Corría el minuto 86 del partido entre el Atlético de Madrid y la Real Sociedad en el Vicente Calderón (0-1) cuando Imanol Agirretxe, que poco antes había entrado al terreno de juego en sustitución de Carlos Vela, recibió un balón en el medio campo. Filipe Luis frenó al delantero de Usúrbil en falta, pero lo peor de la jugada lo protagonizó Diego Costa al propinar un pisotón al futbolista txuri-urdin en la rodilla.
El árbitro Ayza Gámez mostró la amarilla al brasileño mientras los jugadores realistas reclamaban la expulsión para el delantero rojiblanco al considerar que se trataba de un pisotón premeditado. El brasileño, que puso cara de cordero degollado ante el colegiado, volvió a irse de rositas.
Diego Costa está siendo uno de los jugadores más determinantes del Atlético de Madrid esta temporada. Se trata de un jugador tan bueno como marrullero y provocador que acaba de ser convocado por primera vez para la selección brasileña, llamándole Luiz Filipe Scolari para los próximos amistosos ante Italia y Rusia.
Además de marcar goles decisivos con el Atlético, su carácter competitivo –demasiado en repetidas ocasiones– también ha llevado a Costa a protagonizar varias acciones polémicas este curso. Entre ellas, su batalla a salivazos con Sergio Ramos en un derbi contra el Real Madrid en el Santiago Bernabéu, sus provocaciones al defensa bético Antonio Amaya –éste le respondió en otro duelo posterior con un escupitajo en la cara– o los presuntos gritos racistas al centrocampista francés Geoffrey Kondogbia, del Sevilla.
Las fechorías de Diego Costa trascienden nuestras fronteras. Hace tres meses, la UEFA decidió sancionarle con cuatro partidos de suspensión por propinar un cabezazo a David Limbersky, del Viktoria Plzen, durante un partido de la fase de grupos de la Liga Europa. Un castigo duro, pero merecido, que le hizo perderse la eliminatoria de dieciseisavos de final ante el Rubin Kazan, en lo que supuso el adiós de los rojiblancos a la competición europea.