Neptuno no le dejó el tridente bueno al Atlético de Madrid visto lo visto en Balaídos. Había muchas ganas por ver qué hacían los rojiblancos con su nueva arma y la opción Torres-Mandzukic-Griezmann dejó la peor imagen posible. Es cierto que nunca fue un esquema con los tres arriba, pero dio igual, porque careció de efectividad y duró un único acto. El derbi ya es historia y el Celta aprovechó la resaca del campeón.
Desesperado, sin saber a lo que jugaba, cosa no muy habitual en el cuadro rojiblanco, y con un estado de ansiedad preocupante. Con esas sensaciones jugó el Atlético de Madrid toda la primera parte. No combinó más de dos pases consecutivos, cometió errores no forzados más propios del tenis que del fútbol y el experimento del tridente atacante pareció fue inoperante. Nadie se aclaraba, ninguno sabía que debía hacer y el caos se puso la camiseta del conjunto madrileño.
Los rojiblancos, sin el toque de Arda y Koke pierden mucho poder de elaboración, pero hombres como Tiago, Saúl, Gabi y Griezmann no son cojos a la hora de dar criterio al juego. Ninguno estuvo acertado en esa línea de cuatro que situó el Cholo por detrás de Torres y Mandzukic. Tan mal estaba el centro del campo del Atlético que Tiago, hombre referencia en el último derbi, fue cambiado a la media hora. Simeone estaba desesperado y no lo dudó. Mario Suárez entró y el portugués, consciente de que no era su día, apenas se quejó.
El Celta dominó, absorbió la pelota en su totalidad y rondó continuamente el área de Moyá gracias a la omnipresencia de Orellana y Nolito. El problema fue la falta de gol de los gallegos. Un Atlético horrible y muy superado en campo propio llegó a disparar dos veces a puerta mientras que el Celta no vio portería en ninguna acción. Al descanso, Simeone dio gracias por seguir con 0-0 en el marcador y Berizzo, todo lo contrario. Sólo eso salvó al Atlético, su defensa y su intensidad, que nunca baja pese a su mala imagen.
No se quedó del todo conforme Simeone con hacer sólo un cambio y en el descanso movió nuevamente ficha. Cani entró por Torres y se puso fin a un tridente que, por lo menos en su primera intentona, quedó muy lejos de funcionar. Con un esquema más habitual en el campo, el Atlético volvió a ser el mismo, se alejó de lo visto en la primera mitad y empezó a crear peligro. Por su parte, el Celta parecía recordar todo lo perdonado anteriormente.
Nolito y Orellana pusieron los goles
Estaba mejor el Atlético, pero no contaba con el colegiado. En el cómputo global de los minutos jugados si un equipo merecía ir ganando ese era el Celta aunque no se puede negar que a la victoria final ayudó la actuación de Martínez Munuera. Acertó al pitar un claro y tonto penalti de Mario Suárez sobre Nolito, pero se olvidó de ver una mano clarísima de Augusto. Nolito no perdonó y puso el 1-0 en el luminoso.
Tras el gol, el equipo del Cholo estuvo muy cerca de empatar rápidamente. Tuvo tres ocasiones en los pies de Saúl, Griezmann y Mandzukic, pero no era el día de los tridentes aunque el mismo fuera de ocasiones. No acertó el Atlético; sí lo hizo Orellana que finiquitó una buena jugada del Celta para enmarcar su gran encuentro.
Raúl Jiménez entró tras el 2-0 para buscar un gol que le diese alas al Atlético. Nunca llegó. Cada jugada se convirtió en un ejemplo más de la mala noche de los madrileños y el colegiado volvió a poner de su parte al no ver una pena máxima clara sobre Siqueira. No funcionó nada y la sensación de haber perdido 45 minutos quedaba patente. Simeone tomó nota del experimento del tridente. Habrá que ver si lo vuelve a utilizar.