L D (EFE) La asturiana culminó su ascensión por la cara Norte de la conocida como "Diosa Madre" a las 10.40, hora nepalí, de este sábado y permaneció en la cumbre del Himalaya unos treinta minutos, junto a un grupo de sherpas y a un montañero americano, según informó el marido de la montañera, Javier Morán. "Estaba muy emocionada, tremendamente feliz y muy agradecida a los sherpas por el apoyo constante que le han mostrado durante toda la ascensión", relató Morán, que añadió que su esposa desconocía si otras expediciones habrían logrado alcanzar la cumbre posteriormente, aunque indicó que el empeoramiento repentino y brusco del tiempo "apenas deja opciones".
La asturiana, conocedora del corto espacio de tiempo del que dispondría para intentar la llegada a la cumbre, decidió arriesgar y en compañía de Dawa, su sherpa de confianza y con el que ya logró coronar el pasado año otro de los catorce ochomiles del planeta, el Makalu, prefirió aventurarse a abrir huella, variando la estrategia inicial para que fueran otras las expediciones más avanzadas. Después de pernoctar a 7.900 metros, Rosa Fernández y Dawa llegaron a 8.300, donde descansaron unas 4 ó 5 horas para acometer el más difícil de los trayectos con destino a la cumbre, afectados por el intenso frío, con temperaturas máximas no superiores a 25 grados bajo cero.
La propia montañera confesó que ha tenido "miedo" y que lo pasó "realmente mal" cuando tuvo que esperar para cruzar los escalones de roca, una zona muy complicada para transitar y en la que temió ser víctima de un estado de congelación ante las gélidas temperaturas que tanto endurecen la ascensión y han obligado a la totalidad de montañeros y sherpas a usar bombonas de oxígeno. Según el testimonio ofrecido por su marido, "Rosa recuerda ese instante con especial dureza pero supo que cuando empezó a caminar y sintió el dolor tan fuerte en sus pies, era señal de que se reactivaba la circulación".
Según el testimonio de la asturiana en el trayecto de regreso se encontró con muchos escaladores y sherpas que aún realizaban la ascensión, y de los que recibió repetidas muestras de felicitación por un éxito que ya había buscado en 2003, año en el que se quedó a 300 metros de la cumbre. "Ella arriesgó subiendo la primera, pero sabía que el tiempo ofrecería una ventana con muy poca abertura para intentarlo", dijo Morán, que reveló que ella "no sabe si otros escaladores lo habrán conseguido después, pero las condiciones habían empeorado mucho".
Rosa Fernández, que suma su tercer ochomil tras hollar K-II y Makalu, se convierte en la sexta mujer española que consigue hacer cumbre en el Everest y pasa a ampliar una relación que encabeza la gallega Chus Lago, la única que ha logrado coronar sin oxígeno, y que completan Araceli Segarra, Edurne Pasabán, Nuria Balaguer y Maite Hernández. 36 semanas de preparación en las que incluyó 144 horas de carrera, que suponen más de 1.000 kilómetros, 65 días de salida a la montaña, más de un centenar de horas de entrenamiento de pesas y 20 horas de cámara de hipoxia, además de 3.000 kilómetros de bicicleta de montaña, fueron la base del trabajo con el que "Didi", apelativo con el que los sherpas llaman a la asturiana, y que en nepalí es "niña".
La asturiana, conocedora del corto espacio de tiempo del que dispondría para intentar la llegada a la cumbre, decidió arriesgar y en compañía de Dawa, su sherpa de confianza y con el que ya logró coronar el pasado año otro de los catorce ochomiles del planeta, el Makalu, prefirió aventurarse a abrir huella, variando la estrategia inicial para que fueran otras las expediciones más avanzadas. Después de pernoctar a 7.900 metros, Rosa Fernández y Dawa llegaron a 8.300, donde descansaron unas 4 ó 5 horas para acometer el más difícil de los trayectos con destino a la cumbre, afectados por el intenso frío, con temperaturas máximas no superiores a 25 grados bajo cero.
La propia montañera confesó que ha tenido "miedo" y que lo pasó "realmente mal" cuando tuvo que esperar para cruzar los escalones de roca, una zona muy complicada para transitar y en la que temió ser víctima de un estado de congelación ante las gélidas temperaturas que tanto endurecen la ascensión y han obligado a la totalidad de montañeros y sherpas a usar bombonas de oxígeno. Según el testimonio ofrecido por su marido, "Rosa recuerda ese instante con especial dureza pero supo que cuando empezó a caminar y sintió el dolor tan fuerte en sus pies, era señal de que se reactivaba la circulación".
Según el testimonio de la asturiana en el trayecto de regreso se encontró con muchos escaladores y sherpas que aún realizaban la ascensión, y de los que recibió repetidas muestras de felicitación por un éxito que ya había buscado en 2003, año en el que se quedó a 300 metros de la cumbre. "Ella arriesgó subiendo la primera, pero sabía que el tiempo ofrecería una ventana con muy poca abertura para intentarlo", dijo Morán, que reveló que ella "no sabe si otros escaladores lo habrán conseguido después, pero las condiciones habían empeorado mucho".
Rosa Fernández, que suma su tercer ochomil tras hollar K-II y Makalu, se convierte en la sexta mujer española que consigue hacer cumbre en el Everest y pasa a ampliar una relación que encabeza la gallega Chus Lago, la única que ha logrado coronar sin oxígeno, y que completan Araceli Segarra, Edurne Pasabán, Nuria Balaguer y Maite Hernández. 36 semanas de preparación en las que incluyó 144 horas de carrera, que suponen más de 1.000 kilómetros, 65 días de salida a la montaña, más de un centenar de horas de entrenamiento de pesas y 20 horas de cámara de hipoxia, además de 3.000 kilómetros de bicicleta de montaña, fueron la base del trabajo con el que "Didi", apelativo con el que los sherpas llaman a la asturiana, y que en nepalí es "niña".