El triunfo de Europa se paga a 1,44 euros
Los golfistas que defenderán a Europa en la Copa Ryder que comienza este viernes se prometían felicidad en la lluviosa Gales, en armonía desde el lunes en el campo y, tras las labores, en su sala de reuniones, al abrigo de buenos vinos de rioja y cafés expreso gentileza del sabio español Miguel Ángel Jiménez, cuando un joven de 21 años destapó la caja de los truenos.
Rory McIlroy se expresó sin tapujos. El pecoso norirlandés, que sigue los pasos para convertirse en un grande de este deporte pero debutante en esta competición, comentó entre otras sutilezas que Tiger Woods, el vigente número uno del mundo, había perdido el aura tras conocerse su agitada y oculta vida sexual.
El comentario encendió la mecha y, de repente, la encogida y deslabazada docena de golfistas americanos reunida en Gales cerró filas sobre su otrora mejor referencia.
Tiger regresa a la Copa Ryder cuatro años después, puesto que hace dos años fue baja por una lesión en la rodilla. El mejor golfista del mundo no atraviesa por sus mejores momentos. Incluso, por primera vez juega la Ryder por invitación y quedó fuera, también como novedad, de los play off del PGA Tour.
Pero si el californiano vino algo expectante, tras el sopapo de McIlroy se ha puesto las pilas. Hasta su ex entrenador, Hank Haney, predice que su ex cliente hará la mejor Copa Ryder de su vida.
Corey Pavin, el capitán estadounidense, tenía más de un problema con el hecho de cohesionar a sus seis debutantes con el estrellato particular de la otra mitad del equipo, y con el resquemor de las mujeres de los jugadores, que son parte importante de la fiesta, por la presencia del adúltero Tiger.
Con el sexo extramatrimonial como uno de los temas ocultos de conversación y la expectación por fotografiar a Tiger en Gales, al capitán estadounidense no le llegaba la camisa al cuello. Desde el martes, parecía una heroicidad intentar retener fuera de su país un título que recuperó con gran esfuerzo hace ahora dos años.
Debutantes, sexo y flashes conformaban un cóctel perfecto para enturbiar el ambiente de la expedición estadounidense. Incluso, han jugado al despiste con el alojamiento de Tiger en Newport. El número uno podría estar viviendo en su lujoso yate, lejos del hotel oficial.
Pero la felicidad europea y la hipocresía contenida de los estadounidenses saltó por los aires, por boca de McIlroy. Su comentario sobre Tiger ha apagado las cuestiones de liderazgo, convivencia y sexo, y ha encendido la llama patriótica norteamericana.
Sobre esto último nada hay peor que tocar la fibra patriota a un estadounidense, y si se trata de golfistas multimillonarios que juegan la Copa Ryder sin ánimo de lucro (no se reparten dividendos) la cuestión empeora.
Los europeos, que perdieron la última edición después de encadenar tres victorias contundentes entre 2002 y 2006, tendrán que estrujar ahora todo su talento en los partidos por parejas y a match play (por hoyos) para doblegar el poder norteamericano.
El escocés Colin Montgomerie, con cinco debutantes, debe manejar un equipo heterodoxo. Jiménez, con 46 años, es el más veterano; el inglés Lee Westwood, la referencia del equipo y tercero del mundo, lleva tiempo sin jugar por lesión; el alemán Martin Kaymer, último campeón del US PGA, debuta y la presencia de los hermanos Molinari, últimos campeones del mundo por parejas, ofrece un toque exótico para un dúo que debuta.
El sesudo y antipático Monty tiene la llave: preparar el campo, acertar con las parejas y asegurar que su equipo sea una piña hasta el domingo, a pesar de Tiger y el orgullo norteamericano herido.