En un día en el que estuvo lejos de su nivel real, y en el que incluso un excesivo número de imprecisiones en la defensa y el centro del campo le llenaron de dudas, el Barcelona sacó adelante el partido en Málaga, imponiéndose por 1-2 merced a la genialidad de un Leo Messi que tapó todas las carencias que los azulgranas mostraron en La Rosaleda.
Cuando un equipo claramente inferior se le atraganta de forma reiterada a uno de los grandes transatlánticos de su competición, deja de ser casualidad. Es lo que ocurre con el Málaga de Javi Gracia y el Barcelona de Luis Enrique, al que los de la Costa del Sol incordian como una dolorosa china en el zapato. Y eso que las cosas pintaron a ser muy diferentes cuando, nada más empezar, Munir reivindicó su posición en el Barcelona con un gol a los 62 segundos de juego. Un chispazo de Messi, de presencia casi testimonial en la primera parte, habilitó a Suárez, al límite del fuera de juego, para ganarle la partida a un lento Angeleri, alcanzar la línea de fondo, y dar un pase de la muerte certero para la incorporación del hispano marroquí, que marcaba el 0-1 a placer y planteaba un escenario plácido para los de Luis Enrique.
Pero nada más lejos de la realidad. Desde el primer instante nada más recibir el gol, el Málaga comenzó a hacerse progresivamente con el control del juego. Camacho y Recio, imperiales en la medular andaluza, superaban con un derroche descomunal al que posiblemente es el mejor centro del campo del planeta. Todos los balones disputados eran locales. Y, más allá de eso, la enorme presión de su pareja en el eje, junto al esfuerzo colectivo del equipo de Gracia, dejaron al Barcelona en una evidencia desconocida por regla general. Los primeros diez minutos de Vermaelen demostraron que el belga está a años luz del actual nivel de Piqué, que descansó por la rotación de Luis Enrique. El ex del Arsenal falló por arriba y por abajo, en la salida de balón, y en los despejes, siendo el inicio del manojo de nervios que fueron los defensores azulgranas en los primeros 45 minutos. Luis Enrique no tuvo otra que dejarlo en el banquillo al descanso.
Sin embargo, no todos de los que se espera sangre fría en los catalanes estuvieron al nivel. La primera mitad de Sergio Busquets conformó posiblemente sus peores minutos sobre un terreno de juego en la última década. El mediocentro fue un desconcierto constante, pleno de inseguridad, lento en el balón dividido, impreciso en el pase. Metió en no pocas veces a Javier Mascherano en apuros, con el argentino disfrazado como el bote salvavidas de los visitantes. Al Málaga, enfrente, le sobró entusiasmo y derroche, pero le faltó pólvora en la punta, como marcan las diferencias entre ambos, en la semana en que Amrabat se marchó al Watford de la Premier, 8 millones de euros mediantes. Pero tanto había ido el cántaro al área de Bravo, con varios avisos previos, especialmente un zurdazo del Chory Castro despejado al alimón entre Claudio Bravo y el poste, que Juanpi aprovechó un nuevo error de Busquets para no perdonar en un balón que le dejó Charles en la frontal y llenar de ilusión La Rosaleda y hacer algo de justicia a lo que se veía sobre el césped. Pese a todo, pudo Messi dejar al Barcelona por delante al descanso, pero un esfuerzo enorme de Miguel Torres evitó que el balón de oro marcara en la desprotegida puerta de Kameni, tras el rechazo del camerunés a un disparo cruzado de Munir.
Un movimiento estratégico de Luis Enrique cambió las tornas al paso por vestuarios. Dejar a Vermaelen en el banco, dando entrada a Mathieu, dio luz al centro del campo azulgrana, con nula confianza en el apoyo del belga para reforzar la salida. El francés aclaró los problemas desde atrás y permitió que, ante el previsible bajón físico del Málaga, a Busquets se le volvieran a ver las virtudes y se le ocultaran sus carencias. El de Sabadell hubo de tomar menos riesgos con el esférico, reforzando también esa opción Luis Enrique minutos después con la entrada de Rakitic. Para entonces, ya había llegado el 1-2, en una nueva aparición de Messi, con una volea genial cazando dentro del área un buen centro de Adriano. No pasaban más de siete minutos de la segunda mitad, y el partido era claramente otro, a medias entre el cambio de Luis Enrique y el inicio de la falta de fuelle malagueña.
Siguió a pesar de todo creyendo el Málaga, con las ideas intactas en la cabeza pero las piernas mucho más cansadas. Las subidas del Chory Castro, por la izquierda, y de Rosales, lateral de larguísimo recorrido, por la derecha, no dejaron de llegar. El uruguayo y el venezolano hicieron trabajar en no pocas ocasiones a Bravo, pero quien realmente estuvo más cerca en la segunda parte del gol fue el Barcelona, aunque Camacho rozara el empate en el 73, en lo que hubiera sido un broche de oro a un partido pluscuamperfecto del ex centrocampista del Atlético de Madrid. Pero, con Messi más activo en la reanudación, y una vez más letal en la finalización, el Barcelona sacó tres puntos de oro en un partido donde quizá no los mereció, como reconoció el propio Luis Enrique en la rueda de prensa. A los catalanes no les sobró brillo, al inicio hasta les faltó seguridad y se les acumularon las imprecisiones, pero una vez más Messi no faltó a su cita y espoleó a su equipo al liderato, en espera de lo que haga el Atlético de Madrid.
Ficha técnica:
Málaga (1): Kameni; Rosales, Angeleri, Weligton (Duda, m. 83), Miguel Torres; Recio (Fornals, m. 69), Camacho, Juanpi, Chory Castro; Cop (Santa Cruz, m. 79) y Charles.
Barcelona (2): Bravo; Aleix Vidal, Mascherano, Vermaelen (Mathieu, m.46), Adriano (Sergi Roberto, m. 74); Busquets, Arda Turan Iniesta; Munir (Rakitic, m.56), Messi, y Suárez.
Goles: (0-1): Munir (m.2); (1-1): Juanpi (m.32); (1-2): Messi (m.52).
Árbitro: Clos Gómez (aragonés). Mostró tarjeta amarilla a los locales Charles y Fornals y a los visitantes Vermaelen, Messi y Arda Turan.
Incidencias: partido disputado en el Estadio de La Rosaleda, perteneciente a la 21ª jornada de la Liga BBVA.