Joan Francesc Ferrer 'Rubi' no ha podido completar el primero de los tres años que firmó con el Betis por no haber dado con la tecla en su idea y por los pobres resultados que han hecho que, tras un curso irregular con varias crisis que le podían haber costado el puesto, haya sido destituido tras perder el sábado en Bilbao ante el Athletic Club (1-0).
Rubi (Vilasar de Mar, 1970) llegó al Betis el pasado verano tras clasificar para la Liga Europa al Espanyol, del que salió de forma convulsa tras pagar un millón de euros; y aterrizó en un club marcado por los dos ejercicios de Quique Setién, en los que el cántabro impuso un sello de juego, una impronta con tantos partidarios como detractores.
El técnico barcelonés, en un entorno en el que ha pesado tanto la sombra de Setién como la marejada de la salida abrupta del vicepresidente deportivo Lorenzo Serra Ferrer, llegó a la cita ante el Athletic muy tocado por la derrota ante el Sevilla (2-0) en el Sánchez Pizjuán y al no pasar del empate en el Villamarín frente al Granada (2-2).
Tras ese partido frente al conjunto granadino, disputado el pasado lunes, el coordinador del área deportiva del club, Alexis Trujillo, sucesor ahora en el banquillo hasta la conclusión de la presente campaña, anunció que Rubi continuaría como entrenador hasta la cita de Bilbao y que después se seguiría estudiando la situación.
La derrota en San Mamés motivó una reunión de los dirigentes en Sevilla, al regreso de la capital vizcaína, y el posterior anuncio de madrugada de la destitución del técnico.
Rubi aterrizó en el Betis para amansar las aguas y continuar con un estilo que se pretendía propio del equipo, que apostó por él para hacerlo más versátil tácticamente sin perder por ello competitividad y sin renunciar al objetivo europeo, aunque pronto se vio que el entrenador barcelonés no lo iba a tener fácil.
Ya en la pretemporada dejó muchas dudas y pocos resultados, aunque fue en el estreno liguero ante el Valladolid en el Villamarín cuando al primer tapón fue zurrapa en forma de derrota casera y dudas, muchas dudas en la parroquia verdiblanca, que a la semana siguiente vio cómo su equipo era vapuleado en Barcelona (5-2).
Más que los goles y los puntos, empezaban a ser las sensaciones que transmitía un equipo que, con momentos de buen juego y alguna racha aislada de resultados, no ha sabido exactamente a qué juega y, por tanto, no ha sido capaz de tener continuidad en su apuesta.
No fue hasta la tercera jornada ante el Leganés (2-1) cuando el equipo bético logró la primera de su dos victorias ligueras -la segunda fue ante el Levante (3-1)-, que sumadas a los empates con Getafe (1-1), Osasuna (0-0) y Éibar (1-1) tuvieron al Betis en zona de descenso con sólo nueve puntos.
Otra bola de partido salvada por el de Vilasar fue la del 23 de noviembre ante el Valencia en casa (2-1), encuentro al que llegó tras la decepción del primero de los derbis perdidos ante el Sevilla (1-2) después de un oasis de calma que encontró en los dos duelos previos ante el Celta en casa (2-1) y al Real Madrid en el Bernabéu (0-0).
Antes, su crédito sufrió una notable merma con la goleada ante el Villarreal (5-1), donde el equipo se derrumbó y encajó cuatro goles en veinte minutos; y las derrotas en San Sebastián ante la Real Sociedad (3-1) y Granada (1-0).
Tras ganar al Valencia, el Betis logró su única victoria fuera del Villamarín ante el Mallorca (1-2), derrotó al Athletic de Bilbao en casa (3-2) y empató contra el Espanyol en tierras barcelonesas (2-2) en la mejor racha encadenada por el ya extécnico bético en su primera y única temporada como inquilino del banquillo.
El mejor partido del año fue en enero ante la Real Sociedad (3-0), aunque desde ahí todo pareció ir cuesta abajo con, en primer lugar, la gran decepción de la eliminación en dieciseisavos de Copa del Rey ante el Rayo en la tanda de penaltis.
Ya sin la Copa, el objetivo europeo empezó también a alejarse en LaLiga con tres derrotas ante Getafe (1-0), Barcelona (2-3) y Valencia (2-1) y otros tantos empates frente a Eibar (1-1), Leganés (0-0) y Mallorca (3-3), aunque el 8 de marzo los de Rubi lograron un triunfo sobre la bocina ante el Real Madrid (2-1).
El gol en el descuento de Cristian Tello llenó del oxígeno de la confianza y de la autoestima al beticismo, hasta el punto de que en el parón de tres meses por el coronavirus trascendió, además de un acendrado optimismo, que el club y Rubi ya estaban planificando la próxima temporada.
Sólo hizo falta la comparecencia de los béticos en un Sánchez Pizjuán vacío para comprobar que muchas de las declaraciones de intenciones no se correspondían con los hechos de un césped en el que, como reconoció Rubi, el Sevilla fue superior.
El segundo partido tras el parón tampoco dio felicidad con el empate local ante el Granada, pero el crédito se agotó definitivamente en la tarde del sábado en Bilbao.
Ahora, con el equipo mas cerca de los puestos de descenso que de los europeos, el Betis a los mandos de Alexis afrontará el próximo jueves en el Villamarín una cita frente un Espanyol a la desesperada que lucha de manera agónica por evitar el perder la categoría en las ocho jornadas que le restan para concluir el campeonato.