En la que se asume como LaLiga 1|2|3 más fuerte de la historia existe una proeza al noroeste de Madrid. Se llama Rayo Majadahonda y compite por primera vez en una categoría donde dieciocho de sus veintidós integrantes han participado alguna vez en la élite del fútbol nacional y no tienen más objetivo que el retorno a LaLiga Santander. Uno de esos milagros que a veces proporciona el deporte para un club que en 1997 tocó su teórico techo cuando alcanzó la Segunda División B una mañana ante el Orcasitas y que ahora, tras veinticinco años en Tercera y con apenas un lustro de experiencia en Segunda B, se codea con lo mejor del balompié nacional sin renunciar a nada en el futuro pero sin poder obviar ese halo de modestia que siempre ha rodeado al Rayo.
Todo ello, tras un ascenso tan agónico como probablemente inesperado el pasado 27 de mayo merced a un gol en propia puerta de un Cartagena a priori favorito en el minuto 97. "Estábamos seguros de que íbamos a marcar, pero realmente no quedaba tiempo. ‘¿Cómo vamos a marcar en un fuera de banda?’, recuerdo pensar entonces. Pero sabíamos que íbamos a ascender y tenía que ser ya, porque se acababa. Y ahí fue, en ese momento. Fue algo mágico". Habla Antonio Iriondo, actual técnico del Rayo. El mismo que ante el Cartagena. El mismo que en Orcasitas el 18 de mayo veintiún años antes. El que regresó a Majadahonda en 2012 para conseguir el más difícil todavía: liderar hasta el fútbol profesional al equipo que llevó a Segunda B hace más de dos décadas. Un experimentado técnico que ha hecho sus dos grandes proyectos con los majariegos, cuatro temporadas en la primera etapa y siete ya en esta segunda. El club de su vida, indiscutiblemente.
"Es una satisfacción muy fuerte", reconoce Enrique Vedia, histórico presidente del club durante ya más de treinta años, que recuerda que cogió "al equipo en segunda regional, imagínese". Respecto a la epopeya de hace unos meses recuerda, con la mirada iluminada, cómo "el Cartagena era mejor que nosotros y tuvieron muchas ocasiones, pero en el segundo tiempo se conformaron con el empate. El árbitro incluso nos confesó que debería haber añadido veinte minutos tras el noventa, pero solo fueron siete, y marcamos en el seis y cuarenta y cinco segundos". "Hace poco vi el gol en casa y se me pone la piel de gallina todavía, fue apoteósico. Me fui a celebrarlo con quien pillé por ahí, pero rápidamente pensé que quedaría un minuto y que no podía ir muy lejos por si nos atacaban no llegar asfixiado, pero luego hubo un centro y en el saque de puerta se acabó. Fue de locos", apostilla aún eufórico Basilio Sancho, portero en el ascenso y titular este ejercicio en 31 de los 38 partidos celebrados ya en LaLiga 1|2|3. Un debutante en el fútbol profesional a los 35 años, tras toda una carrera en ese balompié que no ven los focos. "Siempre compites con la ilusión de crecer, pero sabía que o ascendía con el Rayo o ningún equipo iba a venir a firmarme a mi edad", reconoce. Desde el prisma opuesto vivió aquella locura Aitor Ruibal, delantero del Cartagena, hoy pichichi majariego cedido por el Real Betis, ya con once tantos. "Estábamos prácticamente celebrando el ascenso, fue un momento muy duro", admite.
Empero, no tardaría en pasarse del éxtasis a cierta preocupación, cuando se fue consciente del reto que se avecinaba. Volviendo a 1997, quizá vivir por encima de la realidad había costado dos descensos consecutivos, pasando del sueño de la Segunda B a un drama llamado Regional Preferente. El recuerdo era inmediato. "Hemos aprendido equivocándonos, como todo el mundo. Cuando descendimos no teníamos ni presupuesto para estar en Tercera", se sincera Enrique Vedia. La receta, ahora, la tenía muy clara. "Gastarte el dinero que tienes, eso es lo primordial, y que en la estructura del club cada uno haga su trabajo: los jugadores a jugar, el técnico a hacer las alineaciones y el presidente a buscar dinero. Cada uno en su sitio y a dejar trabajar, es muy sencillo. En el campo son once contra once y ahí no se nota el que gana mucho o poco", añade el gestor.
