Un histórico de nuestro fútbol, uno de los más grandes con una enorme masa social y 9 títulos en su vitrina -6 Copas del Rey, una Recopa, una Copa de Ferias y una Supercopa de España-, está herido de muerte. El Real Zaragoza se juega en lo que queda de temporada mucho más que una simple permanencia en Segunda División. Los maños luchan por su vida. Si el conjunto aragonés desciende a Segunda B, desaparecería. Así de fuerte.
El club aragonés afronta su sexta campaña consecutiva en Segunda División, una catástrofe deportiva que no sufría desde los años 40 del siglo pasado. A la crisis dentro de los terrenos de juego hay que sumarle una mucho peor: económicamente el Real Zaragoza es una ruina. Ahora mismo se deben 76 millones de euros, 22 a la Agencia Tributaria, 28 forman parte del convenio de acreedores y 10 se adeudan a los bancos. El equipo a largo plazo no es viable en Segunda División, pero se hacen malabares para insuflarle algo de oxígeno. El descenso esta temporada a Segunda B sería una estocada mortal y definitiva, ya que no se podría hacer frente al convenio de acreedores.
En estos momentos, tras las primeras 18 jornadas disputadas, los blanquillos son 20º con 16 puntos, a uno de la salvación que marca el Extremadura. El Real Zaragoza presenta este martes al que será tercer entrenador esta temporada. Tras la destitución de Lucas Alcaraz, Víctor Fernández, míster histórico para los maños -ganó una Copa del Rey y una Recopa-, que lleva dos años en el paro -fue despedido por el Real Madrid como director de su cantera, las malas lenguas dicen que por vago-, llega al banquillo de La Romareda para dar una vida extra al equipo de sus amores.
¿Cómo se llegó a esta situación? El pufo de Agapito
En 2006 el hasta entonces máximo accionista del club, Alfonso Soláns, decide vender su paquete accionarial a un empresario soriano. Agapito Iglesias. A su llegada, promete un proyecto faraónico que aún hoy pasa factura, y de que manera, al equipo de la capital del Ebro.
Tras clasificar al equipo para la UEFA en su primera temporada como presidente, llegan los problemas. Tras firmar la plantilla más cara en la historia del club, el Real Zaragoza desciende a Segunda División. Con jugadores como Aimar, Oliveira, Sergio García, Diego Milito o Ayala. La derrota en Mallorca (3-2) condenaba al club aragonés a su primer descenso de la era Agapito.
Al año siguiente se apuesta por Marcelino y el Real Zaragoza vuelve a la máxima categoría a las primeras de cambio. A partir de ese momento, el conjunto maño se instala en tierras movedizas.
Tras varios años en el alambre en el que se hace famoso en muchos campos de España el cántico "el maletín salvó al maño", el Real Zaragoza acaba descendiendo a Segunda División el 1 de junio de 2013, tras perder frente al Atlético de Madrid. La temporada siguiente en Segunda termina sin ascenso.
Los problemas se le acumulan a Agapufo. El Real Zaragoza está cerca de la liquidación. Los más de 100 millones de deuda que arrastra el club ponen en jaque al conjunto blanquillo. El empresario soriano, imputado por unos sobrecostes en la construcción de naves en un polígono de la capital del Ebro, está acorralado. Las negociaciones para vender su paquete accionarial a varios grupos extranjeros no llegan a buen puerto, por lo que acaba cediendo sus acciones a un grupo de empresarios aragoneses, la Fundación Real Zaragoza 2032.
Al asalto del ansiado ascenso
Con la tremenda deuda que acumula, el Real Zaragoza se encuentra en una encrucijada. Debe cumplir con las obligaciones económicas que le permitan seguir existiendo, cada temporada su presupuesto se reduce drásticamente, sin descuidar un ascenso a Primera que debe llegar cuanto antes para salir de la UCI. En la primera temporada con la Fundacion al frente, los maños rozan la proeza. Tras quedar sextos se meten en el Play Off. Remontan un 0-3 ante el Girona en Montilivi (1-4). Se juegan el ascenso ante la Unión Deportiva Las Palmas. Tras el 3-1 de La Romareda, los canarios remontan, ganan 2-0 y dejan a los blanquillos con la miel en los labios.
La siguiente temporada es de infausto recuerdo para una afición que no olvidará nunca el desastre de Palamós. El Zaragoza se jugaba meterse en Play Off ante una Llagostera desahuciada que ya era equipo de Segunda B. La afición maña llena las gradas del Nou Estadi. El empate sirve para jugarse el ascenso. Lo que ocurrió aquel 5 de junio de 2016 es digno de estudio por el mismísmo Iker Jiménez. Encajar seis goles ante un rival muerto, en una tarde donde era obligado ganar o, como mal menor, servía el empate para pelear el ascenso a Primera, es una vergüenza inadmisible, un ridículo sin igual en más de ochenta años de vida.
