La victoria ante el Celta ha curado de espantos al sector agonístico de la grey colchonera; ha rescatado al Cholo de las fauces insomnes de los perros de prensa; ha trocado en sonrisas lo que ayer eran muecas y la luz, Fiat lux, ha dispersado las tinieblas del Génesis liguero. Tras haber hecho tablas contra el Alavés y el Lega (tropiezos muy veniales, visto lo visto luego) Simeone y los suyos, Simeone y los nuestros, se enfrentaban en Vigo a los viejos fantasmas y a las novísimas urgencias de un club que debe -y puede- batirse en cualquier frente.
Se diría (se dijo) que una derrota en Balaídos arrumbaba al equipo en la cuneta. Se diría (se ha dicho) que el 0-4 a los celestes certifica el milagro de la resurrección atlética. Lo cierto, sin embargo, es que los dos misacantanos recién llegados del infierno tramaron en el césped una guerrilla de trincheras y pusieron al día la receta de siempre -sangre, sudor y lágrimas- con un chorreón de suerte. Pero no es menos cierto que el Atleti, aunque no viera puerta, mandó de pe a pa, desde el arranque hasta el descuento y consiguió que sus rivales, para asomarse a Oblak, tuvieran que agenciarse un catalejo. Estando así las cosas, las casandras de turno y los especialistas en tembleques transformaron el bache en un despeñadero: el míster es un bluf, Gameiro es un paquete, Torres jamás ha sido y Griezmann, el crack risueño, aspira a salir por piernas en cuanto el unto saudí le quite los grilletes.
Infundios, mezquindades, insidias y bajezas. Simeone y los suyos, Simeone y los nuestros, amén de plantar cara a Berizzo y sus huestes, tenían que cerrar algunas bocas y escardar la cizaña que algunos medios siembran. La aparatosa goleada con que se resolvió el segundo tiempo, no sólo sumó tres puntos, restó, además, presión, ventiló los adentros y desfrunció los ceños antes de regresar al palenque europeo a reclamar esa factura que Europa nos adeuda.
Basta con que en Eindhoven los solistas afinen y la orquesta responda con el aplomo y la solvencia que confinó en su territorio al Alavés y al Lega. Hay empates que engañan, hay peores cegueras que la que penaliza a los arietes. Ojo con ese Atleti que amnistía a los débiles. Ayer era muy grande, hoy por hoy es inmenso.