El Mallorca ha cambiado la enorme decepción por la caída al pozo de la Segunda B de hace un año en Miranda de Ebro, por el júbilo y la alegría desbordada del ascenso a la Liga 1,2 3 tras empatar 0-0 ante el Mirandés.
Anduva, el estadio que en mayo de 2017 fue testigo del dramático descenso mallorquinista tras casi cuatro décadas en el fútbol profesional, ha sido el escenario del resurgimiento de un equipo acostumbrado a grandes proezas durante las quince temporadas seguidas que militó en Primera división.
Durante esta temporada, el equipo bermellón ha sido líder del Grupo III de la Segunda División B, contando con una de las mejores plantillas no solo del grupo, sino de toda la categoría con hombres de referencia como Abdón Prats, al que repescaron tras estar en equipos como el Rácing de Santander o el CD Mirandés, a Salva Sevilla, jugador experimentado tanto en primera como en segunda, o Lago Júnior, así como un guardameta también experto como Reina.
"No hay palabras para describir todo esto, ha sido un año muy duro, hemos sufrido, pero hemos vuelto", declaró, eufórico, una de las figuras del equipo, el marfileño Lago Junior, mientras sus compañeros "manteaban" al técnico Vicente Moreno, uno de los pilares del ascenso, en el terreno de juego.
Al júbilo mallorquinista también se unió el madridista Marco Asensio a través de Twitter.
"!Vamosssss enhorabuena¡" escribió el mediocampista mallorquín, también en plena celebración por el título conquistado por el Real Madrid ante el Liverpool en Kiev.
La fiesta empezó en las gradas de Anduva animada por el medio millar de aficionados que acompañaron al equipo y se extendió hasta la plaza de las "Tortugas", en el centro de Palma, donde miles de seguidores bermellones celebraron el ascenso tras ver el partido en una pantalla gigante.
El Mallorca ha vuelto, y lo ha hecho con el apoyo de inversores estadounidenses, entre ellos Robert Sarver, dueño de los Phoenixs Sun de la NBA, una dirección deportiva encabezada por Maheta Molango y Javier Recio, el valenciano Vicente Moreno en el banquillo y jugadores implicados en el proyecto.
No fue un camino de rosas, sobre todo, porque la entidad balear tuvo que superar momentos críticos tras el descenso y empezar de nuevo en medio de la debacle, con parte de la afición enfrentada a los jugadores y una directiva seriamente cuestionada y a la que se pedía su marcha a gritos.
Sarver y Molango siguieron confiando en un club dividido y diseñaron un plan que, visto lo resultados, ha sido el correcto. Para ello contribuyó, y mucho, la espectacular campaña del equipo en el Grupo III de Segunda B, que lideró con gran autoridad de principio a fin. El Mallorca acabó la Liga con 73 puntos en 38 partidos y afrontó la fase de ascenso de la mejor manera posible.
El club balear cierra con el ascenso una de las etapas más negras de su 102 años de historia y vuelve con más fuerzas, si cabe, para intentar escalar hasta lo más alto del fútbol español.