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Atlética Legión

Paz en Italia y guerra en Flandes: el derbi es lo de menos

Después de una semana exiliado en la fiebre, el adiós a la Liga de un Madrid esquizoide que volvió a extraviarse lejos del Bernabéu, nos amansó los bronquios, nos esponjó el aliento y nos llevó en volandas del lecho del sopor a esa cama redonda en la que el trío bla-bla-bla despliega a lengüetazos su oralidad merengue. El caso es que los blancos empataron en Málaga, el Atleti, en su feudo, se encasquilló en el cero a cero y el Barça, salvo catástrofe mayúscula, lucirá en sus vitrinas un nuevo trofeo.

Nihil novum sub sole. Simeone y los suyos (Simeone y los nuestros) bastante han hecho ya con aguantar el tipo y suplir con entrega lo que les niega el presupuesto. Los milagros ocurren pero son infrecuentes y aún lo serán más porque la providencia es una filfa y el talento una anécdota frente a la insoslayable ley de hierro que impone Don Dinero. Avistado desde el Vicente Calderón, el adiós a la Liga no pasa de ser un morriñoso "adiós, muy buenas". Desde Concha Espina, en cambio, es un "adiós, muy malas" que menoscaba a Florentino, eclipsa a sus estrellas y coloca a Zidane en el disparadero.

Lo que faltaba, o sea, en vísperas de un derbi en el que el Cholo se juega los tres puntos y Zinedine, a medio plazo, su numismática cabeza. Un derbi, en cualquier caso, que compromete a los atléticos con el presente y el pretérito, con el desquite y las ofensas, pero que, a fin de cuentas, resulta intrascendente cuando lo sustancial es desbrozar lo venidero. Contra el Villarreal, es cierto, no dieron pie con bola y sí cancha al bostezo. No enhebraron los pases, no consumaron la estrategia, no atenuaron el jet-lag del viaje a la fiebre. Y los castellonenses, así y todo, no tiraron a puerta.

Si se despacha al PSV con una receta idéntica, el objetivo -el único objetivo- franqueará el umbral del sueño. La Champions es la meta y el resto apeaderos. Tomémonos, pues, a beneficio de inventario la cháchara grotesca del trío bla-bla-bla sobre las tablas domingueras. Rebajemos los grados del derbi sabatino hasta que, ocurra lo que ocurra, parezca un accidente y conjuremos, si se tercia, al Gran Duque y sus tercios a la hora de medirnos con los dichosos holandeses.

"Paz en Italia y guerra en Flandes", luego de cuatro siglos, ni la máxima mengua ni los romanos crecen.

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