La Liga en juego, tres puntos fundamentales para dos de los mejores equipos del planeta, las ilusiones de los aficionados, todos los tópicos futbolísticos sobre la mesa... pero sobre todo una realidad: un negocio en el que no debería haber injerencias. Sin embargo, haberlas, haylas. Los protagonistas deberían ser los jugadores, esta noche lo fue Alberto Undiano Mallenco.
Vitoriano Sánchez Arminio, jefe de los árbitros -aunque fiscalizado por Díaz Vega-, dormirá tranquilo sabiendo que el colectivo arbitral vuelve a tener su cuota de protagonismo. El magno escenario del Bernabéu se llenó con la colosal figura de un Undiano que tuvo la capacidad de equivocarse en las dos áreas. Primero homenajeó a Guruceta con el penalti sobre Cristiano, pero sobre todo decidió dinamitar el clásico con dos penas máximas en contra del Madrid. La primera muy dudosa tras ver la repetición, pero con un castigo de los que marcan un encuentro. La segunda, equivocada al ver que, aunque hay contacto, Iniesta ya no tenía el control sobre el esférico una vez rechazado por Xabi Alonso. El marcador se tornó blaugrana y el Atleti líder.
Es fácil comentar la actuación del trencilla viendo la televisión, efectivamente lo es, lo absurdo es que los árbitros no puedan parar el encuentro para ver una repetición cuando todo el planeta lo puede hacer. Son malos y serán peores con la presión que tienen que soportar, pero los que podrían hacerles la vida más fácil no desean hacerlo y por eso ni barajan los adelantos tecnológicos.
No fue la mejor noche de Undiano Mallenco y el Madrid lo va a pagar caro. Llega el tramo más difícil de la temporada y donde a las 22:10 eran siete puntos de distancia, a las 22:50 era uno y sin el liderato. Siempre he defendido la ineptitud arbitral a la conspiración pero Cristiano no está de acuerdo: "Querían que el Barça siguiese en la lucha y ahí está". Muchos respaldarán las palabras de un líder fraguado gol a gol, pero que más que probablemente será sancionado por expresarse libremente en un país en el que los futbolistas no pueden hacerlo. Pero yo sí: Undiano, ¡qué malo eres!