El Atleti contempla el eclipse liguero respirando en la nuca del Barça y del Madrid después de haber resuelto -si no con brillantez, al menos con solvencia- la mayoría de los retos que un calendario endemoniado le había puesto enfrente. Llegados a este punto, a cuatro únicamente del imperio blaugrana y a un mísero puntillo del gigantón merengue, es obvio que el equipo tiene capacidad de sobra para continuar creciendo y la afición razones para seguir creyendo.
De ahí que la pitada con que el Vicente Calderón afeó a Simeone un recambio de piezas, sea una manifestación de que la hinchada, tan generosa, tan intensa, tan predispuesta a vaciarse hasta el último aliento, no se ha hecho a la idea de que la Liga es larga y los partidos breves. Es verdad que el Atleti, que continúa en construcción, no ha terminado aún de conjurar a los fantasmas que, apenas anteayer, le consumían los adentros.
Pero no es menos cierto que las virtudes cardinales que nos llevaron en volandas a las puertas del cielo ni se han difuminado ni han perdido vigencia. Tenemos un guardameta excepcional, un entramado defensivo que desenchufa a las estrellas, un centro del campo que es un muro y que será una catapulta si el puzle se completa. Y tenemos, al cabo, un arsenal de delanteros que, cuando la estrategia fluya, le tapiarán la boca a los maledicentes.
Pasar lista es ocioso puesto que en la plantilla todos están presentes y porque, a fin de cuentas, los hombres, no los nombres, son la clave del éxito. Podría decirse, incluso, que el Cholo Simeone más que un nombre -y un hombre- es una contraseña. Lo cual, que, pese a ser susceptible de crítica, algo que va en el cargo y en el sueldo, regatear sus méritos es del género memo.
No obstante, el fútbol "es ansí", caprichoso y amnésico, despiadado y veleta. Tan dispuesto a elevar a un santo a los altares como a atizar la hoguera de chamuscar herejes. ¿A un puntillo misérrimo ya hay música de viento? Pues que sigan soplando y, mientras, ¡aúpa Atleti!