Nunca hubiera imaginado Roberto Carcelén que volvería de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi convertido en un héroe admirado en todo el mundo. La historia de este peruano de 43 años se escribe con el orgullo de acabar su última prueba como profesional a pesar del dolor.
Carcelén, que se trasladó a vivir a Estados Unidos cuando se casó con una norteamericana, fue el primer peruano en clasificarse para unos juegos de invierno en Vancouver 2010. Cuatro años antes, en 2006, había aprendido a esquiar. A través de vídeos mejoró su estilo hasta que consiguió ser el primer atleta de su país en acudir a la gran cita del deporte invernal.
Sochi era para Carcelén el último escenario antes de abandonar el deporte profesional y dedicarse al comercio electrónico. Quería poner el broche a una modesta carrera deportiva, sujetada por su capacidad de aprendizaje y sacrificio para poder competir en la elite. Sin embargo, todo se torció mientras se preparaba para afrontar los 15 kilómetros de la competición de Cross Country, la última prueba de su vida. Un accidente en los días previos a la carrera le dejó seriamente magullado.
Dos costillas rotas y un desgarro en el muslo recomendaban olvidarse de competir. Los médicos le aconsejaron descansar, pero optó por participar en su última carrera. "Como saben tuve un accidente hace dos semanas. El proceso de recuperación, según el médico, puede tomar tres meses y ha recomendado no competir. Pero nada, la voy a completar, va a tomarme un buen tiempo, pero acá el objetivo es terminar y dar un buen ejemplo", afirmó Carcelén antes de la prueba.
Los continuos dolores no consiguieron romper la ilusión de acabar esos 15 kilómetros de esquí de fondo. Llegó antes de lo que él mismo esperaba, en último lugar (87º) a 11 minutos del siguiente participante, pero lo hizo entre los vítores del público agarrado a una bandera de su país. En la meta, le esperaba aplaudiendo el suizo Dario Cologna, flamante ganador de la medalla de oro, que había llegado 28 minutos antes. Transformado en un héroe en Perú, Carcelén escribió una de esas historias de deportistas alejados de los focos de la gloria, que se convirtieron en héroes sin medalla.