Cuando una película ha sido vista decenas de veces, no hay motivo alguno para pensar que el final puede ser diferente. De hecho, suele ser siempre el mismo. Sin embargo, en el deporte, ocurre en ocasiones que existen componentes maravillosos que hacen que la historia final pueda cambiar. La derrota del Atlético de Madrid en Gijón, ante un Sporting que parecía agonizar en la Liga a diez minutos del final, fue el mejor ejemplo de eso. Lo que parecía poco más que un `remake´ de tantas y tantas victorias colchoneras, terminó en un final terrorífico para los colchoneros, que quizá pagaron el cansancio del partido de Champions League ante el PSV, pero que desde luego sufrieron un duro castigo por el conservadurismo atroz de Diego Pablo Simeone durante la mayor parte del partido, acuciado en la segunda mitad.
Se había llegado al minuto 80 con el Atlético por delante, 0-1, reeditando lo visto en tantas ocasiones. El dominio posicional era del rival, que en todo caso no había creado ni una sola ocasión de gol real. Los madrileños, por su parte, vivían de su eficacia defensiva, con Giménez y Lucas Hernández demostrando su enorme capacidad para responder cuando se les necesita, haciendo olvidar la ausencia de Godín. Y, por supuesto, de la estrategia, tantas veces maná del equipo colchonero, y de una zurda prodigiosa, la de un Antoine Griezmann tocado por los Dioses del Olimpo, y que había puesto en franquía a los colchoneros con un golazo espectacular de falta poco antes de la media hora. El galo había transformado una dudosa infracción al borde del área asturiana en el golpeo perfecto: rosca impecable que se coló por la misma escuadra de Cuéllar, donde ningún portero podría llegar. Una obra de arte.
Todo encaminaba pues al guion tantas veces visto, con habitual éxito atlético. Cuando el Sporting se terminara por volcar, desesperado por su situación, una contra resultaría letal, si no lo había sido antes un saque de esquina. Pero esta vez, le tocó cruz a Simeone. Metió a su equipo tan atrás que Cuéllar no fue más que un espectador más desde el gol de Griezmann, como lo había sido antes. Un par de pelotazos largos a Vietto fueron todo el balance visitante en la segunda parte, en los que el argentino, sólo contra el mundo, no pudo resolver, finalmente exhausto. Los tres cambios del técnico rojiblanco fueron a cada cual más conservador: Gabi por Correra, Torres por Griezmann, y Juanfran por Vietto. La confianza en el modelo es tal, con motivos para ello dados los resultados, que cuando vienen mal dadas, puedes haber dificultades para reaccionar. Aunque casi siempre las cosas salgan de cara a los colchoneros.
Pero a veces, las meigas del fútbol pueden aparecer. Llegado ese minuto 80 sin que Oblak hubiera tenido que salvar ni un solo disparo peligroso en todo el partido, el Sporting siguió tirando de un corazón que no le cabe en el pecho, aunque a veces le falte fútbol. Forzó una falta al borde del área que Sanabria envió al poste izquierdo de Oblak, en la primera clara ocasión real de los locales que, a partir de ahí, creyeron que era posible entrar en un muro teóricamente impenetrable, liderado por Giménez y Hernández, perfectamente apoyados por el trabajo del centro del campo colchonero. Un minuto después otra falta, aún más peligrosa, y de nuevo Sanabria llevando el éxtasis a las gradas de El Molinón. Sin buscar la colocación, el guaraní colocó el balón entre la barrera con una potencia atroz, sin tiempo para la reacción de Oblak. Fue ahí cuando el `remake´ se fue al traste, y cuando la ilusión asturiana empezó a ver la luz.
Porque todo terminó siendo un horror para los de Simeone. Acto seguido, en una internada por la izquierda de Sanabria, Giménez se rompió al medirse en la carrera con el paraguayo, que se plantó solo ante Oblak, para ceder el 2-1 a Carlos Castro, que, sin embargo, mandó el cuero al larguero. Todos los fantasmas se le aparecieron al Sporting, que no se imaginaba en otra más clara, y que podía haber tirado dos puntos de oro por la borda, con Castro fallando a placer. Difícil era pensar en crearle otra tan ocasión más así a este rocoso Atlético.
Y sin embargo, ocurrió. Acto seguir, además. De nuevo la izquierda, con Jony ganando la espalda a Juanfran y Gámez, fue el punto de partida. Otra vez el pase de la muerte, y otra vez Castro al remate en el segundo palo. El tiempo se detuvo, pero esta vez el delantero local se quitó una mochila cargada de piedras de encima. Remató raso y batió a Oblak, para delirio de la mareona, que pese a la incapacidad de su equipo para generar nada no cejó en ningún momento de apoyar. Ahí, claro, los visitantes no tuvieron respuesta, sorprendidos por un final que nunca (o casi), se le viene encima, y reculados hasta el extremo por la versión más conservadora de un Diego Pablo Simeone, de reconocido éxito con su libreto, pero que murió empachado de su idea en El Molinón. Porque a veces estas cosas pasan en el deporte.
Ficha técnica:
Sporting de Gijón (2): Cuéllar; Lora, Luis Hernández, Meré, Isma López; Cases, Sergio Álvarez, Mascarell (Carlos Castro, m. 56), Pablo Pérez (Carmona, m.69), Jony; y Sanabria (Rachid, m.92).
Atlético de Madrid (1): Oblak; Gámez, Giménez, Lucas Hernández, Filipe Luis; Kranevitter, Koke, Saul; Correa (Gabi, m.58), Griezmann (Torres, m. 62) y Vietto (Juanfran, m.75).
Goles: (0-1): Griezmann (m. 29); (1-1): Sanabria (m. 80); (2-1): Carlos Catro (m. 89).
Árbitro: Gil Manzano (extremeño). Mostró tarjeta amarilla a los locales Sanabria, Pablo Álvarez, Meré, Pablo Pérez, y Nacho Cases, y al visitante Juanfran.
Incidencias: partido disputado en el estadio de El Molinón, perteneciente a la 30ª jornada de la Liga BBVA.