a más de minuto y medio del ganador.
Gallopin, el más listo
Los hay que tienen la suerte de cara. Y los hay que no consiguen encontrarla. Rui Costa se une al segundo bando, ese que poco a poco ha ido acogiendo cada vez más nombres. Pero todavía quedan algunos por llegar. Porque los Alpes aparecen en el horizonte, el viernes, con un nuevo final en alto. Pero también aparece el calor, ese elemento que lleva tiempo esperando Alejandro Valverde, la mejor opción española para la general. Él parece que, por fin, ha encontrado la cara a esta carrera. Incluso supo meterse en un corte peligroso en un descenso, junto a Nibali, dejando a otros como Porte o Van Garderen cortados, aunque el susto apenas duró un par de minutos.
Entre las sombras de las colinas del Jura y las ganas de llegar al hotel a recuperar fuerzas, Gallopin, un francés, uno de esos que sigue esperando el público local, levanta los brazos. Gana la etapa. Sagan, el hombre que hizo siete etapas seguidas entre los cinco primeros, se resigna a su suerte y entra noveno. Y Nibali tranquilo, porque cada día que pasa sin guerra, él respira mejor.