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La Vuelta de la redención

Ha sido una gran ronda española, pero no la mejor. Eso sí, los ciclistas han puesto todo el espectáculo.

Dicen que ésta ha sido la mejor Vuelta a España de la Historia. Permítanme que discrepe. Cierto es que lo ha tenido todo o casi todo para serlo. Desde ciclistas hasta recorrido, pasando por la afición, lo más destacado sin duda.

Porque al final, todo el mundo ha visto que el día en el que la Vuelta se puso patas arriba fue en el menos esperado, con final en un puerto de segunda categoría larguísimo pero muy tendido. Una subida donde ir en grupo te favorece. Y eso Alberto Contador lo supo aprovechar. Atacó en el puerto previo al final en Fuente Dé, sabiendo que delante llevaba a dos compañeros de equipo que le harían un trabajo magnífico, y desarbolando al conjunto Katusha, el equipo de Purito, el hasta entonces líder. Saltó como si no hubiera mañana, con más corazón que piernas. Soñando en un día histórico para él y para el ciclismo. Y lo consiguió. Inteligente, sin ser ese Alberto de los primeros días que atacaba por atacar. Un solo disparo. Certero, suficiente, a la mente de Joaquím Rodríguez, donde le duele.

El catalán tenía mejores piernas, pero ver que la diferencia de tu rival en un día que no tenía que pasar nada aumenta de los 18 segundos a los 2 minutos en apenas 25 kilómetros, y que tú estás sin compañeros, te hunde. Y por si eso era poco, Valverde, también inteligente, aprovecha el caos y lo remata. Adiós a La Vuelta para Purito.

Contador lo aleja de la general, y su rival más inmediato, en tiempo, que no en piernas, es Alejandro Valverde. Siempre estaba ahí, agazapado. Rascando lo que podía. Una etapa. Otra. Sumo segundos por aquí, alejó a Froome por allá. Sin quererlo, pero luchando, sube al segundo puesto. El primero era impensable. Porque una vez que Contador coge un maillot de líder, no lo pierde. Nunca lo ha hecho. Y en esta vuelta a La Vuelta, no lo iba a consentir. Lo más importante de una etapa con 10 finales en alto, de auténticas paredes y grandes etapas de montaña pasa en un puerto de segunda. En una jornada donde puede haber movimientos.

Pensando en Madrid

El problema (bendito problema) de la Bola del Mundo es que está tan cerca de Cibeles que hay mucho miedo. Hace dos años, entre Mosquera y Nibali no pasó nada. Este año, con mucha gente por delante escapada, y sin bonificaciones en juego, llegaron 20 corredores a los 3 últimos kilómetros, donde ya sí, Purito, lejos del líder, lo tuvo que buscar de lejos. Y aún así le rascó 40 segundos. Es decir, se pueden hacer diferencias en este final. Pero si se coloca en la penúltima etapa, será más difícil que pase algo. Quizás sería más espectacular ver las diferencias si se hace una cronoescalada o una etapa de otras características. Ya en el 2003, Roberto Heras le levantó una Vuelta a Isidro Nozal con cronoescalada. No siempre se puede hacer, ni una crono, ni subida a la Bola. Hay que variar. Por eso, esta etapa no sobra.

La afición congregada el sábado en la sierra madrileña habla a las claras de lo que ha sido esta Vuelta. Ha enganchado al aficionado medio de nuevo al ciclismo. Y lo ha hecho, porque la apuesta de la organización ha sido bonita y atractiva. Y porque los corredores han luchado por ella día a día. Sólo un par de etapas que han llegado al sprint han sido relativamente tranquilas.

Pero ha llegado a la afición esta carrera porque ha sido La Vuelta de la redención. En la que, por suerte, Contador no la ha dominado de cabo a rabo. Si en la última semana le llevara 5 minutos al siguiente, no habría tenido este interés tan alto. Ha vuelto Contador a correr, y lo ha hecho ganando. Pero conquistándonos desde el sufrimiento físico y la fortaleza mental que se apoya en un corazón caliente, de lucha, de ataque. Seis meses sin competir, y hemos visto a un Alberto más pensativo e inteligente, de menos a más. Y que acaba entrando en Cibeles señalando un siete: las siete grandes que ha ganado, aunque la UCI la haya quitado dos (Giro 2011 y Tour 2010) por el maldito clembuterol.

Una gran sorpresa la de Contador. Pero también la de Valverde. Dos años de sanción, regresa al mundo profesional en enero, y desde entonces, hasta ayer, luchando y ganando. Se lleva dos etapas. Una de pillo y otra por pura potencia. Es listo cuando le dejan de rueda. No se ceba. Sube a su ritmo. Ha aprendido en su ostracismo a conocerse mejor. Escondido, pero mostrándose, lucha cuanto puede y más. Y acaba fuerte, siendo sexto (impresionante el murciano) en el sprint final en Cibeles, arrebatándole de esta forma a Purito el maillot de la regularidad, y con ello, el de la Combinada. Sube al podio por esos dos maillots, como segundo de la general, y por equipos, donde el Movistar ha dominado.

Un gran Purito

Y el tercero en esta Vuelta ha sido el que mejor piernas tenía, pero al que le han comido la moral. Las dos primeras semanas, donde Contador lo intentaba y él se pegaba, se decía que Purito le tenía comida "la tostada" a Contador. En una sola etapa, cambia la Vuelta, y cambian las tornas. Ahora es el catalán el que tiene que intentarlo. Y no quedaba terreno. "Es una Vuelta para Purito", dijo Samuel Sánchez el día de la presentación. No se contaba con Fuente Dé. Pero ha demostrado mucho. Capacidad de lucha, de sufrimiento, e inteligencia en carrera. Cuándo atacar y cuándo no. Los puertos largos ya se le adaptan bien. Y las cronos han dejado de ser su talón de Aquiles. Mejora con la edad. Y es el único ciclista que este año ha hecho podio en las dos grandes que ha corrido, siendo segundo en el Giro y tercero en la Vuelta, con cinco etapas entre las dos. Es un grande, y cuando la carretera mira para arriba, él está ahí.

Pero ojo, que son los tres primeros por delante de un tal Froome, que no ganó la Vuelta anterior por error de su equipo, que confiaba en Wiggins, y no ganó el pasado Tour porque Wiggins seguía por delante. Aún así, él y su equipo Sky han luchado más de lo que cualquier extranjero en la Vuelta nos tiene acostumbrados. Es una decepción positiva ver el espíritu combativo del que ha perdido. Entraba en todas las quinielas, pero sólo cabían tres. Y cada uno de ellos, por su forma, por su estilo, por esa manera de ser, o por lo que quiera que sea, ha enganchado al público a la Vuelta a España, al ciclismo. Los actores han disfrutado. Los espectadores, más. No sé si será o no la mejor Vuelta a España de la historia. Lo que está claro es que han sido tres semanas de puro ciclismo.

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