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Lavillenie conquista un oro que termina en lágrimas

El francés Lavillenie ya era campeón de Europa. Pero quiso más. Y se quedó con la miel en los labios de una manera muy, muy extraña.

Un oro siempre es un oro. Los hay que saben mejor. Los hay que requieren de mucho sufrimiento, y otros, todavía de más. Pero lo cierto es que el oro que ganó esta tarde el francés Renaud Lavillenie ha sido de los más extraños que se han visto en los últimos tiempos. No por el metal, sino por la sensación con la que se ha quedado el atleta.

Lavillenie, saltador de pértiga, se había asegurado el título europeo, tercero consecutivo, confirmando, como ya hiciera en Londres, que es el mejor del momento. Sin embargo, terminó llorando.

Con 6’01 ya era campeón. Pero quiso más. Puso el listón en 6,07, una altura que, hasta la fecha, no ha alcanzado ningún ser humano –Sergey Bubka (6,15) no cuenta-. Tomó carrera, saltó, tocó el listón pero no lo hizo caer, y estalló. El francés comenzó una legendaria celebración. Acababa de hacer historia.

Pero de repente, todo se vino abajo. El juez levantó la bandera. Era nulo. ¿Cómo podía ser? El listón seguía ahí colgado, decía el francés. No se ha caído. Y no, no lo había hecho. Pero se había salido. Había rebotado, y se había quedado montado encima del soporte. Bajo el reglamento, un nulo. Dolorosísimo, pero nulo.

Lavillenie no podía creérselo. "Estúpida regla", comentó poco después. Pero, consciente de que no había nada que hacer, de que ese salto histórico era nulo por algo que nunca nadie se podía imaginar, no se pudo contener. Explotó a llorar. Y eso que se acababa de proclamar campeón de Europa. Un oro bañado en lágrimas. Pero oro, al fin y al cabo.

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