Montaña, montaña, y más montaña. Así se puede resumir la Vuelta a España 2013. Probablemente, la más montañosa de la historia. Siempre en busca de algo nuevo, de seguir mejorando o, mejor dicho, innovando.
Pero puede que Javier Guillén, director de La Vuelta, y su equipo se hayan pasado un poco de la raya. Sobre todo, teniendo en cuenta que en ese equipo, montando y visionando recorrido, está un Abraham Olano, al que me gustaría a mí ver en esta ruta tan sumamente empinada.
Pero este recorrido torturador para el 90 por ciento (o más) del pelotón, casi inhumano, para valientes, tiene su contrapunto en las audiencias televisivas. En los últimos años, Unipublic buscaba concentrar la belleza de la carrera, y por ende, las audiencias, en los últimos 50 kilómetros, en esa última hora y media larga en que conectaban las televisiones. Ahora ya no. Ahora lo bonito sigue ahí, pero por si acaso, antes metemos también dureza, para que los ciclistas lleguen cascaos.
Dura. Muy dura. Y exigente. Para un fondista. Así definían la carrera los protagonistas durante la presentación de la misma. Samuel Sánchez, Alejandro Valverde, Purito Rodríguez y Alberto Contador parecían asustados de ver lo que les viene por delante, en caso de acudir.
Parece bastante probable que los tres primeros sí vayan. Samu apunta a que doblará Giro-Vuelta, mientras Valverde y Purito harán Tour-Vuelta, si no cambian mucho sus planes. Eso sí, Purito, todavía enfrascado en saber qué pasará con el Katusha y su resolución con el TAS para saber si estará en el World Tour, la primera división del ciclismo, ha dicho que "sí, seguro", estará en el Tour, ya sea con el conjunto ruso o con otro con el que ya lo tenga apalabrado y que no ha desvelado.
Como tampoco ha resuelto la incógnita de si acudirá a la ronda española su vigente ganador, Alberto Contador. Hablando con él, nos dejó caer que le gusta La Vuelta, "es la carrera de mi tierra, atractiva, y me atrae". Pero siempre lo condiciona a cómo salga el Tour. Incluso Javier Guillén sabe que si el de Pinto llega a París de amarillo, lo más probable es que no esté en la salida de Vilanova de Arousa. "Pero ojalá gane el Tour", matizaba hablando con Parrado.
Ya desde la salida se busca el espectáculo. Se hará desde Vilanova de Arousa, Galicia, concretamente, desde el mar, subidos en una batea. Primera gran innovación, tras la crono nocturna de Sevilla, o la llegada a la plaza de toros de Pamplona.
Será una crono por equipos de 27 kilómetros, a la que seguirán dos finales en alto, en Bayona y en el Mirador de Lobeira, más una trampa en Fisterra. "Se puede salir de Galicia con 4 minutos perdidos", apuntaba Samuel Sánchez, en referencia a la dureza inicial. Pero eso no es nada para lo que viene, en una Vuelta que tiene un final en alto más que en la pasada edición: 11 finales mirando al cielo, divididos en 4 trípticos.
Tras el momento gallego, bajamos en tres rápidas etapas al sur, para en la octava plantarnos en Peñas Blancas, Valdepeñas de Jaén, y el Alto de Hazallanas, primera gran etapa de montaña. Alguno puede que llegue ya descolgado de la general. El calor del sur y la dureza en los primeros días se notará.
Dejamos el sur para regresar al tercio norte, a Aragón. Jornada de descanso-traslado, con lo que el relax no llega del todo. Tras el primer día de asueto, única crono individual de 38 kilómetros, jalonado por un puerto de tercera. Le viene bien a Samuel y Contador, y nada mal a Purito y Valverde. Un recorrido por y para los españoles.
Tarragona y Castelldefels acogerán los días previos al tercer tríptico catalán-pirenaico. La llegada a la Collada de La Gallina, previo paso por Envalira y Ordino, una meta indicada por Purito que ya vimos en la pasada edición, con victoria de Valverde. Primer guiño al murciano, que al día siguiente rememorará la victoria en el último Tour. La gran etapa reina: 232 kilómetros con llegada a Peyragudes, Francia, pasando por Cantó, Bonaigua y Balés. Cuatro puertos de Primera en un recorrido casi calcado a lo que haría el Tour, y bien pensado, porque será domingo, 8 de septiembre. Es decir, en fin de semana, cuando más audiencia puede tener la ronda española. Todo bien diseñado.
¿O no? La televisión, ya lo hemos dicho, es la que manda. Ésta era la única duda que quedaba de un recorrido ya filtrado. Y a bien que en la presentación sorprendió. Pero ojo. El recorrido, sobre el papel, es bueno. Los ciclistas son los que lo hacen todavía más duro.
De hecho, el que tenga fuerza todavía para plantear batalla, sigue teniendo terreno. Al día siguiente llegada a Formigal, para rematar. Aunque la tralla del día anterior le quitará las ganas a más de uno. Día de descanso-traslado, de nuevo, en esta ocasión hacia La Rioja, para el último día tranquilo antes de la batalla final, como si el fin de la guerra fuera inevitable.
Cantabria y Asturias dirán quién se lleva el maillot rojo a casa. Peña Cabarga, donde Cobo y Froome nos dejaron una de las etapas más bonitas de los últimos años, será la primera parte del nuevo tríptico. Sí, la fórmula de meter las etapas bonitas (por poner un calificativo, porque duro, exigente o incluso matador podría venirle mejor) de tres en tres.
Luego, La Vuelta recupera la subida al Naranco; y si quieres montaña, toma dos tazas: penúltimo día, meta en El Angliru. Cae en sábado, repitiendo la fórmula que tan buen resultado dio la pasada edición con La Bola Del Mundo, pero aumentando su dureza. Llegarán destrozados, así que aunque un supuesto líder llegue con una ventaja abrumadora, con el coloso asturiano de por medio, no habrá nada escrito. Bueno sí, la dureza. Eso es lo único que tenemos escrito.