Premio a la constancia y a la fe. Así se puede resumir en una frase corta el ejercicio de resistencia mental, sobre todo ofensiva, que el Atlético de Madrid tuvo que hacer ante Osasuna para ganar por 2-0 un partido que hasta el 1-0 de Morata amenazaba con dejar otro desesperante 0-0 en el marcador del Metropolitano. Solo hay que tirar de las estadísticas de la primera parte para ver los fantasmas colchoneros sobrevolando Madrid: once disparos rojiblancos, seis a puerta y ocasiones claras de Joao, Lemar, un travesaño y una actuación espectacular del meta rival, Sergio Herrera.
El partido colchonero recordaba a otros de esta temporada en los que el equipo del Cholo ha jugado bien para acabar muriendo en la orilla sin ningún gol en su balsa. El Celta en casa, por ejemplo. Son partidos condicionados única y exclusivamente por el gol, algo que en fútbol convierte grandes partidos en tropiezos excesivos. Analizando fríamente el choque entre Atlético y Osasuna, los locales hicieron un gran partido con 0-0, también con 1-0 y lo mismo con 2-0, es decir, el partido a nivel de juego fue siempre de notable alto para el Atlético, pero sin goles no hay paraíso y solo vale marcar.
En esta ocasión, el Atlético de Simeone dio con la tecla en todos los sentidos. Defendió bien, creó las ocasiones necesarias o incluso más para buscar la victoria y en los metros finales, pese a tener que esperar 67 minutos para conseguirlo, encontró la claridad necesaria para amarrar la segunda victoria de la semana. Por fin dos victorias seguidas. Por fin una tecla que al apretarla, funciona. Lo que sigue sin funcionar es el VAR, que no ayudó a pitar un penalti claro de Felipe en la primera parte.
Bombardeo contra Herrera y cabezazo de Morata
No es nada sencillo jugar contra Osasuna y mucho menos hacerle siete ocasiones claras en la primera parte. Y tampoco es fácil tener esas siete ocasiones y no meter ninguna. ¿Qué equipo es capaz de asumir ambos retos a día de hoy? Pues sí, el Atlético de Madrid, porque esta temporada visitar el Wanda Metropolitano para un portero es garantía de actuación brillante.
Salvo casos excepcionales, lo normal para el aficionado rojiblanco este curso es ver a gigantes en el arco rival. Algunos ya lo son de por sí, como Ter Stegen con el Barcelona, pero otros como Sergio Herrera con Osasuna o Rubén Blanco en su día con el Celta pasan de ser excelentes guardametas a ser el Casillas de la final del Mundial de 2010. Son imbatibles o casi, porque en el caso de Sergio, la segunda parte condicionó su actuación final.
Tras una primera parte en la que Joao Félix volvió a destacar cambiando siempre el ritmo del Atlético de Madrid al tocar y orientar el balón como solo él lo hace, los goles llegaron en la segunda mitad y ya con en luso yendo de más a menos. Como a base de latigazos los tantos no llegaban, Simeone, que salió de inicio con el canterano Manu en el lateral zurdo, Giménez en el centro con Felipe y Lemar por la banda en su 12.345ª oportunidad de brillar, acabó variando el plan inicial. El míster argentino repitió algo que a veces se le discute, pero que ante Osasuna salió a las mil maravillas. Un dramático Lemar acabó dejando su sitio a Correa mientras que la entrada de Herrera en el centro por Manu hizo pasar a Saúl al lateral. Cambios estos que tenían un solo objetivo: convertir el resto del partido en un asedio a quemarropa.
Las variaciones del Cholo tardaron muy poco en verse reflejadas en el marcador. Falta botada por Trippier, ya con el Atlético siendo más peligroso por aire con la entrada de Herrera, y cabezazo inapelable de Morata en el 67' para romper la igualada. Pocos minutos después, en el 75, tanto de Saúl llegando desde atrás y sentencia rojiblanca, la cual fue merecida y sobre todo encontrada, que a veces es más difícil que merecerla. Todo ello tras los cambios del Cholo Simeone y en un choque que, apunten bien, acabó con 19 tiros del Atlético, de los que 9 fueron entre los tres palos. Incluso con 2-0 hubo poca pegada para lo que generó el conjunto madrileño.
2019 se despide del Wanda Metropolitano con el Atlético subiendo en su cotización. Ahora le toca Sevilla y ganar al Betis se antoja vital para que con un tres de tres en los últimos partidos, Simeone y compañía hagan la ya conocida transición a 2020 con una media sonrisa en la boca. Sonrisa con la que no salió Arrasate del Metropolitano porque dando como merecido vencedor al Atlético, el técnico rojillo no se olvidó de recordar un penalti claro de Felipe a Brasanac en la primera parte que ni Munuera Montero ni el VAR vieron. Bueno, siendo concretos, el primero no lo vio punible y el segundo, con la jugada en sus pantallas, decidió no abrir la boca.