L D (EFE) Domingo Díaz y sus jugadoras sufrieron menos que otras veces pese a la entidad del rival, pero su entrega y su ambición siguieron intactas. Lituania, una de las grandes selecciones europeas y mundiales, había ganado a España en un amistoso de preparación y también en la única derrota que el bloque español encajó en la primera fase del torneo turco, en Esmirna, y pagó la factura el día que más importaba ganar.
Parecía que el equipo báltico tenía tomada la medida a Amaya Valdemoro y sus compañeras, pero las diferencias de los dos partidos anteriores siempre fueron ajustadas (89-92 y 74-69) y España siempre estuvo dentro de ambos choques hasta el final. La película en Ankara cambió radicalmente.
El quinteto nacional salió en tromba, con una defensa de libro y el característico juego de contragolpe que tantos beneficios le ha dado en Turquía perfectamente afinado. Lituania no sabía donde estaba. Acabó el primer cuarto con cinco paupérrimos puntos y unos porcentajes de tiro impropios de un equipo con tanta calidad, totalmente fuera de onda y catorce puntos por debajo (19-5).
España había dado un paso de gigante hacia la medalla. Era evidente que la derrota frente a la República Checa en semifinales había obrado un efecto multiplicador en la ambición española, mientras que las bálticas habían acusado negativamente la encajada contra Rusia. Incluso la pelea en el rebote, donde Lituania partía con ventaja, tenía color español. Las ex soviéticas hicieron un amago de reacción en el segundo cuarto (28-20 m.16) rápidamente abortado que mantuvo el partido dentro de los mismos parámetros. La distancia en el descanso continuaba por encima de los diez puntos (37-25).
A partir de ahí, España manejó el partido a su antojo, incluso acentuó su dominio (59-38 m.29) con Ana Montañana -veintiún puntos- y Marta Fernández -diecinueve- en vena, y terminó el choque con un marcador incontestable y un nueva medalla de bronce, la tercera consecutiva, que adorna la brillante clasificación para el Europeo 2007 y el Mundial 2006 como prueba de la pujanza del baloncesto femenino español.
Parecía que el equipo báltico tenía tomada la medida a Amaya Valdemoro y sus compañeras, pero las diferencias de los dos partidos anteriores siempre fueron ajustadas (89-92 y 74-69) y España siempre estuvo dentro de ambos choques hasta el final. La película en Ankara cambió radicalmente.
El quinteto nacional salió en tromba, con una defensa de libro y el característico juego de contragolpe que tantos beneficios le ha dado en Turquía perfectamente afinado. Lituania no sabía donde estaba. Acabó el primer cuarto con cinco paupérrimos puntos y unos porcentajes de tiro impropios de un equipo con tanta calidad, totalmente fuera de onda y catorce puntos por debajo (19-5).
España había dado un paso de gigante hacia la medalla. Era evidente que la derrota frente a la República Checa en semifinales había obrado un efecto multiplicador en la ambición española, mientras que las bálticas habían acusado negativamente la encajada contra Rusia. Incluso la pelea en el rebote, donde Lituania partía con ventaja, tenía color español. Las ex soviéticas hicieron un amago de reacción en el segundo cuarto (28-20 m.16) rápidamente abortado que mantuvo el partido dentro de los mismos parámetros. La distancia en el descanso continuaba por encima de los diez puntos (37-25).
A partir de ahí, España manejó el partido a su antojo, incluso acentuó su dominio (59-38 m.29) con Ana Montañana -veintiún puntos- y Marta Fernández -diecinueve- en vena, y terminó el choque con un marcador incontestable y un nueva medalla de bronce, la tercera consecutiva, que adorna la brillante clasificación para el Europeo 2007 y el Mundial 2006 como prueba de la pujanza del baloncesto femenino español.