En todo caso, el salto que debía dar el club para adaptarse a los requerimientos de LaLiga era considerable. Realmente, el Rayo Majadahonda no tenía dónde jugar, tal y como dictaminó la auditoría realizada al Cerro del Espino en junio. Precisaba reformas de todo tipo: vestuarios, accesos, alrededores y por supuesto adaptación televisiva. Otra piedra en el camino. "Un buen susto", reconoce Vedia. "Hablamos con todos los equipos de Madrid, y afortunadamente por la amistad que tenemos con Miguel Ángel Gil nos dijo que nos iba a ayudar. Nos buscaría un estadio y si no jugaríamos en el Wanda Metropolitano. Y nos vimos jugando en uno de los mejores campos de Europa y entrenando en la Ciudad del Fútbol. No parece una mala gestión, tenemos mucha suerte", presume el presidente majariego. Una ayuda crucial durante más de un tercio del campeonato. "La noticia de que íbamos a jugar allí nos dio la opción de fichar a jugadores que hubieran sido remisos a hacerlo de otra forma", sentencia Iriondo. "Fue muy ilusionante jugar en la sede de la final de la Champions", apostilla Basilio. El equipo no volvió al Cerro hasta la jornada 16, en un empate a cero ante el Deportivo de La Coruña. De hecho, fue esa otra dificultad. "Hubo un bache en la transición del Metropolitano al Cerro", apunta el guardameta. No en vano, el Rayo, que ganó tres de sus últimos cuatro partidos en el Wanda, venció sólo uno de sus siete primeros como local en Majadahonda, con un exiguo 1-0 ante el Nástic.
El otro gran reto del verano, obvio, había sido construir una plantilla con garantías. Incluso se recurrió para ello a la ayuda de una empresa externa. Un encaje de bolillos, tal y como describe Iriondo: "Cualquiera pensaba que en diciembre estaríamos descendidos. Sin campo de entrenamiento ni de juego no era fácil fichar, pero por eso a los que han venido se lo tengo que agradecer muchísimo, dado que tenemos unas posibilidades muy inferiores a los rivales. El Cerro solamente lo vemos dos veces al mes, que es cuando jugamos en casa. Son una serie de circunstancias que no se dan en otros equipos profesionales". En todo caso, el presidente Vedia reconoce que, pese a lo difícil de confeccionar una plantilla competitiva, le resultó casi más complejo adaptarse "a los requisitos que exige LaLiga para poder participar". Recuerda cómo, en 2017, en plenos playoffs de ascenso ante el Racing de Santander, Javier Tebas reunió a los dieciséis equipos que buscaban plaza en LaLiga 1|2|3, para calmar su ansiedad ante un potencial salto de categoría. "No os preocupéis, si tenéis algún problema de nóminas, traéis al director general o al responsable de recursos humanos, y si hay algún tema de marketing, al de publicidad y os echamos una mano a resolverlo", tranquilizó Tebas a los dirigentes. Vedia, con una sonrisa hoy relajada, no oculta la tensión del momento: "Yo miraba a mi compañero y le decía: ‘Si somos tú y yo, un día tú tienes que venir de director de personal, otro yo de presidente, al siguiente tú de gerente, al otro yo de utilero, porque no tenemos a nadie más’". Casi en tiempo récord, el Rayo ha cambiado y hoy se codea sin ninguna duda como uno más de la elite del balompie nacional.
Aunque quizá aún más complejo era crear una masa social digna para la segunda categoría del fútbol nacional. Se partía de apenas 170 socios. "Muchos equipos de Tercera tenían más que nosotros", valora Enrique Vedia. "A veces el club no hacía taquilla ni para pagar al árbitro, hablamos de recaudaciones de 300 euros", añade el entrenador. Pero la política de abonos a precios reducidos ha surtido efecto, llevando a 2.500 majariegos a ser fijos en cada partido en el Cerro del Espino. Sentencia el presidente que "LaLiga tira mucho, yo mismo tenía poca perspectiva, porque nunca había visto más de 300 socios en 30 años. Esto es un milagro". Como casi todo en el Rayo Majadahonda, cuyo presupuesto se ha elevado de un millón de euros a siete para el año del debut en el fútbol profesional. "Algo que no habría sido posible sin el dinero que LaLiga nos ha dado por derechos de televisión", admite el presidente.
