Jan Oblak tenía muchas opciones de abandonar el Atlético de Madrid a final de temporada por la falta de minutos en la portería rojiblanca. La opción de ser cedido y sustituido por otro guardameta estaba sobre la mesa del cuerpo técnico rojiblanco, pero la lesión de Moyá le ha cambiado la vida en pocos días.
Oblak ha pasado de sólo disputar la Copa del Rey y un partido de Champions a ganarse el respeto del Vicente Calderón, cántico personalizado incluido. Sus dos paradones ante Córdoba y Real Sociedad en apenas cuatro días han servido para demostrar que es un portero que se acopla perfectamente a las necesidades del Atlético: detener los pocos disparos que recibe la defensa rojiblanca.
La pelota está ahora mismo sobre el tejado de Simeone. Moyá está cerca de recuperarse y el tramo final de la temporada será decisivo para los objetivos rojiblancos. El Cholo no es muy dado a tocar lo que funciona, pero sí es cierto que Miranda ha recuperado su puesto en la mayor parte de las ocasiones pese a las grandes actuaciones de Giménez. Algo parecido podría pasar con Moyá y Oblak.
La parte positiva del asunto para Oblak es que, independientemente de quién retenga el puesto, el Vicente Calderón y el cuerpo técnico del Atlético de Madrid ya conocen el buen rendimiento que puede dar. Su juventud, el alto precio de su fichaje (16 millones) y el miedo a perder por el camino a un guardameta de tanta proyección son sus puntos positivos respecto a Moyá.