Tras el durísimo varapalo de Palamós, la temporada siguiente se convierte en un infierno. El equipo no carbura y la directiva decide en el mes de febrero dar un puñetazo en la mesa. Despide a Narcís Juliá como director deportivo y le birla al Huesca a Lalo Arantegui y a su mano derecha, José María Barba. El equipo termina salvándose con Laínez en el banquillo. Arantegui y Barba, que ya había hecho un gran trabajo en el conjunto oscense, se ponen manos a la obra y construyen un señor equipo con muy pocos mimbres -el Zaragoza en la ltemporada17/18 es el 13º presupuesto de la categoría-.
La afición recupera la ilusión y tras una espectacular segunda vuelta, los maños terminan terceros y se juegan el ascenso en el Play Off. Se enfrentan al Numancia. Tras el 1-1 que se registra en Los Pajaritos, La Romareda vive una noche trágica. El conjunto soriano se impone 1-2 con un tanto de Diamanka en el 90. Las lágrimas de Borja Iglesias, el delantero cedido por el Celta falla varias ocasiones clamorosas en el partido que supuso su despedida, son la viva imagen de lo que aquel 9 de junio, se siente en Zaragoza.
Todo se tuerce
Para la actual temporada, el Real Zaragoza pierde a dos puntales. Uno en el banquillo, Natxo González, con contrato en vigor, huye despavorido por la presión a Coruña. Además, Borja Iglesias -y sus 22 goles la temporada pasada- ficha por el Espanyol tras pagar el conjunto perico su cláusula de rescisión al Celta. Para sustituir al gallego se ficha a Marc Gual, talentoso delantero internacional Sub 21 con España que llega procedente del Sevilla Atlético y a Álvaro Vázquez. Ambos adolecen del mismo problema, no tienen gol. Para el banquillo, Lalo Arantegui y José María Barba apuestan por Imanol Idiakez como sustituto de Natxo. Una decisión arriesgada, Idiakez jamás ha entrenado en el fútbol profesional en España, que no sale bien. Es destituido en la jornada 10 tras empatar con el Tenerife en La Romareda.
Si la apuesta por Idiakez fue arriesgada, la de su sustituto sorprende todavía más. Lucas Alcaraz, que lleva varios años alejado de la rueda de los banquillos en España, se hace con las riendas del conjunto maño. Lalo y Barba siempre habían apostado por un modelo donde el balón es protagonista. Algo que no se cumple con Lucas Alcatraz. ¿Sería una apuesta impuesta? Alcaraz deja dudas desde su presentación. Sus tristeza no parece la mejor medicina para un equipo construido para luchar por el ascenso y que se mueve en el barro. En 7 jornadas, Lucas firma unos paupérrimos números. 5 puntos de 21 posibles. Y lo que es peor, sensaciones de equipo roto. Lesiones, cambios de rumbo constantes en cuanto a esquemas y alineaciones se refiere y un vestuario que parece roto.
La imagen de Jorge Pombo, canterano que siente y ama al Real Zaragoza, a las puertas de La Romareda tras el partido contra el Cadiz -el conjunto aragonés pierde 0-1 y entra en descenso-, en la que el mediapunta asegura que dentro del vestuario hay jugadores que "no quieren", que no le ponen suficiente testiculina y que se dejan ir, inquieta aún más al zaragocismo.
Jorge Pombo atiende a los hinchas zaragocistas a la salida de La Romareda. El delantero da explicaciones sobre la mala situación que atraviesa el equipo y trata de apaciguar los ánimos de una afición cansada de que el equipo no reaccione pic.twitter.com/YIGPwfd0m7
— ElDesmarque Zaragoza (@ElDesmarque_ZGZ) November 30, 2018
Tras dar la cara ante su afición, Pombo comienza a ser relegado en el banquillo. En el último partido ante el Deportivo, otro de los pesos pesados, el guardameta argentino Cristián Álvarez, es cambiado al descanso. Se dice, aunque pocos se lo creen, que por molestias físicas. Algo pasa en ese vestuario.
El ambiente en el entorno es irrespirable. La afición, que lleva seis años dando la cara por su equipo en el infierno de Segunda, no puede más. Siente que se les muere el equipo de sus amores. Piden cabezas. Alcaraz es destituido y el sustituto es un histórico del zaragozismo. Víctor Fernández, ganó una Copa del Rey y una Recopa, es el elegido.
El mismo Víctor que en la etapa de Agapito descendió a la plantilla más cara de la historia del club. El Fernández cuya última experiencia como entrenador, hace cuatro temporadas, terminó siendo destituido del Deportivo de la Coruña. Tras ser director de la cantera del Real Madrid, lleva dos años en paro. Ahora, en el momento deportivo más critico de la historia del Real Zaragoza, se sube como capitán a un barco a la deriva al que deberá encontrar rumbo. Cuanto antes. Hay demasiado en juego. El equipo de su corazón se juega seguir palpitando 87 años después.
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— Real Zaragoza (@RealZaragoza) December 18, 2018
Paradójicamente, la persona que hizo al Real Zaragoza conquistar Europa puede ser el mismo que lo hunda para siempre. Mejor no pensarlo. De momento, su valiente decisión -llega cobrando una miseria y tiene mucho que perder y poco que ganar- ya ha conseguido algo. Que todo el zaragocismo, crea o no en él, vuelva a unirse para luchar todos a una por un objetivo común. Y por muy malherido que esté, cuando el león ruge los rivales tiemblan.