Enric Gallego es el hombre de moda en Segunda. El delantero del Extremadura es el actual Pichichi de la categoría de Plata con 13 goles en 14 partidos. Viene de marcar un póker ante el Reus en un partido clave por la permanencia. Gallego vive el mejor momento de su carrera deportiva y disfruta al máximo del momento. Él mejor que nadie sabe lo que es el barro. Y es que hasta hace bien poco, el fútbol le había dado la espalda.
Su historia es más propia de otros tiempos que del fútbol moderno. Antes de ser el gran protagonista de la Segunda División, sudó sangre para convertirse en futbolista profesional.Para llegar a fin de mes, hasta los 27 años tuvo que compaginar el fútbol con otros trabajos: camionero, obrero de la construcción, gestor de bicis de alquiler o instalador de aire acondicionado.Un auténtico todoterreno buscavidas que no pisó la Tercera División hasta los 22 años. "Yo jugaba para pasarlo bien con los amigos. No pensaba en más. Trabajaba todo el día y luego me distraía entrenando", aseguraba un Enric que incluso estuvo dos años sin jugar tras vivir un amargo episodio cuando era juvenil en el que su equipo se vio envuelto en una tangana tras la cual fue expulsado de la liga. Tenía 18 años.
Descolgó las botas con 20 años para jugar en Segunda Regional en el equipo de su barrio. Tres categorías por debajo de Tercera. De ahí pasó al Alzamora y luego al Premiá. Por esa época, Enric trabajaba de camionero y repartidor en la empresa Grupa Tainer, del primo de su mujer. Diariamente se iba al puerto de Barcelona a recoger paquetes que tenía que repartir por media Cataluña. A veces, hasta Francia: "Hacía kilómetros. En alguna ocasión tuve que quedarme a dormir en la litera del camión. Pero era mi trabajo". Estuvo dos años.
Era tal el cansancio que acumulaba el gigantón que estuvo cerca de cerrar los ojos para siempre: "Hablé con Jesús (mi jefe) y le dije que quería estar bien. Antes de que me llamara el Espanyol, estuve a punto de salirme de la carretera dos veces con el camión porque me quedaba dormido. Tenía que cambiar eso".
Sus buenas actuaciones en el conjunto catalán le abrieron las puertas del Espanyol B, compaginando posteriormente el trabajo y el fútbol en el Cornellà, cuando uno de los directivos le ofreció la posibilidad de entrar en una empresa de mantenimiento de bicicletas en Barcelona. Cobraría parte del sueldo en el club y un plus en la empresa. Su misión fue, el primer año, llevar bicicletas a los puntos donde había menos. Y el segundo, salir a buscar las bicis robadas o en mal estado. Nacido en Martorell (Barcelona) hace 32 años, procede de una familia muy humilde en la que el esfuerzo siempre ha sido la bandera. Con 27 años, en la temporada 2013-14, le fichó el Badalona, y a partir de ahí es cuando empieza a vivir solo del fútbol. Después vendrían los pasos por Olot, de nuevo Cornellà y, ahora, Extremadura. El conjunto de Almendralejo apostó fuerte por él en el pasado mercado de invierno. Rompió el mercado de Segunda B al pagar cerca de 200.000 euros al Cornellá. Arriesgaron y triunfaron. Enric fue clave en el ascenso con sus goles.
Gallego tiene este año y otro más de contrato con el Extremadura. Este gigantón de 1,90 es un delantero completísimo: va bien de cabeza, pelea, es muy rápido, tiene buena zurda, técnicamente es bueno y compite todos y cada uno de los minutos que está en el campo. Sus enormes condiciones han levantado la curiosidad de numerosos directores deportivos. En el Extremadura es un auténtico ídolo. Los vecinos de Almendralejo lo paran por la calle para decirle que no se vaya. Los niños cuando juegan en el patio del colegio imitan sus celebraciones tras marcar un gol. El catalán no se cansó de llamar y llamar a la puerta. Jamás desistió. Y al final, con su sudor, consiguió tirarla abajo.
Tras ganarse a pulso con su fútbol el brillar con luz propia, Enric disfruta, junto a su esposa Sandra que en las buenas, y sobre todo en las malas, siempre ha sido su brújula, cada minuto del sueño que tanto esfuerzo le costó cumplir. Merecido lo tiene el gran Enric Gallego.