Y en lo deportivo, el equipo compite a gran nivel, pese a las dificultades narradas. Decimonoveno con 41 puntos, justo cayó a la zona de descenso este domingo tras caer ante el Albacete, pero pelea por el objetivo no lejano de una permanencia que en junio parecía quimérica. Y todo con un sello de jugar bien. Puro Iriondo. "El fútbol es tan bonito que no lo podemos enturbiar por un resultado, lo importante es que los jugadores se lo creen y lo están intentando. A veces sale mejor, a veces peor, pero la impronta del estilo de juego se ve en cada partido", asevera el técnico. "A Iriondo siempre le ha gustado jugar bien al fútbol, y la gente se va contenta a casa con el equipo aunque a veces pierda", valora Enrique Vedia. "Empecé con juveniles hace 35 años y ya jugaba así, luego en segunda regional intenté inculcar lo mismo y así ha sido hasta ahora. Se da la casualidad de que estoy donde estoy, pero haría igual si estuviera en Tercera, el fútbol es el mismo aunque lógicamente los rivales te exigen mucho más", concluye el técnico, muy valorado entre sus jugadores. "Lo hace todo muy fácil. El grupo es una familia y eso es lo que te lleva al éxito. No hay egos, sino un equipo en el que vamos a sumar todos, y eso es lo que hace que esto tire para adelante", apunta Basilio. Por su parte, Ruibal ve en el Rayo el lugar en el que "seguir aprendiendo en los valores de humildad que creo que tengo desde pequeño". Desde luego, no parece haber un sitio mejor para ello.
¿Y qué dirá el futuro? ¿Quién iba a imaginar a cinco equipos de Madrid en LaLiga Santander, como ocurre esta temporada? ¿Por qué no puede ser el majariego el sexto que lo logre a medio plazo? Puestos a soñar, el presidente Vedia tira de optimismo: "Tenemos más habitantes que Villarreal, por ejemplo", avisa, aunque no tarda en bajar a la tierra, sin perder la ambición. "El Cerro no está condicionado para crecer, no tiene posibilidad física, por lo que tenemos que luchar por tener un estadio propio. Algo pequeño, como el del Leganés o el Alcorcón, pero que nos permita crecer y meter diez o quince mil personas". Tampoco se pone límites Iriondo: "Nuestra esencia es mejorar en cada partido, y sinceramente creo que éste puede ser el año más complicado porque el próximo tendremos un lugar fijo para entrenar, un sitio donde ubicarnos, un vestuario donde dejar nuestras cosas y coger fuerzas y un campo que sabremos que será el nuestro desde el principio. Creo que seremos un buen escaparate para jugadores jóvenes que quieran subir y que si nos quedamos en LaLiga, el curso que viene podemos dar un cambio radical, aunque no puedo saber hasta dónde llegaremos", vaticina. Más cauto es Basilio, también demasiado curtido en campos de césped mejorable: "Vamos a salvarnos primero, pero si lo logramos, el año próximo podemos dar que hablar", apunta, teniendo un claro espejo en el "Leganés, que estaba en una situación muy parecida a la nuestra en su primer año en LaLiga 1|2|3 y ahora… Imagínese". También Ruibal aspira a ver al Rayo dar el gran salto. "Ojalá pudiera hacerlo y mantenerse muchos años. Es un club humilde y donde todo el mundo curra fenomenalmente y que se merecería llegar a dar ese paso más", declara.
Sería esa la llegada del cuarto milagro del Rayo Majadahonda. Tras Orcasitas. Tras lo del Cartagena. Y es que, de lograr un tercero este curso después del estreno en la élite con todas las dificultades conocidas, nadie le podrá negar a los majariegos el derecho a soñar con el cuarto. Entonces, el cielo estará un poco más cerca del noroeste de Madrid.