Quizá no fuera la final apostada, quizá nadie hubiera optado porque saliera de su boca el nombre de los dos equipos que este sábado saltarán al césped del estadio Do Dragao de Oporto. Lo que es cierto es que Chelsea y Manchester City han sido los mejores equipos, sobre todo a partir de febrero cuando las sensaciones se tornaron en realidad.
Será una final inesperada sin el Bayern, último campeón; sin el PSG, último finalista; sin el Real Madrid, elevado trece veces a lo más alto en esta competición, cuatro los últimos seis años. Será una final sin el Liverpool, campeón en 2019, y sin el Barcelona campeón en 2015. Será inédita la participación del City de Guardiola, por primera vez en estas altitudes. Será la tercera final del Chelsea.
Y será la octava entre equipos del mismo país. Las siete anteriores con los ingleses protagonistas en dos ocasiones (2008 United-Chelsea y 2019 Liverpool, Tottenham), con tres finales españolas (Madrid-Valencia 2000, y las dos entre los vecinos de la capital de España en 2014 y 2016). También hubo una final italiana (Milan-Juve en 2003) y otra alemana (Bayern-Dortmund en 2013). Lo increíble de esta final es que los ingleses ponen a otros dos equipos distintos a los dos que hace un par de años estuvieron en el Metropolitano. Será complicado que alguien iguale ese dato.
Paseó tranquilo el City por la fase de grupos ante Oporto, Olympiacos y Marsella. Ganó fácil al Gladbach en los octavos, apeó, no sin problemas, al Borussia Dortmund en cuartos estando eliminado en la vuelta durante varios minutos. Entonces un gol de Foden y otro de Mahrez salvaron a Guardiola. En las semifinales fue muy superior al PSG, olvidando las últimas participaciones en la Champions donde, por una cosa o por otra, se quedaba siempre en la orilla.
El Chelsea tuvo un camino algo más turbulento. Si así se puede considerar que cambiara de entrenador a finales de enero. Frank Lampard dejó clasificado al equipo como primero de grupo ante Rennes, Krasnodar y Sevilla pero la mala marcha en la Premier colmó la paciencia de Abramovich. Ser leyenda no le valió al bueno de Frank para seguir. El fútbol no es memoria.
El alemán Thomas Tuchel, despedido del PSG un mes antes, se hizo cargo del barco y ha hecho lo impensable. Es el primer entrenador que es finalista con dos equipos diferentes en dos años consecutivos y quiere hacer historia. Una historia que persigue al Chelsea en todas sus finales. Siempre que ha llegado a la final lo ha hecho con otro técnico distinto al que comenzó la temporada. En 2008, Grant llegó al partido decisivo, que perdieron en Moscu frente al United, cuando Mourinho había empezado el año. En 2012, Di Matteo dirigió al equipo hacia su único título en Munich cuando la temporada la había arrancado el portugués Villas Boas.
El equipo londinense se ha deshecho de Atlético, Oporto y Real Madrid para llegar al sábado a Oporto. Acaba de perder la Copa inglesa pero le ha ganado los dos últimos partidos al City de Guardiola. Son dos antecedentes que cuentan para hacerte una ligera idea pero el partido de este sábado será distinto. Y lo será porque la Orejona aguarda a uno de los dos. Nada vale de lo hecho anteriormente.