Resulta curioso que en la etapa que el Tour de Francia había preparado como homenaje a los caídos en la I Guerra Mundial en el centenario de su comienzo, el ganador haya sido un holandés llamado Boom, que ha pasado por encima de todos, y en donde un italiano, Nibali, apodado el tiburón, se ha desenvuelto como auténtico héroe de guerrillas.
Pero si era un homenaje a los caídos, el primero en sentir ese "cariño" ha sido el británico Chris Froome. Se dice que en la primera semana no se sabe quién va a ganar el Tour, pero sí quién no lo va a ganar. Y el vencedor de la pasada edición ha dicho adiós. Fue a falta de 85 kilómetros, cuando todavía no había entrado en la escabechina que iba a ser el temido pavé. Antes del arranque de la etapa, por las duras condiciones climatológicas que hacían imposible algunos tramos de adoquín, la organización decidió anular dos tramos. Mientras los escaladores lo veían con buenos ojos, los especialistas lamentaban la ocasión perdida.
Pero aún no se había entrado en esos duros tramos. La lluvia ya estaba provocando el caos, con varias caídas. Una del propio Froome. Pero a la segunda, dijo adiós. Se acercó al coche de su equipo y se montó en él. Adiós a la "guerra" entre Contador y Froome. El Tour lamentaba la pérdida del ciclista del Sky, al mismo tiempo que su equipo lamentaba el no haber traído a Wiggins como segunda opción.
Con el adiós de Froome, Nibali ejerce de patrón
Ahora la guerra estaba en otro lado. Nibali, Contador y Valverde, sin el británico, quedaban como grandes aspirantes a ocupar su trono dejado. Pero el murciano también se vio perjudicado, y le tocaba remar desde atrás. Por delante, Contador, bien acompañado de sus compañeros, salvaba los kilómetros. Pero la lluvia y el adoquín imprimía miedo en su cuerpo. Y más tras conocer todos que Froome ya no seguía por una caída. Más valía dejarse tiempo que dejarse el Tour, pensaría más de uno.
Pero Nibali, al que le gustan las batallas, entendió esta etapa como la ocasión propicia para asestar otro bocado. Es un tiburón y éstos no hacen prisioneros. Y entre esas batallas marcadas por las trincheras que representaba cada grupo del pelotón que saltó por los aires, el italiano olía el miedo de sus rivales y se lanzó, como si de un pesado rodador se tratara, en pos de la distancia y el tiempo rentable.
Sus compañeros del Astana trabajaban para él. Por detrás, Valverde, con Porte -que ahora era el segundo de a bordo del Sky, una vez derrocado el capitán Froome-, enganchaba con los soldados de Contador. Juntos tenían la difícil misión de atrapar a las apisonadoras de Cancellara, Sagan, Martin, Kwtiatkowski, Vanmarcke o el propio Boom, grandes rodadores y que se manejan mejor entre las grandes piedras del infierno belga. Y entre ellos, Nibali. Como si no fuera con él la cosa, pero siendo el más interesado.
Atrás, todos tiraban, pero con más miedo que hambre. Oían los silbidos de las balas que pasaban por su lado. Era otros que se caían al suelo, producto de la lluvia, el barro y las piedras. No era un día para bromear. Pero siempre se reía el mismo, Nibali. Se agarró a su manillar, bien fuerte, para que las manos no se soltaran y no provocara una caída, que cerca estuvo de sufrir en una curva. Malditas curvas, pensaba más de uno. Curvas y rotondas, como si de ballestas se trataran. Todos a evitarlas, pero alguno caía en la zanja a evitar.
Nueve tramos de adoquín a superar, pero dos eliminados. Así "sólo" serían 13 kilómetros infernales. Y en el penúltimo de ellos, Nibali se marcha con su equipo, dejando atrás a los favoritos. Sólo Boom, el héroe en casa ajena, se cuela entre el azul de Astana y el amarillo de Nibali. Hasta que en el último tramo de pavé, a 6 de meta, arrancó. Iba en bici, pero bien podría haber sido en moto. Metió otra marcha y Nibali, herido, buscaba la salvación junto a su compañero Fuglsang.
Pájara de Contador en los últimos kilómetros
Por detrás, Porte arrancaba con su compañero Thomas y se marchaban del grupo de los dos españoles. Un grupo reducido donde Valverde volvía a estar sin compañeros. Pero también sin Contador, que apajarado no podía seguir el ritmo de ese grupo. La trinchera se le escapaba. No tenía cobijo y se quedaba sólo. Aunque más sólo estaba Froome, que ni siquiera llegó a pisar el empedrado. Llegó con la cara limpia, sin barra, pero con el alma rota por no haber podido seguir peleando.
Boom, con la cara y el cuerpo embarrado, entró en meta, sólo, festejando su triunfo. El suyo y el de su equipo, que no renueva el patrocinio y busca a alguien que les salve de la quema. A 19 segundos aparece Nibali tercero. Porte, a 2.11 y Talansky, el que sorprendió a Froome y Contador en Dauphiné, a 2.22, salen medianamente bien parados. También Alejandro Valverde, que debe dar gracias por lo que pudo ser y no fue, dejándose "sólo" 2.28. Y hundido, desencajado, con los ojos hundidos en el barro llega Contador a 2.54.
Ahora el de Pinto es el gran favorito. Queda mucho terreno, pues ésta ha sido sólo la quinta etapa. Pero hay que recuperárselo a un hombre como Nibali que ya tiene en su haber un Giro, una Vuelta, y podio en las tres grandes. No será fácil, ya que está a 2.37 del italiano en la general. Pero en la montaña, en su terreno, tiene que resurgir el auténtico patrón pensando en los Vosgos, Alpes y Pirineos. La empresa no es fácil. Pero el homenaje a los caídos ya pasó. Ahora toca el levantamiento, cazar al tiburón.